Con este artículo, nuestro dossier sobre los primeros 100 días del Gobierno se desdobla hacia el campo de la economía. En esta etapa de arranque, el presidente y su equipo han sabido capitalizar una circunstancia mayor: México se halla en el umbral de un boom de inversiones. Se trata de una oportunidad histórica, difícil de reeditar. ¿Podremos aprovecharla?
Dependiendo del foro en el que estemos participando, las revistas especializadas que leamos, los programas de radio y televisión que sintonicemos o las personas con las que sostengamos una conversación, el argumento que utilizaremos para explicar las razones por las cuales México se ha vuelto nuevamente atractivo para los inversionistas —tanto aquellos que miran sus inversiones en el corto plazo como los de largo plazo— será diferente. Eso sí, el tono de los comentarios será con mucha frecuencia el mismo: un tono positivo y de entusiasmo por el escenario de crecimiento que se nos presenta. Esta alineación favorable de las estrellas en materia de inversión no es resultado de un motor en particular que impulsa las inversiones hacia nuestro país, es la suma de varios de ellos trabajando al mismo tiempo. Algunos son más grandes que otros. Unos son motores estructurales, otros coyunturales. El resultado final de esta suma es muy importante para nuestro país y para cada uno de nosotros —emprendedores, empresas, ejecutivos, organizaciones y hasta gobiernos— y debemos analizar las implicaciones de este viento a favor y actuar en consecuencia para maximizar así los beneficios que traerá este movimiento.
Estos son los motores que hoy impulsan dichos flujos de inversión:
1 Estabilidad macroeconómica que da tranquilidad en una época de enorme incertidumbre global. Hace unas semanas leí la entrevista que un periódico local le hizo al presidente ejecutivo de una empresa global en su visita a México. Este ejecutivo mencionó que la estabilidad económica no era positiva para un país porque no generaba nuevas oportunidades de negocio. Casi me caigo de la silla. Quizás así sea para el oportunista, el cortoplacista, el que vive de la coyuntura, el que cuenta con liquidez y solo espera la confusión que trae la inestabilidad para generar aún más liquidez. Pero para los emprendedores y empresas pequeñas que apuestan su capital a una idea, para las empresas grandes y sus inversiones que miran a un país a largo plazo, para aquellos que prefieren reglas claras para competir a través de tecnología, innovación, productividad y buenas decisiones de management y para generar oportunidades de negocio; para todos ellos, la estabilidad macroeconómica en un país es requisito fundamental. Y nuestro país la ha alcanzado, al grado que hoy regiones enteras miran nuestra estabilidad económica con envidia. Nicholas Brady, quien fuera secretario del tesoro de Estados Unidos, me dijo en alguna ocasión: “México cuenta con uno de los mejores equipos económicos en el mundo y esto ha traído tranquilidad a los mercados”. Y este equipo comienza a constituir una tradición generacional que rebasa cambios de administración y de partidos políticos, lo que permite que las inversiones se muevan con confianza en terreno sólido y conocido.
2 Un mundo global muy limitado en su capacidad de crecimiento y en el que cada mercado suma. La crisis financiera y después económica de 2008 fue brutal. Impactó estructuralmente las economías del mundo. Si bien la división entre mundo desarrollado y mercados emergentes ya existía desde antes de que estallara la crisis, las razones por las cuales los mercados en desarrollo cobraron importancia cambiaron para siempre. A falta de crecimiento en el mundo rico —dos por ciento, según informó el FMI en Davos hace unas semanas—, las empresas globales voltearon a ver a países con un mercado potencial significativo. Es así que Brasil, Rusia, India y China se convirtieron muy rápidamente en las estrellas que les permitirían retomar su crecimiento. Sin duda, estos países representan grandes oportunidades de desarrollo, con casi 40% de la población mundial habitando en ellos. Sin embargo, quienes hemos tenido la ocasión de visitarlos y hemos vivido la experiencia, en diferentes grados, de arribar a sus aeropuertos, meterse en el tráfico diario de sus grandes urbes, esperar a que regrese la energía eléctrica para subirse al elevador del hotel, sentarse en un restaurante y sufrir la pobre cultura de servicio, por no mencionar la enorme complejidad que representa intentar hacer negocios en cualquiera de estos brics, sabemos que México es una opción muy viable.
