Desde una perspectiva de género y pobreza, el objetivo de este trabajo es acercarnos a la dinámica del empleo informal en México en la última década. Si bien se incorporan a este tipo de trabajo tanto hombres como mujeres, las implicaciones para unos y otras son distintas, debido, entre otras razones, a las diferencias en los ingresos, a la segmentación y segregación laboral y a los diferentes roles construidos socialmente, entre los que desempeña un papel central la desigual distribución de las cargas del trabajo del cuidado no remunerado y las tareas domésticas, en perjuicio de las mujeres. MEC y GE
I. El empleo en México
Uno de los aspectos relevantes de la dinámica del empleo en México es que, en los últimos años, el empleo en el sector primario ha caído tanto para hombres como para mujeres en cerca de un millón de puestos de trabajo; en el sector secundario, si bien hubo una pequeña recuperación en 2008, también cayó. El aumento más importante del empleo en este periodo se da en el sector terciario: más de seis millones de empleos, casi la mitad de los cuales fueron para las mujeres, quienes aumentan su participación principalmente en el comercio, los restaurantes y todos los servicios.
II. El empleo informal
y sus características
Hasta el año 2009, la definición de empleo informal utilizada por la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) basó su criterio de informalidad en la relación de dependencia que hay entre las unidades de producción y el patrimonio de los hogares que realizan estas actividades.2
Para definir la informalidad en este trabajo, utilizamos el concepto ampliado de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que tiene como referente el concepto de trabajo decente (ingreso justo, seguridad en el lugar de trabajo y protección social para los trabajadores y sus familias). Con base en este concepto, podemos analizar las siguientes características del empleo informal en México.
a. Distribución sectorial. La población ocupada en el sector informal equivalió en promedio a 64%, con una tendencia hacia la igualación entre hombres y mujeres.
La industria manufacturera concentró, aunque en forma descendente, la mayor parte del empleo formal de los hombres (34.4% en 2000 y 24.1% en 2009). En el año 2000 también las mujeres encontraban ahí el mayor número de empleos formales (28.2%), pero su participación se redujo porque los servicios sociales concentraron la presencia de las mujeres en el sector formal, de modo que la manufactura pasó a ocupar un segundo lugar, con una disminución similar a la de los hombres, de 10.5 puntos porcentuales.
La segunda mayor concentración de la ocupación formal de los hombres (entre 13 y 14.8%) se dió en el comercio, proporción similar a la de las mujeres, solo que para ellas el comercio se ubicó en tercer lugar, después de su participación en los servicios (30.9%) y en la industria manufacturera (17.7 por ciento).
El empleo informal presenta una pauta muy distinta a la observada en el sector formal. En el caso de los hombres, las mayores proporciones de trabajo informal ocurren en las actividades del sector agropecuario.3 Una parte muy significativa del empleo informal de los hombres —más o menos constante en términos de importancia durante el periodo de análisis— es la que se ocupa en la construcción y el comercio (entre 15 y 16% para cada tipo de actividad). Si sumamos la población que se emplea en estas ocupaciones, rebasaría a la población masculina que se ocupa en la agricultura.
El empleo informal de las mujeres se concentra y aumenta en el comercio (de 31% en 2000 a 34.3% en 2009), en los servicios diversos (21.3% en 2009) y en la industria (13.3 por ciento).
b. Por tipo de unidad económica donde se realiza. El trabajo del sector formal en su conjunto ocurre en las empresas constituidas como sociedad y en corporaciones (57% para los hombres y 45% para las mujeres), en instituciones públicas (27 y 37%) y en los negocios no constituidos en sociedad (13 y 10%). Estas tres unidades engloban más de 95% del trabajo formal.
Cuarenta y cuatro por ciento del empleo informal se da en las empresas formales. Al desagregar las cifras por hombres y mujeres, la informalidad en el ámbito formal equivale a 50% del empleo masculino y a 35% del femenino.
Mientras que a comienzos de la década del siglo XXI la mayor proporción del trabajo informal, tanto de mujeres como de hombres, se llevaba a cabo en los hogares (de manera remunerada o no) y en la agricultura de subsistencia, en los siguientes años la informalidad en el ámbito formal aumentó.
c. Por tipo de local. En el espacio formal, 98.1% del empleo femenino y 95.7% del masculino ocurren en compañías o empresas, instituciones, establecimientos, oficinas, locales y despachos. En el ámbito informal, las mujeres trabajan principalmente en locales (31%); en hogares, de manera remunerada (16.6%), y en sus propios domicilios (14%). Los hombres, en actividades agropecuarias (27%), en locales (22%), en el domicilio del patrón (19%) y en vehículos motorizados (6.3 por ciento).
d. Posición que ocupan en el desempeño de su trabajo. Casi la totalidad (99.7%) de las personas que laboran en la formalidad lo hacen como trabajadores subordinados y remunerados; en cambio, solo 47% de los que se emplean informalmente lo hacen en esa posición.
En la informalidad, 36.4% de las mujeres y 35.5% de los hombres trabajan por su cuenta. Una brecha importante se da en la categoría de los empleadores: mientras que los varones constituyen cerca de 9.9%, entre las mujeres la proporción fluctúa de 3.1 a 3.8%. También se refrendan las diferencias en la población de trabajadores sin remuneración, donde las mujeres constituyen entre 15 y 20% de la población con empleos informales y los hombres entre 8 y 9 por ciento.
e. Tamaño de la unidad económica. El trabajo formal en los tres sectores de la economía se concentra en unidades de producción donde laboran 16 personas y más. En la última década, hay una tendencia de reducción de este empleo formal tanto en la agricultura como en la industria y los servicios.
