El crecimiento económico de las naciones agrupadas bajo el nombre de BRICS –Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica– fue similar o superior al promedio mundial. Además del desarrollo y la forma exitosa en que han sorteado la crisis financiera global, tienen en común el impulso a la innovación como parte central de sus políticas públicas. ¿Hay en ello una lección para México?
Desde hace tiempo, la innovación ocupa un primer plano entre los argumentos y razones de la teoría económica que buscan explicar por qué unas naciones enriquecen y otras empobrecen. Considerada antes como la acción de introducir cambios pequeños y generalmente poco importantes en comparación con los que resultan de la invención o de la investigación científica, la innovación es vista ahora como un concepto clave para entender los procesos mediante los cuales las sociedades generan y se apropian de conocimientos, transformándolos y aplicándolos en su desarrollo económico, su progreso social y su enriquecimiento cultural.
Así, la innovación se ha convertido en una variable estratégica para el desarrollo, en un instrumento para incrementar la competitividad y, por tanto, en un elemento central de las políticas educativas, científicas, tecnológicas y económicas. De ser una idea explicativa en los viejos tratados de economía o en los primeros estudios sistemáticos sobre tecnología, la innovación pasó a describir el conjunto de actividades a través de las cuales personas, empresas, instituciones, sectores, ciudades, regiones y naciones desarrollan, dominan y generan nuevos productos, procesos, tecnologías, diseños y servicios.
La presencia más fuerte de la innovación transformó la visión dominante del camino por el que el conocimiento lleva al crecimiento económico. Hasta hace poco, se consideraba que la ciencia daba lugar a la tecnología, y que esta a su vez llevaba a la creación de los bienes, procesos y servicios generadores de progreso, bienestar y riqueza. En ese modelo (llamado lineal) correspondía a las universidades y algunos centros especializados ocuparse de la investigación, del estudio de la naturaleza y la sociedad, así como del análisis de los principios fundamentales detrás de las tecnologías y los procesos de producción; correspondía a otros grupos e instituciones —se decía— ocuparse de la transformación y aplicación de los conocimientos resultantes de esas actividades, para su aprovechamiento y transformación en beneficio de la sociedad. En torno a esta visión se generaron políticas e impulsaron sistemas de ciencia y tecnología.
A partir de los años ochenta se reconoce que el modelo debe ser sustituido por otro, más amplio y complejo, orientado a la construcción de sistemas nacionales y regionales de innovación en los cuales, a decir de C. Freeman, “es fundamental la influencia de los sistemas nacionales de educación, de las relaciones laborales e industriales, de las instituciones técnicas y científicas, de las políticas gubernamentales, las tradiciones culturales y de muchas otras instituciones nacionales”.1
Este nuevo marco conceptual se multiplicó rápidamente. Pronto gobiernos y organizaciones internacionales los empezaron a usar para estudiar y describir mejor no solo las interacciones entre la ciencia y la tecnología sino, más importante aún, las de estas dos con muchos otros sectores y aspectos sociales, desde empresas, gobiernos, industrias y universidades hasta escuelas, actitudes, normas y valores. Esto es, la introducción del modelo con base en sistemas de innovación no significó agregar un eslabón más en una cadena bien conocida: investigación + tecnología + innovación = bienes + desarrollo. Significó reconocer que, en realidad, no se trata de una cadena sino de algo más complejo en donde participan y cuentan muchos actores y en donde, por tanto, las responsabilidades se comparten y las fronteras entre ellas se diluyen. Lo que acentúa el modelo de sistemas de innovación es que esta no es un eslabón más, distinto a los otros, sino que es al mismo tiempo causa y efecto de la investigación y del desarrollo económico; antecedente, parte y consecuencia del avance científico, técnico, económico, cultural y social de las naciones (ver Cuadro 1). Esto es, que el desarrollo tecnológico y la capacidad de innovar de una nación son resultado de un complejo entramado de relaciones e interacciones entre muy diversos grupos y personas que participan en el sistema: empresas, universidades, institutos nacionales de investigación y muchos otros.
En los países desarrollados, la adopción de ese modelo data de muchos años y ha llevado a la creación de nuevas y más sofisticadas políticas e indicadores para el crecimiento económico, el desarrollo científico y la innovación, así como a buscar medir y favorecer el flujo de información tecnológica que se da entre la gente, las empresas e instituciones.