En un contexto global que necesita forzosamente sumar, no se trata de elegir entre un mercado y otro. No se trata de discutir por qué debes mirar a México en lugar de cualquier otro mercado. Dada la imperiosa necesidad de crecer y los históricos niveles de liquidez con que cuentan tanto empresas como gobiernos, se trata de mirar a todos aquellos mercados donde existen condiciones para invertir y aquellos mercados potenciales que tienen capacidad de crecimiento. Y sumar. México es uno de ellos. Y este motor mueve rápidamente las inversiones a nuestro favor. No pueden perder más tiempo. Cinco años de crisis han sido muy duros para todos.
3 La oportunidad significativa que el mercado interno mexicano representa, encabezada por el motor demográfico. El tamaño de la economía mexicana, la 13ª en el mundo, atrae por sí misma en términos absolutos, pero a esto se suma la parálisis que existe en varias de las economías ubicadas entre los primeros 12 lugares, como Japón, Europa y los mismos Estados Unidos, por lo que no nos debe sorprender que el mercado interno mexicano sea atractivo. Solo tenemos que revisar los resultados de empresas financieras como Citi, hsbc, Santander, BBVA o American Express, las de bienes de consumo como Procter & Gamble, Coca-Cola y Nestlé, o bien las de empresas farmacéuticas, por citar algunas, para confirmar cuán importantes son las subsidiarias de todas ellas en nuestro país en sus resultados corporativos.
Existen varias razones que explican este desempeño, pero el más importante de todos es la demografía. McKinsey & Co., una consultora de negocios, estima que 60% del crecimiento económico global es generado por la dinámica demográfica.Sin duda, México refleja esta contundente estadística y genera oportunidades de negocios que atraen la atención de los inversionistas. Y no se trata únicamente del muy conocido bono demográfico —la amplia base poblacional encabezada por jóvenes que están entrando a la fuerza laboral— sino de la combinación dinámica de todos los elementos que conforman nuestra demografía. Algunos ejemplos: la expansión de la clase media, que genera actividad económica en todos los frentes; el crecimiento de la mujer como fuerza laboral —36% en nuestro país—; la migración de las zonas rurales a las grandes ciudades; el envejecimiento de una parte de la población, que reta el sistema de salud; las remesas provenientes de otros países —23 mil millones de dólares en 2011—, producto de la dinámica migratoria, o la base de la pirámide socioeconómica que busca convertirse de un histórico no-consumidor a un consumidor de bienes y servicios, y de la que surgen ejemplos año con año. Esta huella demográfica firme y sólida hace que las empresas y los emprendedores miren a México como una seria oportunidad de negocios, por lo que es un motor poderoso que mueve capitales de inversión.
4 La urgente necesidad que tiene Estados Unidos de generar empleo y crecimiento. Por razones económicas y también políticas, ese país requiere desesperadamente crear empleos en los diferentes sectores. En particular, el manufacturero está muy alto en su lista de prioridades. La única manera de lograrlo es mejorando su competitividad respecto de otras regiones del mundo, China en particular, Asia en general. Y se están preparando. Por ejemplo, sus costos de generación de energía han disminuido considerablemente, gracias en los últimos años a desarrollos locales de fuentes como el gas natural. Sin embargo, sus costos de mano de obra, las prerrogativas que los sindicatos han alcanzado en industrias clave como la automotriz o la del acero y su ubicación con respecto a otros mercados, por nombrar algunos factores en contra, no le permiten lograr la estructura de costos y la productividad necesarias para competir a nivel global. Y es aquí donde se ha presentado una oportunidad enorme para la economía y las empresas mexicanas. Las empresas norteamericanas, las más ricas del mundo en materia de recursos y las más avanzadas en términos de tecnología y management, saben muy bien que no serán capaces de ser competitivas produciendo en Estados Unidos, a menos que cuenten con un enorme apoyo en su cadena de suministro que, sin duda alguna, coloca a nuestro país en un lugar preponderante, recordándonos la dinámica de esta integración manufacturera regional en la década de los noventa.
