Una nota reciente de la revista británica The Economist analiza la estrategia de seguridad de Enrique Peña Nieto, a poco menos de un año de su inauguración. En tono de elogio, los autores se enfocan en varias modificaciones puestas en marcha bajo el gobierno de Peña Nieto. Por ejemplo:
- La reorganización del gobierno federal, para colocar la SSP dentro de la Secretaría de Gobernación. Ahora, hay menos chefs trabajando en el mismo platillo: se establecieron líneas de mando más claras y (teóricamente) se mejoró la coordinación entre las agencias relevantes. Además, el cierre de la SSP tiene un peso simbólico, ya que implica el fin absoluto de la época de Genaro García Luna.
- Los Zetas siguen en declive. El momento más importante en este fenómeno es, por supuesto, la detención de Miguel Ángel Treviño. Así pues, una de las pandillas más terribles y temibles pesa cada vez menos.
- Los asesinatos han bajado por un factor de 18 % durante los primeros ocho meses del sexenio peñista.
Todo lo anterior se ha logrado a través de una filosofía minimalista, en que la lucha contra el crimen organizado no tiene un papel protagónico en la agenda de Peña Nieto. Según los autores, esto representa otro logro del nuevo gobierno. “[E]l éxito más concreto del gobierno del Lic. Peña Nieto ha sido sacar la violencia de las portadas de los periódicos nacionales e internacionales”.
Hay algo de razón en todo lo que dice la nota, pero también es temprano para alabar los éxitos de Peña Nieto. En dos de los ejemplos, The Economist le está dando crédito por cosas que tienen poco que ver con las acciones específicas de su gobierno. El declive de los Zetas viene desde hace años. Miguel Ángel Treviño fue el último de los jefes del grupo en caer; varios de sus compañeros —Heriberto Lazcano siendo el más famoso, pero también pesos pesados como Jesús Enrique Rejón Aguilar y Iván Velázquez Caballero— se habían adelantado durante la época de Calderón. El debilitamiento de los Zetas es cosa que lleva años en proceso.
Una lógica parecida aplica a los homicidios. Es un gran acontecimiento que han bajado de manera tan drástica, pero esta tendencia pacífica ya se notaba en el 2012. Además, las cifras disponibles son preliminares, y queda la sospecha de que este gobierno pueda estar maquillando las estadísticas. No sabremos definitivamente por un tiempo más, pero el compromiso a la transparencia de Peña Nieto y de su partido está lejos de comprobarse.
En lo personal estoy de acuerdo que el cambio de narrativa en México representa un logro muy importante, que es completamente mérito del gobierno actual. Sin embargo, preocupa un poco que este cambio en imagen no ha llegado a sentirse entre la gente. Según la encuesta Envipe más reciente, la percepción de inseguridad ha subido a 72%, comparado con 66% el año pasado y 69.5% en 2011.
Estos datos no invalidan el logro mencionado de Peña Nieto; siempre hay un lapso entre las noticias novedosas y las percepciones populares acerca de ellas mismas, y los beneficios de una imagen internacional más positiva no se notan muy directamente. Pero por lo pronto, el único éxito que proviene del gobierno actual no ha tenido mucho impacto visible.
Una de las pocas críticas de The Economist es que Peña Nieto no ha puesto en marcha una “alternativa seria” a la estrategia de Calderón. No sé exactamente a que se refiere con esta etiqueta, pero supongo que hablan de una estrategia fácil de explicar en pocas palabras, como era la de Calderón. (Ni un paso para atrás, combate frontal, la guerra contra el narcotráfico—cualquiera de estas frases basta para describirla.) Tienen razón, pero yo creo que este hecho habla bien de Peña Nieto. Los problemas son complicadísimos, y las soluciones también lo tienen que ser. Prefiero mil veces una larga lista de pequeñas estrategias que atacan retos específicos que una estrategia que se puede reducir a un lema simplista.
En fin, cualquier estrategia de seguridad debería enfocarse en el largo plazo, sobre todo en México, donde los problemas de fondo llevan décadas en formación. Por lo mismo, es demasiado temprano para juzgar a Peña Nieto. Lo que vemos ahora nos da razones para esperanza y pesimismo a la vez.