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La Feria Europea de Bellas Artes. Entrevista con Ben Janssens
Este País | Marina Álamo Bryan | 01.01.2013 | 0 Comentarios

La Feria Europea de Bellas Artes (The European Fine Art Fair, TEFAF1), mejor conocida como Feria de Maastricht en honor a la ciudad holandesa donde se lleva a cabo, es la más grande del mundo en diversidad de obras expuestas. Cada mes de marzo, durante dos semanas, se reúnen en TEFAF cerca de 265 expositores y comerciantes de arte, de 19 países, que presentan para su venta al público más de 30 mil objetos. El más alto nivel de calidad y autenticidad se garantiza gracias a un meticuloso proceso de escrutinio (conocido como vetting en inglés) que involucra a cientos de expertos que revisan cada pieza para asegurar la excelencia de una de las ferias de arte más singulares a nivel mundial.

TEFAF está compuesta de ocho secciones: antigüedades, arte moderno y contemporáneo, manuscritos, antigüedades clásicas, joyería, diseño, obras en papel y una sección especial para nuevos expositores. El espectro histórico del material en exposición abarca más de cinco milenios de producción artística. Tras 25 años de existencia, TEFAF se ha constituido como una plataforma invaluable de intercambio entre académicos, coleccionistas, instituciones y expositores. Los museos van a comprar a TEFAF, lo que pone de manifiesto el nivel de calidad que esta ofrece. Se dice que asistir a Maastricht es como visitar un museo donde uno puede comparar las piezas. Ben Janssens, presidente ejecutivo de tefaf, platicó con Este País acerca de la feria y los impulsos vitales que se esconden tras el coleccionismo y el negocio del arte. MAB

©istockphoto.com/dra_schwartz

MARINA ÁLAMO BRYAN: ¿A qué se debe que TEFAF sea una feria excepcional? ¿Qué la hace diferente de las demás ferias de arte a nivel mundial?

BEN JANSSENS: El tamaño y el nivel de calidad, considerando sus dimensiones. Tenemos más de 260 participantes, quienes son, sin excepción, considerados los mejores en su área. Llevan sus principales piezas a Maastricht porque saben que TEFAF  funciona. Se trata de un espectro enorme de obras de arte y antigüedades, del más alto nivel y calidad, reunidas bajo un mismo techo. Es la única oportunidad que uno tendrá de ver tal cantidad de arte en un mismo espacio. Está ahí por dos semanas, y uno puede comprarlo. No existe un equivalente. Somos diferentes a otras ferias porque somos mucho más grandes y por la diversidad de la oferta: más de 30 mil objetos anualmente. Eso no se puede encontrar en ningún otro lugar. Si uno es serio como coleccionista, o uno busca convertirse en coleccionista, es el lugar obvio al cual acudir.

A lo largo de 25 años la feria evidentemente se ha transformado. Comenzó como una feria dedicada a los viejos maestros de la pintura, y ahora ofrece obras de arte contemporáneo, obra en papel, diseño, joyería… ¿Cómo ha cambiado el concepto de la feria en este tiempo?
No es tanto que el concepto de la feria haya cambiado, sino que el concepto del mercado del arte, en general, se ha transformado. Los comerciantes de arte ahora dependen cada vez más de las ferias para ejercer su oficio. Cuando yo comencé como comerciante de arte hace más de 25 años, la feria era una extensión del negocio del comerciante, un lugar de exposición donde quizás uno contactaba un par de clientes. Pero eso ha cambiado. Ahora las ferias son un sitio fundamental para vender. De hecho, tenemos varios expositores que ya no tienen galerías y concentran todos sus esfuerzos a lo largo del año para encontrar aquello que expondrán en TEFAF. En el caso de mi propia galería [Ben Janssens Oriental Art], de TEFAF sale 30 o 40% de mi ganancia anual. Eso es enorme. Como la naturaleza del mercado ha cambiado tanto, las ferias se han transformado a la par. Las ferias son ahora la plataforma principal para vender, uno podría incluso decir que han suplido el papel de la galería tradicional.

