Más de 300,000 personas marcharon en Francia para protestar contra el proyecto de ley dirigido a legalizar el matrimonio y la adopción entre personas del mismo sexo. ¿Desde qué perspectivas y saberes es posible opinar sobre un asunto que tiene incidencia en las sociedades del futuro? ¿Cómo vislumbrar un mundo más justo? En Utopía de un hombre que está cansado, Borges bosqueja el escenario futurista siguiente:
… Ya que no hay posesiones, no hay herencias. Cuando el hombre madura a los cien años, está listo a enfrentarse consigo mismo y con su soledad. Ya ha engendrado un hijo.
-¿Un hijo? -pregunté.
-Sí. Uno solo. No conviene fomentar el género humano. Hay quienes piensan que es un órgano de la divinidad para tener conciencia del universo, pero nadie sabe con certidumbre si hay tal divinidad. Creo que ahora se discuten las ventajas y desventajas de un suicidio gradual o simultáneo de todos los hombres del mundo … cumplidos los cien años, el individuo puede prescindir del amor y de la amistad. Los males y la muerte involuntaria no lo amenazan. Ejerce alguna de las artes, la filosofía, las matemáticas o juega a un ajedrez solitario. Cuando quiere se mata. Dueño el hombre de su vida, lo es también de su muerte.
Así, plantea un mundo que no cae del todo en la desesperanza: puede vivirse como si fuésemos el órgano mediante el que un Dios toma conciencia, pero sin abandonar la lógica materialista y el realismo hacia la muerte. La parte que más me gusta de la historia es la de la extinción de los gobiernos, que “fueron cayendo gradualmente en desuso. Llamaban a elecciones, declaraban guerras, imponían tarifas, confiscaban fortunas, ordenaban arrestos y pretendían imponer la censura y nadie en el planeta los acataba … los políticos tuvieron que buscar oficios honestos; algunos fueron buenos cómicos o buenos curanderos …”.
Y cuando debe opinar respecto de la lectura, este hombre del futuro expresa:
-Nadie puede leer dos mil libros. En los cuatro siglos que vivo no habré pasado de una media docena. Además no importa leer sino releer. La imprenta, ahora abolida, ha sido uno de los peores males del hombre, ya que tendió a multiplicar hasta el vértigo textos innecesarios.
Estas reflexiones borgianas me permiten citar una de mis valiosas relecturas: en Confrontación, crítica y hermenéutica, Mariflor Aguilar describe a la utopía como uno de los mundos desde el que se puede realizar una crítica al nuestro, y tomar conciencia de las ideologías en las que estamos inmersos: “En toda teoría crítica ocurre que siempre hay al menos una anticipación emancipatoria (…) la emancipación puede plantearse de maneras diferentes, bien en el plano kantiano, como emancipación de la razón, o bien en el sentido de (…) un conocimiento que implica un cambio práctico, ya sea de la sociedad (Marx), de una cultura mediante el cambio previo de su aparato valorativo (Nietzsche), o de la conducta individual mediante la modificación de la posición subjetiva (Freud)”.
La crítica permite vislumbrar que lo que se observa como real muchas veces no lo es y que, por tanto, existen falsas conciencias. Se observa, no obstante, que la crítica negativa puede llevar a un callejón sin salida, es decir, una vez que nuestras certezas han sido destruidas, ¿desde dónde es posible construir un futuro mejor? Mariflor Aguilar nos guía en un viaje por la teoría crítica y la teoría hermenéutica a comprender la discusión ocurrida entre Jürgen Habermas, quien ha propuesto una nueva base para la crítica misma, y Hans-George Gadamer, quien subraya la importancia de la tradición en toda interpretación. La valía de este libro no se halla solamente en la clarificadora explicación que la autora hace de la teoría crítica o del pensamiento de estos dos filósofos alemanes, sino, en su propio posicionamiento, que brinda a cualquier interesado en imaginar un mundo mejor y en actuar en consecuencia, herramientas para hacerlo.
