“Mi hija no aprendió mixe porque no vivimos en el pueblo” Es una de las frases que escucho con más frecuencia en los padres hablantes de esta lengua que viven fuera de sus comunidades de origen. La frecuencia de estas declaraciones me hace pensar en cómo los prejuicios lingüísticos y la relación desigual entre los hablantes de las distintas lenguas de nuestro país tiene consecuencias directas en las actitudes que tomamos ante la transmisión de la lengua a los hijos cuando los padres se encuentran fuera de las comunidades.
Por el contrario, en el caso de padres que hablan inglés o español es más frecuente que estando fuera de sus comunidades, incluso en contextos lingüisticos distintos al de origen, transmitan su lengua materna a sus descendientes. Por ejemplo, conozco a una niña que vive en la Ciudad de Oaxaca, su padre es de Estados Unidos y su madre de Italia, ella habla inglés, italiano y español. Dada la capacidad que tenemos los humanos de aprender varias lenguas a la vez, es posible criar a un niño multilingüe. Sin embargo, algo sucede para que en el caso de lenguas indígenas la lengua de los padres no se transmita a los hijos. ¿Qué se puede hacer al respecto?
Una de las respuestas que en un principio di a este fenómeno estaba relacionado con la falta de ideologización al respecto; pensaba que en situaciones en las que los hablantes de lenguas indígenas sufren discriminación, realizar campañas de concientización debería ser una tarea fundamental de manera que, cuando los padres se dieran cuenta de las ventajas del bilingüismo o del multilingüismo para sus hijos podrían aprovechar su situación: ellos hablan una lengua diferente en un contexto en el que la lengua predominante es otra, tendrían la ventaja de poder criar niños bilingües en ese contexto de migración. Además, dada la situación actual, los padres podrían darse cuenta de que una buena manera de resistir a la discriminación de su lengua materna y mantener lazos culturales fuertes con sus pueblos de origen sería transmitiéndola a sus hijos.
Como era de esperarse, pronto me di cuenta de que la situación era más compleja. Muchos de los líderes del movimiento indígena que luchan por el reconocimiento de los pueblos originarios en distintos ámbitos necesitan vivir fuera de sus comunidades de origen para llevar a cabo sus actividades. Dado el papel que desempeñan, estos líderes y activistas saben sobre la importancia de las lenguas indígenas, nadie más que ellos están conscientes de que la lengua es fundamental en los procesos de reivindicación y resistencia. Sin embargo, la mayoría de ellos no ha transmitido su lengua materna y, a decir verdad, es bastante desalentador que los hijos de los principales activistas no hablen la lengua de sus padres. Lamentablemente, incluso cuando los activistas indígenas viven en las comunidades de origen no se garantiza la sucesión de la lengua materna.
Más allá de hacer un juicio moral sobre este hecho, me interesa la información que arroja sobre la situación y que puede ayudarnos a reflexionar más sobre las estrategias a seguir en los procesos de revitalización y fortalecimiento lingüístico. En primer lugar, tener conciencia de la importancia de hablar tu lengua (sobre todo cuándo es indígena) no es suficiente para lograr heredarla a la siguiente generación; evidentemente la ideologización no es suficiente y a veces, ni siquiera necesaria. Para transmitir la lengua hay que usarla, utilizarla como herramienta para comunicar conocimientos y emociones. Si no tomamos en cuenta que la concientización no basta por sí misma para garantizar la difusión de las lenguas indígenas a nuevas generaciones, entonces nunca atacaremos el problema de manera directa. Creo que es momento de explorar otros caminos: los que hagan posible que vivir en un contexto lingüístico distinto del de la comunidad de origen se convierta en una ventaja: una situación que mejore la calidad de vida de tus hijos y criarlos como bilingües, sin lugar a dudas, contribuye a lograrlo. Es posible.