Detrás de TEFAF está la Fundación Europea de Bellas Artes. ¿Cuál es su función?

La Fundación organiza la Feria Europea de Bellas Artes. Existe para organizar la Feria, y es una organización sin ánimo de lucro. Las ganancias que se sacan de la Feria son reinvertidas ahí mismo. Debido a que la Fundación, desde sus orígenes, ha estado organizada por comerciantes de arte, ha sido trabajada por comerciantes para comerciantes. Y como nuestro objetivo no es obtener una ganancia, logramos mantener el costo de renta de los espacios extremadamente bajo. Nuestro precio por metro cuadrado son 300 euros. En cualquier feria de Londres, es más del doble. Viena y París, entre 1,000 y 1,500 euros.

¿Cómo funciona el proceso de escrutinio (vetting)?

Es un proceso enorme. Hay muchas personas involucradas, más de 200 expertos divididos en comités. Tuvimos 29 comités el año pasado, compuestos de expertos independientes, gente de museos, coleccionistas y comerciantes de arte. Ellos revisan cada categoría y cada objeto que se presentará en la Feria, revisan cada pieza para determinar su autenticidad y calidad. Esto parecería una tarea enorme, casi imposible. Pero de 100 objetos en un espacio de exposición, quizás haya 10 que tenemos que observar con atención, y de esos, quizás uno es discutido a profundidad. Si existe la menor duda, el objeto es removido físicamente y puesto bajo llave hasta el final de la Feria. El beneficio de la duda siempre favorece al visitante, al comprador, no al vendedor. Nuestro sistema de escrutinio es utilizado por muchas otras ferias como ejemplo a seguir.

¿Quiénes son los mayores compradores en TEFAF?
Depende de la categoría. Llegan coleccionistas de todas partes del mundo hoy en día. En los últimos años hemos notado un incremento en compradores que vienen de China. Pero el grupo nuclear sigue siendo los coleccionistas tradicionales europeos. Llevan coleccionando por generaciones, ellos son nuestra base. En TEFAF siempre tenemos más coleccionistas individuales que institucionales, pero creo que el porcentaje de compradores institucionales es muy alto. Cada año llegan representantes de cientos de museos. Y generalmente vienen con el propósito de comprar.

¿Por qué colecciona la gente? ¿Qué nos impulsa, como humanos, a querer coleccionar cosas?
Sabes, es algo chistoso, yo siempre le pregunto a la gente: ¿ustedes coleccionan? Y la respuesta muy comúnmente es que no. Y entonces digo: ¿están seguros? No, no, no, responden. No somos coleccionistas. ¿Así que no coleccionan nada? Y dicen: bueno, sí, de hecho sí. Coleccionamos esto o aquello, tarjetas postales o portavasos, o lo que sea. Yo creo que coleccionar es algo que está muy ligado a la naturaleza humana. Todos somos, de una u otra manera, coleccionistas o acumuladores. Aparte de esa suerte de instinto natural, a lo largo de los años han ido surgiendo otras razones para coleccionar. Es cada vez más común encontrar a personas que empezaron a comprar arte con la idea de obtener un recurso, o como una inversión a largo plazo. Pero aun así, algunos de ellos han quedado tan fascinados que se han convertido en verdaderos coleccionistas. Ya no solo compran porque sea una forma de inversión, sino que han comenzado a disfrutar del proceso. Hay todo tipo de coleccionistas. No existe una definición que los abarque a todos. Pero una cosa que tienen en común es que coleccionar es como un tipo de enfermedad. Una fiebre que uno alimenta constantemente, y a la vez trata de curar, aunque nunca lo logra del todo.