No resulta sorprendente por ello que muchos países estén empeñados en transformar sus sistemas de ciencia y tecnología en sistemas de innovación, ni tampoco que la innovación represente una brecha más que separa el avance de unas naciones frente al resto. En su más reciente estudio sobre la ciencia y la tecnología en el mundo, la unesco concluye:2
1. La diferencia en el desarrollo de las naciones continúa siendo alarmante y divergente. El origen de esta divergencia […] puede encontrarse en las diferentes inversiones en conocimiento que se han hecho a lo largo del tiempo.
En la última década […] y en buena medida por la proliferación de las tecnologías digitales de información y comunicación que han hecho accesible el conocimiento codificado a todo el mundo […], algunas naciones tales como China, Brasil e India han podido avanzar simultáneamente en tres frentes: industrial, científico y tecnológico;
2. Parece ser que estamos a punto de un cambio estructural en la forma en que el conocimiento contribuye al crecimiento a nivel global. Esto se refleja en la presencia de grandes empresas multinacionales de países emergentes en el escenario mundial, en el que están participando en una amplia variedad de sectores que van desde las industrias maduras hasta las de alta tecnología […], y que están optando por adquisiciones que les aseguran conocimiento tecnológico de un día al otro;
3. El incremento en el acervo mundial de conocimiento […] está creando oportunidades extraordinarias para que las economías emergentes alcancen niveles más altos de bienestar y de productividad;
4. Es cada vez más aceptado que lo que cuenta en el diseño de una estrategia exitosa de crecimiento es la “congruencia” que se logre entre los distintos componentes de conocimiento de los sistemas de innovación.
El crecimiento de la economía en los últimos años
De acuerdo al mismo informe, el producto bruto del mundo creció 20 billones de dólares (ajustados por poder de compra, ppc) entre 2002 y 2007, lo que da un total de 66.3 billones de dólares (ppc). Esto significa que en el último quinquenio, para el cual se tienen cifras completas, la economía mundial creció 43.3%: una tasa anual promedio de 7.5 por ciento.
En ese periodo el crecimiento de la economía de las BRICS fue similar o superior al promedio mundial. La economía de China casi se duplicó al crecer 3.4 billones. La de la India aumentó en 1.3 billones, un 75% más que en 2002. Las economías de Rusia, Brasil y Sudáfrica crecieron 0.82, 0.50 y 0.14 billones (es decir 63.8, 39.3 y 44.5 %). De hecho, el crecimiento de la economía de las BRICS representó un tercio del crecimiento mundial total y significó que, para 2007, la suma de las economías de China e India representase ya más de 15% del total mundial y que la de las cinco BRICS igualase la de Estados Unidos.
Al considerar la magnitud y el crecimiento de las economías es pertinente no olvidar la relación que ambas tienen con el número de personas a las que se refiere cada una de ellas. Esa relación es clave del bienestar promedio así como del empobrecimiento o enriquecimiento de sus habitantes.
Entre 2002 y 2007 la población del mundo aumentó en casi 400 millones de personas (un aumento de 6.3%), llegando a 6 mil 671 millones de habitantes. En ese año India y China, sumadas, representaban 38% de la población mundial total, pero su contribución conjunta al crecimiento global fue de solo 30%. Pero mientras China creció a una tasa menor a la tasa mundial, contribuyendo con solo 43 millones de habitantes, India creció por arriba del promedio mundial, contribuyendo con más de 86 millones de personas en ese periodo. De seguir con esta tendencia, la población de India rebasará a la China antes del fin de esta década.
En comparación, la contribución de las tres BRICS restantes es pequeña —menos de 11 millones de personas; Brasil y Sudáfrica aumentaron 11 y 3 millones de personas respectivamente, manteniéndose muy cerca de la tasa mundial, y Rusia decreció en algo más de 3 millones.
Los avances en ciencia y tecnología
Un rasgo distintivo de las naciones BRICS, además del crecimiento sostenido de sus economías, es el incremento que han mostrado sus indicadores asociados con ciencia, tecnología e innovación.
