Mitt Romney, el candidato republicano para la presidencia de Estados Unidos, sufrió una ola de publicidad negativa la semana pasada, con la aparición de un nuevo artículo sobre su adolescencia en un internado prestigioso de Michigan.
Según el reporte del Washington Post, en 1965, ya en su último año de la preparatoria, le disgustó a Romney el nuevo peinado de un compañero, a quién se le sospechaba de ser gay. Después de un tiempo, Romney encabezó un grupo de vigilantes adolescentes, en busca del muchacho con el cabello ofensivo. Al encontrarlo, el grupo de Romney lo sujetó y le cortó el cabello a fuerzas, mientras el otro lloraba y gritaba, pidiendo ayuda de quien lo pudiera escuchar.
Eso fue el ejemplo más grave, pero el artículo mencionó varios casos en que el joven Romney mostró una crueldad que no quisiéramos ver en ninguna persona, sea nuestro propio hijo o el presidente de la república.
Aunque no tenga nada que ver con su carrera política, el reporte podría dar un giro a la elección presidencial. Es una historia fea con la cual lamentablemente muchos pueden identificarse. Como en México, el tema del bullying ha cobrado cada vez más importancia en Estados Unidos, gracias a una serie de suicidios muy conocidos de alumnos que sufrían ataques en la escuela. Además, una nueva ola de investigaciones académicas que sugieren que participar en el bullying, sea como victima o agresor, conlleva un alto riesgo de problemas legales y emocionales a lo largo de la vida. Ante este contexto, para muchos votantes, Romney ya se convierte en la cara de un creciente mal social. Su reacción a las noticias tampoco le ayudó mucho; Romney primero dijo que no se acordaba (que, al ser cierto, es hasta peor, ya indica una casualidad con la violencia hacia otro humano), y luego ofreció una disculpa a medias.
Sin embargo, si deberíamos juzgar a Romney por sus acciones de hace casi medio siglo es otra cosa. Sí, uno podría decir que cortar el cabello de un compañero más débil es una señal de la misma falta de empatía que demostró el ex-gobernador de Massachussets cuando dijo que le gustaba correr a la gente que trabaja para él, y que no estaba preocupado por los muy pobres. (Por cierto, en los dos casos, el comentario ofensivo no sonaba tan mal en el contexto del momento.) O cuando amarró la jaula de su perro, con la mascota adentro, encima de su carro durante un viaje de varias horas.
Pero su reputación profesional no es de un abusón, y más allá que sus acciones más deplorables de hace 47 años, los votantes tienen acceso a un largo record de Romney como servidor público y candidato para la presidencia. Se ha comprometido a un amplio rango de causas derechistas, y se ha etiquetado a si mismo como un “conservador severo”, que son para este bloguero más preocupante que cualquier cosa que hizo en juventud, por mas horrible que haya sido.
También se vale recordar el ejemplo de George W. Bush. Siendo universitario en los años 60, una época en que había mucho menos conciencia sobre los derechos y hasta la humanidad de los homosexuales, enfrentó a un amigo que le gritó “marica” a otro compañero. Sin embargo, a pesar de una actuación muy admirable en aquel momento, Bush fue un pobre presidente que no dudó en explotar los prejuicios más lamentables del electorado. Para analizar a Bush, resultó mucho más relevante su larga trayectoria como gobernador y candidato conservador que un momento de compasión décadas atrás.
Más que una lección política, creo que el caso del joven Romney sirve de recordatorio de la crueldad de que son capaces los niños y adolescentes, el daño que puede hacer, y lo complicado que es lidiar con el bullying. La víctima de hace 47 años se murió hace unos años, pero el reporte del Washington Post decía que seguía sufriendo por lo que pasó por años y hasta décadas. Es una lástima; obviamente, nadie debería llevarse cicatrices de la juventud por toda la vida.
Pero al mismo tiempo, es bastante difícil cambiar actitudes y comportamientos que han existido por siglos, y aunque lo de Romney fue un caso claro, no siempre es tan simple distinguir entre el bullying pernicioso por un lado, y dos compañeros que se llevan muy pesado pero sin hacerse daño duradero. Finalmente, una solución fácil y obvia no existe.