¿Asumo que usted es coleccionista además de ser comerciante de arte?
¡No sé cómo pudiste adivinarlo! ¡O, no, yo no colecciono! [Risa] No, sí colecciono. Cuando era niño coleccionaba estampillas y cosas, siempre. Tenía cajas y escritorios llenos de colecciones de plumas, o lo que fuera. Pero la primera cosa que comencé a coleccionar seriamente fue arte tibetano. Luego comencé a desear cierta categoría de arte tibetano. Y lo coleccioné hasta que se volvió tan caro que ya no podía pagarlo. Cuando comencé como comerciante de arte chino, hace 30 años, mi filosofía desde el principio fue que no iba a coleccionar arte chino. Fue una decisión difícil, porque lo amo, y me encantaría poder coleccionarlo. Pero decidí que si coleccionaba lo que trataba de vender, estaría entrando en competencia con mis propios clientes, y no me gusta esa idea. No creo que mis clientes se sintieran particularmente cómodos sabiendo que yo colecciono lo mismo que ellos. Esa ha sido mi filosofía: colecciono cosas cercanas a lo que vendo, pero no lo que vendo.

Considerando que usted es comerciante de arte antiguo chino, ¿qué opina de la pieza del artista chino contemporáneo
(Dropping a Han Dynasty Urn, 1995), aquel tríptico fotográfico donde se lo mira soltando una vasija antigua que se rompe contra el suelo?

Sí, bueno, me siento un poco incómodo con ella, debo admitirlo. Esas piezas [urnas de la Dinastía Han] no son la cosa más rara de encontrar en China, son bastante accesibles, pero aun así me incomoda, porque está destruyendo una pieza de arte, y hacerlo a propósito… Hacerlo accidentalmente es una cosa, pero hacerlo a propósito… Aun así, comprendo lo que está detrás, entiendo que quiere decir algo importante, pero creo que lo podría haber dicho igual de bien si hubiera hecho una réplica y la hubiera dejado caer. Admiro a Ai Wei Wei y creo que es un hombre increíblemente valiente, es fiel a sus propios principios, habla en nombre de mucha gente que no tiene voz, y le han hecho la vida imposible, así que tengo la más alta admiración por él, pero eso no necesariamente significa que debo aprobar todo lo que haga.

Tomando esa pieza de Ai Wei Wei como ejemplo que conjuga lo antiguo y lo contemporáneo, ¿nos puede platicar un poco sobre la relación que observa, cada año en TEFAF, entre las expresiones artísticas más antiguas y las piezas de arte contemporáneas?
Hemos notado, en los últimos años, que se ha incrementado la mezcla de estilos y periodos en el gusto de los compradores. Puede llegar gente interesada en los viejos maestros, pero traen a sus hijos, a quienes no les interesan esos pintores viejos y estirados, y a quienes les gusta algo distinto y llaman la atención de sus padres hacia ello. Esto tiene que ver con mi reflexión anterior sobre tipos de coleccionistas. El coleccionismo ha cambiado tanto en los últimos años que la gente ahora colecciona mucho más a lo ancho de varios periodos o culturas. Los coleccionistas son menos rígidos. Ya no intentan construir la más grande colección de una u otra cosa. Todavía se encuentra uno con ese tipo de coleccionistas, pero son pocos. Creo que la mayoría de la gente que compra arte quizá no sea realmente coleccionistas, sino compradores de arte, o amantes del arte, y ellos coleccionan de manera global. Aquellos que antes hubieran sido considerados coleccionistas, hoy en día probablemente serían calificados como compradores de arte. Yo consideraría al coleccionista como alguien que intenta construir una colección que se sostenga sola, por sí misma, en lugar de tener piezas de por aquí y por allá. Pero hoy en día la gente entiende el arte de esta forma más diversa, y considero que es un desarrollo benéfico. Seguramente se debe a todos los nuevos medios que tenemos. Hay tantas formas de acceder al arte hoy en día, de conocerlo; es muy fácil verlo en la televisión, en internet. Por ejemplo, el arte asiático: la gente comienza a verlo y le llama la atención, mientras que antes le parecía ajeno y decía: yo de eso no sé nada. Ahora tenemos mucha más hibridación en gustos. Creo que este es el cambio más grande que he visto en los últimos 10 años en cuanto al comportamiento de quienes compran arte.