En 2002, Norteamérica (sin México), Europa y Japón reunían a más de dos tercios de los investigadores del mundo y, conjuntamente, participaban en la producción del grueso (90%) del conocimiento de avanzada que se publicaba en las revistas científicas y especializadas del mundo (ver Tabla 1). La situación de las naciones BRICS en ese entonces, aunque importante en cuanto a número de investigadores –poco más de una cuarta parte del total mundial—, era todavía baja en lo que a producción de conocimiento se refería (14 por ciento).
Para 2007-2008, la situación había cambiado significativamente: mientras el total mundial de investigadores había crecido 24% y el de publicaciones 35%, los crecimientos correspondientes de las naciones BRICS fueron 47 y 100%. Esto significa que las naciones BRICS cuentan ya con más investigadores que Europa y están ganando terreno rápidamente en lo referente a publicaciones; China es hoy el segundo país del mundo en cuanto a publicaciones, solo superado por Estados Unidos.
Pero no todas las naciones BRICS han crecido de la misma manera. La Tabla 2 muestra el desempeño de cada una de esas naciones y el de México en el mismo periodo.
Es fácil apreciar en ella:
· El gran avance de China tanto en investigadores como en producción de conocimiento. En lo primero representa ya casi dos tercios del total de las BRICS; en lo segundo, es responsable de más de la mitad de las publicaciones de ese grupo de naciones;
· El igualmente notable avance de Brasil en ambos indicadores. En publicaciones Brasil ya alcanzó a Rusia y está acercándose a India;
· El crecimiento sostenido de la India, particularmente en productividad;
· La pérdida de investigadores de Rusia y su comparativamente baja productividad.
Las naciones BRICS
Un rápido análisis de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica –naciones que conforman el grupo denominado BRICS– muestra que pese a ser muy diferentes entre sí en tamaño, historia, gobierno, demografía, estructura social, etcétera, además de un crecimiento sostenido en sus economías y de estar sorteando la crisis financiera mundial de mejor manera que la mayoría de las naciones desarrolladas, las cinco naciones tienen en común haber adoptado, deliberadamente, el modelo conceptual de sistemas nacionales de innovación; pese a que las transformaciones no responden a las mismas causas ni los pasos que han seguido son iguales, en todas ellas se aprecia un antes y un después en relación a sus actividades de ciencia y tecnología.3 Más aún, es posible derivar diversas conclusiones importantes para México:
· Es posible lograr cambios evidentes en el comportamiento y nivel de la economía de una nación, así como en aspectos específicos de la sociedad y los individuos que la sustentan y pueblan, en el lapso de una generación: 35 años;
· Tanto la transformación económica como los cambios en la generación y aprovechamiento del conocimiento parecen estar estrechamente ligados con las políticas de educación superior, ciencia, tecnología y (de acuerdo con la evidencia reciente) de innovación. Todos los países BRICS se han ocupado del desarrollo, crecimiento y orientación de sus sistemas de ciencia y tecnología para transformarlos en sistemas nacionales de innovación;
· Esas políticas, y muy especialmente las referentes a lograr la innovación, requieren ser:
· Sostenidas, con revisiones y ajustes a lo largo del tiempo;
· Amplias (holísticas), en el sentido de estar conectadas con muy diversos aspectos del desarrollo nacional y contar con un número grande de instrumentos, medidas, leyes e incentivos coherentes;
· Inclusivas, para involucrar a muy diversos actores y sectores en su aplicación y ejecución;
· Evaluadas periódicamente en cuanto a su efectividad y costo-beneficio;
· El capital humano es un componente estratégico escaso tanto para las naciones como para las empresas y las organizaciones. Por ello, las políticas en educación, ciencia, tecnología e innovación deben “alinearse” con las posibilidades y capacidades en capital humano.
México
La pertinencia de lo realizado por las BRICS para el caso de México requiere de una comparación tanto de las condiciones del país en relación a las BRICS y el mundo como de sus políticas de educación, capacitación, ciencia, tecnología e innovación.
Las tablas 3 y 4 muestran que si bien el tamaño de la economía mexicana es menor a la de cuatro naciones BRICS, es similar o superior a la de ellas cuando se ajustan por tamaño de población. Las mismas tablas hacen evidente, sin embargo, que México está rezagado respecto a casi todas en cuanto a gasto en investigación y desarrollo tecnológico, número de investigadores y publicaciones científicas. En particular, es posible apreciar que en los tres rubros anteriores, México está dedicando, cuenta o produce la mitad que Brasil.
