MADRID.- Todos los martes por la noche, después del noticiario estelar, Televisión Española (TVE) transmite el programa Españoles por el mundo. La producción es sencilla: un reportero y un camarógrafo viajan a alguna ciudad del planeta para conocer por qué sus compatriotas han decidido irse del país (“por amor” o “por trabajo”, es lo más frecuente), cuáles son los principales atractivos turísticos de la ciudad de acogida y cómo es la calidad de vida. Hace unas semanas visitaron la Ciudad de México.
“¿Es tan peligrosa como dicen? ¿Te enfermas si comes algo de los puestos que están en la calle? ¿No te parece que desperdicias parte de tu vida al pasar tanto tiempo en medio del tráfico? ¿La mexicana es una sociedad clasista? ¿Qué hay de la influencia del narco en la capital?…”. Tanto las preguntas del reportero como las respuestas de sus entrevistados reforzaban los estereotipos tantas veces difundidos sobre el Distrito Federal. “Hay zonas de la ciudad que son muy inseguras. Mejor súbete a un taxi de sitio y no tomes cualquiera que pase por la calle. Cuando te digan que la comida no pica, es que sí pica. Aquí todo mundo bebe tequila y canta rancheras. A veces la calidad del aire es insoportable y no sabes qué respiras. Los choferes de los micros son unos salvajes. Es muy común conocer gente muy-muy pobre o gente muy-muy rica; porque la clase media prácticamente no existe.”
Hay datos duros recabados por expertos o instituciones nacionales e internacionales que pueden derribar o fortalecer aquellas preguntas o estas respuestas. Hay testimonios de ciudadanos de a pie que pueden corroborarlos. Pero, ¿quién los domina? o ¿a quién le interesa profundizar? La percepción es la que es, aunque no corresponda con la realidad.
México ha sido (y es) ante el mundo: mariachis, chile, tequila, pueblos pintorescos, playas paradisiacas. Sus ciudadanos han sido (y son) ante el mundo: pícaros, informales, serviciales, cursis, hospitalarios. México ha sido (y es) en los medios de información del mundo: corrupto, violento, desigual, antidemocrático. Y una potencia histórica y cultural.
Para muchos españoles, por ejemplo, México es “un país sudamericano”, “del Tercer Mundo”, “de charros y tequila”, “con buenas drogas baratas”, “que ahora está en guerra […] contra el narcotráfico”. Para otros es “la nación hermana”, “con una riqueza cultural milenaria” y “el mayor país hispanohablante.” La mayoría, sin embargo, mezcla unas cosas con otras. ¿De qué depende cada apreciación? De los comentarios de amigos y familiares y, sobre todo, de lo que les ofrecen los medios.
Últimamente, para los periódicos, la radio, la televisión y los sitios web de España, las noticias de México giran en torno a la violencia causada por el crimen organizado, el regreso del PRI al poder y el auge económico. Solo a veces predomina algún aspecto cultural. Lo más habitual es que los corresponsales o colaboradores envíen crónicas o reportajes sobre los “terribles asesinatos” o “la obscena pobreza”, y análisis acerca de los pros y los contras de la vuelta del “viejo régimen” con “una nueva generación de políticos” y del “enorme potencial económico del país azteca” (siempre y cuando implemente una serie de reformas que permita a las empresas extranjeras invertir en él).
El triunfo de Enrique Peña Nieto y su toma de posesión han ocupado amplios espacios. Y casi todos coinciden en las expectativas “que esto trae consigo”. Es la “esperanza del cambio”, tan recurrente entre los reporteros y opinadores. Pasó antes con el caso de Brasil. Con la llegada de Lula a la presidencia y su política reformista y de apretura, la inseguridad y la violencia pasaron a segundo plano. Y empezó a gozar de “buena prensa”. Hoy Brasil aparece como “el gigante latinoamericano”, “la potencia emergente” o “la tierra de las oportunidades”. Siempre ha tenido un índice de homicidios mayor que el de México (24 por cada 100 mil habitantes, frente a los 16 por cada 100 mil habitantes de nuestro país) y sin embargo en muchos países del mundo se percibe a México como una nación más violenta que Brasil.
¿Es solo cuestión de percepción? Es, más bien, de estrategia de comunicación.
México no ha sabido comunicar sus avances político-sociales y el respeto y la admiración internacional han caído en la última década. En 2010, el Gobierno de Felipe Calderón contrató como asesor al británico Simon Anholt para impulsar la imagen de México en el exterior. Anholt tiene experiencia al respecto en países como Irlanda, Canadá o Chile y aseguró entonces que “un país no es como un detergente o un celular que se vende a un consumidor. En los últimos 20 años he demostrado esta regla básica: ningún país ha logrado mejorar su imagen solo con decirle al mundo lo maravilloso que es”. Y agregó: “La gente no castiga a los países por tener problemas, los castiga por no resolverlos”.
Cuando el pasado 15 de septiembre la Embajada de México en España celebró “el grito” en Madrid, convocó “a la comunidad mexicana y a los amigos de México” a una magna fiesta a la orilla del río Manzanares. Hubo antojitos mexicanos y mariachi. El mensaje parecía ser: “Vean, ¡México es maravilloso!”. Pero, como advirtió Anholt, acciones como esta no son suficientes para evitar, por ejemplo, que varios países emitan alertas para que sus ciudadanos tengan muchas precauciones al viajar a México o que, de plano, recomienden no ir. Lo que hace falta es un trabajo diplomático profesional.
Sin duda, el desafío que tiene el nuevo Gobierno no es fácil. No se trata de “maquillar” las debilidades de México. Se trata de demostrar que Gobierno y sociedad son capaces de resolver sus problemas; que juntos pueden retomar lo aplicado por otros países de su entorno en materia de inseguridad, pobreza y educación; que el país tiene mucho que ofrecer al mundo y que por eso puede ocupar los primeros lugares en la lista de los más visitados. Y para eso es necesario enviar un mensaje claro y contundente en poco tiempo.
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VÍCTOR NÚÑEZ JAIME es reportero de El País (España), ganador del “Premio a la Excelencia Periodística 2012” de la Sociedad Interamericana de Prensa y autor del libro Los que llegan: Crónicas sobre la migración global en México (Debate, México, 2012).