¿Qué se necesita para ser un gran coleccionista de arte?
Creo que un gran coleccionista es aquel que acepta los consejos de otras personas. He encontrado que los coleccionistas serios con los que me relaciono, aquellos que tienen las mejores colecciones, son los que saben escuchar. Los que aceptan un buen consejo. Un coleccionista que no escucha a nadie más, que cree que solo él sabe qué es lo mejor, en mi experiencia, no termina con la mejor colección.

¿Qué consejo le darías a un joven o que apenas comienza a coleccionar?
Muy simple. De hecho, me hacen esta pregunta muy a menudo, y siempre digo: compra la mejor calidad que puedas comprar, dentro de tu presupuesto. Resiste la tentación de comprar cinco piezas de precios razonables, si puedes comprar una pieza verdaderamente buena por el mismo precio. Es muy difícil de hacer, pero si lo logra uno, jamás se arrepiente. Compra la mejor calidad que puedas encontrar. Si uno es un coleccionista joven, o que apenas comienza, yo diría incluso: no compres. Por el primer año o dos. No te preocupes. Ve a museos, observa todo, ve a galerías donde puedes tocar y manipular las piezas, desarrolla una relación con un comerciante de arte. A los comerciantes de arte les encanta eso. Aman el entusiasmo en una persona. A ellos no les importa que alguien no compre por un año, dos o tres, porque eventualmente surgirá una conexión y algo crecerá a partir de ahí.

¿Uno debe ser rico para ser coleccionista?
¡No! ¡En lo más mínimo! Me encanta esa historia, estoy seguro que la conocen, de Herb y Dorothy Vogel, una pareja de Nueva York. Él era trabajador de correos y ella bibliotecaria, y reunieron una colección tan asombrosa que ahora se la están dividiendo entre 50 museos en Estados Unidos. Uno por cada estado.

Durante la feria, ¿puede distinguir entre quién va a comprar y quién no?
Nunca. Y emitir un juicio presuroso sobre cómo va vestida una persona o cómo actúa es el peor error que puede cometer un comerciante de arte. Es lo peor que uno puede hacer. Nunca hay que asumir nada. Siempre escucho historias de comerciantes increíblemente arrogantes que dicen cosas como: “Si tienes que preguntar el precio es porque no lo puedes pagar”, o que ignoran a la gente y simplemente no le dirigen la palabra. Como comerciante de arte uno jamás debe volverse arrogante y creer que lo sabe todo. Uno siempre debe estar preparado para aprender. Yo aprendo todos los días. Los comerciantes exitosos son personas que son buenos comunicadores, que sienten lo que hay detrás de una persona.

Por un lado está el artista, y por otro el mercado. ¿Cómo se relacionan el mercado del arte y el impulso de crear arte?

Creo que es preferible crear. Yo quisiera poder hacerlo, me encantaría ser un artista, pero no lo soy. Y me fascina ser comerciante de arte. De cierta forma, ninguno de los dos puede vivir sin el otro. Son dos mundos tan diferentes, pero se necesitan. Si a lo largo de los siglos no hubiera existido gente que coleccionara arte, que pagara dinero por arte, entonces hoy habría muy pocos museos en el mundo. Por supuesto, el mercado es comercial, es tan comercial como vender coches; pero hay otro elemento, se debe involucrar una suerte de pasión. Esa pasión es algo que creo que no está presente en otros oficios, y sí está muy presente en el nuestro. Y, debo decir, la mayoría de los comerciantes de arte que yo conozco no son ricos. Se quedan contentos con simplemente ganarse la vida. Y es una forma increíble de ganarse la vida.

1 Página de tefaf: www.tefaf.com

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MARINA ÁLAMO BRYAN es historiadora, traductora, ensayista y narradora. Egresada de la UNAM, es maestra por The University of Melbourne, en Australia. Ha sido becaria del Fonca y de la Fundación para las Letras Mexicanas.

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