Otras evidencias y estudios señalan que los rezagos aquí indicados vienen de tiempo atrás, impiden el progreso económico y el desarrollo social de México y retrasan que el desarrollo económico más acelerado propicie a su vez –y entre otras cosas– un crecimiento más dinámico de los recursos humanos y la capacidad científica nacionales.
Así, por ejemplo, un reciente informe elaborado conjuntamente por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y la Secretaría General Iberoamericana (sgi) que se ocupa del desarrollo de América Latina,4 argumenta que el cambio técnico del mundo se ha acelerado en las últimas décadas y que la innovación es ya una variable estratégica de las políticas de desarrollo. La conclusión del informe: puesto que a partir de los años ochenta ha participado de forma muy marginal en ese proceso, la región necesita dar un salto cualitativo en materia de inversiones en educación, investigación y desarrollo e infraestructura para ciencia y tecnología.
La falta de dinamismo y la distancia que nos separa de los países punteros se puede apreciar al comparar uno de los indicadores más reconocidos de esta actividad: el de número de patentes registradas. La Tabla 5 muestra que la situación mexicana y la de las naciones BRICS, con excepción de China, es virtualmente estática.
Consideraciones finales
Al igual que las naciones BRICS, México ha venido poniendo en operación medidas e instrumentos orientados a dinamizar su sistema de ciencia y tecnología y procurar su mayor acercamiento con los sectores de producción, servicios, gobierno y de educación superior. Así, por ejemplo, en 2002 se designó al Consejo General de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico como organismo máximo de autoridad en materia de política y coordinación del sistema de ciencia y tecnología mexicano, y al Foro Consultivo Científico y Tecnológico como órgano autónomo permanente de consulta del Poder Ejecutivo Federal, del Consejo General antes mencionado y del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología; en 2009 y 2011 se modificaron la ley y los organismos antes mencionados a fin de que su nombre y actividades incluyesen la innovación.5 Además, se han establecido el Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación; fondos sectoriales; estímulos fiscales y otros instrumentos y programas que, junto con los previamente creados, constituyen una gama amplia de apoyo al crecimiento y la vinculación de todos los sectores en un Sistema Nacional de Innovación.
No obstante, los resultados alcanzados por México en materia de innovación, ciencia y tecnología siguen siendo pobres en comparación con los avances de otras naciones, las BRICS entre ellas. Por ello, México debe revisar los esfuerzos y acciones de las BRICS, a fin de analizar su pertinencia para el caso de México. En adición, debe considerar y emprender programas más ambiciosos y específicos para la innovación, de acuerdo con las líneas sugeridas por el documento de la CEPAL y la SGI. En particular, debe:
· Iniciar procesos orientados a redefinir la visión estratégica y la arquitectura institucional de ciencia y tecnología, a fin de generar un sistema innovador virtuoso, con una gran densidad de conexiones y frecuentes interrelaciones entre los actores, que fomente la generación y la difusión del conocimiento;
· Considerar para ello:
· Otorgar al órgano encargado de diseñar e implementar la política de ciencia, tecnología e innovación el mismo nivel jerárquico que a otros órganos de gobierno;
· Asegurar la coordinación de esa política con otras políticas nacionales (sobre todo la educativa e industrial);
· Establecer una perspectiva y orientación de largo plazo;
· En paralelo a lo anterior, debe:
· Diversificar los instrumentos de política, aprovechar mejor los incentivos fiscales, el capital de riesgo y las compras gubernamentales para promover los proyectos tecnológicos locales;
· Fortalecer el monitoreo de las políticas públicas (incluyendo las de ciencia, tecnología e innovación y las de capacitación y educación superior);
· Evaluar sus resultados.
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1 Chris Freeman en Cambridge Journal of Economics, número 19, 1995, pp. 5-24.
2 UNESCO Science Report 2010.
3 J.E. Cassiolato y V. Vitorino, BRICS and Development Alternatives. Innovation Systems and Policies, Anthem Press, London, 2011
4 CEPAL-SEGIB, Innovar para crecer. Desafíos y oportunidades para el desarrollo sostenible e inclusivo en Iberoamérica, 2010.
5 http://www.siicyt.gob.mx/siicyt/docs/acerca_siicyt/ley.pdf, consultado el 17 de noviembre 2011.
SALVADOR MALO es Director de Investigación del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).