5 Las empresas y los servicios que migraron operaciones de México a China en los 2000 ya tuvieron oportunidad de evaluar qué funcionó y qué no. El sueño de los desarrolladores de ingeniería de trabajar 24 horas sin parar, una parte del día en nuestro continente y hacia el final del día del otro lado del mundo, en China e India, muestra claros signos de agotamiento. Entre otros, de los propios ingenieros y tecnólogos, porque las horas de discusión y revisión son mucho más largas de lo que se había proyectado. Asimismo, los costos de producir en China también se han incrementado significativamente, sobre todo la mano de obra: la ley de la oferta y la demanda. El costo de transportar desde Asia y los inventarios que se tienen viajando por el océano durante semanas rumbo al mercado más grande del mundo tienen un impacto muy importante en la estructura de costos de las empresas, que se hace aún más visible en época de vacas flacas, en la que hay que ahorrar a como dé lugar y en todos los renglones. Y si a esto sumamos la probada cultura manufacturera y la capacidad exportadora de clase mundial que existe en nuestro país —automotriz, electrodomésticos, telecomunicaciones y ahora aeronáutica, por nombrar algunos rubros—, entendemos claramente por qué varias operaciones están regresando desde China, favoreciendo las inversiones en nuestra dirección.
6 Y finalmente, un motor subjetivo y sin embargo muy poderoso: el nuevo Gobierno ha despertado entre los inversionistas locales y extranjeros un sentimiento de optimismo, elevando las expectativas en tan solo unas pocas semanas. Algunos atribuyen este rápido cambio de actitud al cambio mismo: todo cambio es bueno.
Otros hablan del oficio político del actual partido al mando, que se refleja en los rápidos acuerdos alcanzados con la oposición. Otros más ven con buenos ojos al gabinete nombrado, aún antes de verlo implementar las propuestas que se han puesto sobre la mesa. Otro grupo simplemente mostraba un hartazgo del discurso unidimensional que promovió el Gobierno saliente y dejó de buscar nuevas oportunidades de crecimiento, esperando el cambio de poder. O bien, y es justo decirlo, los esfuerzos en beneficio del país de administraciones anteriores —como las inversiones en infraestructura, el acceso a mercados de capitales y los avances en materia de beneficio social, entre otros— han abierto oportunidades muy importantes de inversión. Es muy motivante que se comience a escuchar en algunos ámbitos fuera del país el término Me-Mo, “Mexico Moment”. Este es un motor subjetivo que responde a percepciones, sentimientos, emociones y actitudes, y no únicamente a factores cuantitativos y duros, pero que contribuye enormemente a promover inversiones y que cobra fuerza detrás de ese Me-Mo.
Todos estos motores son relevantes por sí mismos y ninguno de ellos posee un carácter dominante respecto a los demás. Todos tienen diferentes orígenes e imprimen a los flujos de la inversión dinámicas distintas. Algunos de ellos cosechan lo que se ha sembrado a lo largo de muchos años. Otros reaccionan a un dinamismo global que no tiene precedente. Otros más representan una salida viable a la necesidad de retomar el crecimiento por parte de las empresas y los gobiernos. Incluso alguno de ellos nos ha tomado por sorpresa. Es la suma de todos moviéndose a nuestro favor lo que le ha dado la fuerza clara y poderosa al flujo de inversión.
Es cierto. Estos flujos de inversión cambian y las estrellas se desalinean muy rápidamente. Nos ha tocado vivirlo. Y más en estas épocas. Basta con mirar los últimos cinco años. Esto nos puede suceder en el futuro. ¿Qué los podría hacer cambiar de dirección? Quizás ocurra cuando el bono demográfico del país se agote. O bien pudiera ser la entrada de nuevos países asiáticos, que vienen empujando fuerte en el escenario global, lo que haga a un lado el interés actual de los inversionistas por nuestro país. O quizá no seamos capaces de generar los recursos necesarios para cumplir con la demanda de talento que el crecimiento sostenido requiere. Esto puede suceder. Y por eso es nuestra responsabilidad clara analizar a fondo estos motores, evaluar las oportunidades que generan y aprovechar más que nunca los beneficios que conllevan.
Las estrellas representadas por los flujos de inversión se han alineado y han recibido favorablemente y con los brazos abiertos a la administración actual en sus primeros 100 días de Gobierno. Saquémosles todo el provecho posible. No hay tiempo que perder.
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EDMUNDO VALLEJO VENEGAS fue presidente y director general de General Electric América Latina. Actualmente es profesor de Política de Empresa en el IPADE y consejero de la revista Este País.