Así, al comprender el orden sexual de nuestras sociedades occidentales como ideológico podemos opinar sobre el matrimonio y la adopción entre personas del mismo sexo. Claro que tiene que existir un arriba y un abajo, y la prohibición del incesto en todas las culturas es expresión de esa necesidad. Pero a lo largo de la historia, las civilizaciones han sido muy creativas al interpretar esta ley que pone orden. La Grecia clásica es un ejemplo de ello pues para muchos de sus pensadores el verdadero amor sólo podía surgir entre sujetos libres, de los cuales tenían que descontarse mujeres y esclavos.
También el orden vigente puede ser criticado por su “racismo sexual”, distinto al griego pero igualmente profundo, y a partir de esta crítica es posible anticipar un orden más justo. Los franceses que marcharon hace unos días, argumentan que los niños adoptados por parejas del mismo sexo crecerían confundidos, y sufrirían por tener dos mamás o dos papás. Pero omiten mencionar que este juicio negativo sobre su condición vendría del mismo sitio que “lamenta” su destino. Algo así como “hombres necios que acusáis a la mujer sin razón”.
Tampoco pasa desapercibida la violencia autoejercida por los propios manifestantes pues acudieron miles de adolescentes, niñas y niños llevados de la mano de sus padres. ¿Cuántos de ellos se encuentran decidiendo su sexualidad? ¿Cuántos tendrán que hacerlo? Porque la mayoría de los homosexuales del mundo nacen de hogares funcionales (lo que sea que eso signifique), y de acuerdo a la última Encuesta Nacional sobre Salud Sexual y Comportamiento de Estados Unidos, un 8% de la población podría identificarse como gay o bisexual (y hasta un 15% haber mantenido en alguna ocasión un encuentro sexual con el mismo sexo).
Pero a pesar de toda esta evidencia, la ideología persiste. Y si se mantiene es porque está anclada en relaciones de dominación que muchos hombres y mujeres no están dispuestos a abandonar. Así, el papel secundario de las mujeres en la cultura, en la iglesia, en la política, tiene mucho que ver con el rechazo ideológico de lo femenino y con el terror de la religión al sexo. De igual modo, en el marco de esta ideología, los hombres disfrutan de charlas en las que las mujeres no son sino objetos sexuales tan ingenuos que se dejan penetrar.
Mariflor Aguilar menciona que Habermas llegó a pensar en el psicoanálisis como el modelo metodológico ideal para la construcción de toda teoría crítica, pues a diferencia del marxismo, daba cuenta de las razones inconscientes de los individuos para aferrarse a sus engaños. Y de acuerdo al psicoanálisis, nuestra precaria salud mental necesita de la dominación de otros para evitar la zozobra. El origen de esta necesidad puede derivarse de la secreta esperanza de todo hombre y mujer, de toda familia, de todo iniciador de religiones, de escapar a la muerte y perpetuarse en hijos, hermanos y nietos haciéndose un pequeño nido de deseos en sus conciencias. Por tanto, el psicoanálisis ha subrayado que más allá de la diferencia sexual encarecida por el orden ideológico dominante, lo que los niños y niñas necesitan es el impulso para diferenciarse de sus progenitores, siendo libres para no ser sus continuadores en el mundo y para construir su sexualidad por sí mismos, algo que con seguridad escapa a los franceses que participaron en la marcha.
Leer a nuestras sociedades como textos abiertos a nuevos sentidos, nos permitirá vislumbrarnos como seres en permanente creación. Nos permitirá ser más libres.
Interpretación de la CDHDF
Otra ideología absurda aunque dominante, es la relativa al uso de las drogas, que permitió a Calderón iniciar su guerra fallida. Como en toda ideología, esta se nutre de miedos individuales y de intereses poderosos. Por eso hay que festejar la iniciativa del ombudsman capitalino Luis González Placencia, quien al término de la presentación de la primera Encuesta de usuarios de drogas ilegales en la ciudad de México, afirmó que es momento de que los consumidores “salgan del clóset” y tengan la posibilidad de contar sus experiencias con los estupefacientes, además de organizarse y acceder a la información sobre los riesgos y el impacto de sus hábitos: “Esta encuesta nos deja ver que la mayoría (de consumidores) tienen formación de licenciatura, que son personas que trabajan y estudian; que son personas que tiene patrones de consumo que no han, de ninguna manera, tenido un impacto en su vida productiva”.