El tamaño de la unidad donde se ubica el empleo informal es completamente distinto, ya que este tipo de trabajo se realiza sobre todo en unidades de dos a cinco personas y de una sola persona.
f. Ingresos del empleo formal y del informal. Las diferencias en los niveles de ingreso entre el empleo formal y el informal son evidentes, al igual que las disparidades entre hombres y mujeres. De los 15 millones de ocupados formales, más de la mitad (54%) recibían de dos a cinco salarios mínimos. Solo 18% ingresaba hasta dos salarios mínimos. 10% no estaba especificado y cerca de 15 mil personas no percibían ingresos.
En el ámbito informal, en cambio, solo 28% de la población gana de dos a cinco salarios mínimos, 45% está en el rango de uno a dos, 6% en el de más de cinco, 13% no recibe ingresos y 7% no está especificado.
Por sexo, las diferencias resultan destacables. De los hombres que trabajan en la formalidad (9.5 millones en 2009), 15% obtiene de uno a dos salarios mínimos; 56%, más de dos y hasta cinco; 20%, más de cinco salarios, y 9% no está especificado. En tanto, entre las mujeres empleadas formales (5.9 millones), 22% gana hasta dos salarios mínimos; 52% obtiene más de dos y hasta cinco; 16%, más de cinco, y 10% no está especificado.
Pero donde las diferencias por sexo son más marcadas es en los trabajos informales: 38% de los hombres en la informalidad recibe hasta dos salarios mínimos; 33%, hasta cinco; 8%, más de cinco; 12% no recibe ingresos, y 9% no está especificado. En tanto, 57% de las mujeres en la informalidad (10.3 millones) gana entre uno y dos salarios mínimos; 13%, de tres a cinco; 3.5%, más de cinco; 15% no recibe ingreso, y 5% no está especificado.
g. Ingresos y jornada laboral. Para comparar las diferencias de los ingresos entre mujeres y hombres, observamos la duración de la jornada en relación con los ingresos. La proporción de mujeres que trabajan menos de 15 horas semanales es cerca del triple de la de los hombres que laboran ese número de horas.
Al abrir estos grupos por nivel de ingreso, la proporción de mujeres (59%) que gana un salario mínimo es mayor que la de los hombres (40%). En jornadas de trabajo más amplias, de 15 a 34 horas semanales, la proporción de las que ganan un salario mínimo (32%) también es mayor que la de ellos (24.5%). Solo 8.8% de las mujeres que trabajan de 35 a 48 horas gana más de tres a cinco salarios mínimos, frente a 14% de los hombres. Más de cinco salarios por más de 48 horas de jornada laboral solo lo obtiene 5.7% de las mujeres, frente a 11.4% de los hombres.
h. Escolaridad. La proporción de trabajadoras y trabajadores con primaria incompleta en el empleo informal se ha reducido, al tiempo que aumentó la de aquellos con más educación; proporcionalmente, las mujeres tienen más educación secundaria y ligeramente más educación media superior.
III. Empleo informal y pobreza
La relación entre pobreza y empleo informal no ha sido claramente establecida, básicamente por la complejidad de ambos conceptos: al igual que el de informalidad, el concepto de pobreza es multidimensional, dinámico, heterogéneo, subjetivo, construido socialmente y de difícil comprensión. La diversidad de enfoques y definiciones que se han utilizado para su medición y análisis se explica por esta complejidad. Como resultado de ello, el estudio de los indicadores de pobreza presenta dificultades.
Para el acercamiento al tema de la pobreza, se tomó a los hogares que el Coneval definió para 2009 como situados por debajo de la línea de capacidades. La enoe capta información sobre la situación laboral de los integrantes del hogar de 14 años y más de edad, así como de los ingresos por trabajo y de algunas características sociodemográficas. Sin embargo, no registra el total de ingresos, por lo que esta información no resulta suficiente para establecer la condición de pobreza del hogar. Esta es la razón por la que se decidió utilizar también la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), que permite crear una medida más precisa de la condición de pobreza del hogar y construir así un modelo estadístico para clasificar los hogares en dos grupos, pobres y no pobres, de acuerdo con el perfil que los caracteriza. Para ello, se extrapolaron los resultados de la medición de la pobreza de una fuente de datos de mayor precisión como la enigh a la información de la enoe (ver el Cuadro).4
IV. Factores asociados al empleo informal
En general, a partir de los resultados anteriores podemos hacernos la siguiente pregunta: ¿cuáles son los factores más recurrentes en el empleo informal o en el formal teniendo en cuenta la variable de condición de pobreza?5
En el caso de las mujeres, se encontró que en el empleo formal tienen menos hijos que en el empleo informal. Las que viven en hogares pobres y cuentan con empleo informal se asocian al sector agropecuario, tienen tres hijos y más, primaria incompleta, y son menores de 20 años. Las mujeres pobres con empleo formal trabajan en el sector de la manufactura, tienen de 30 a 39 años y están separadas. En cambio, las mujeres de hogares no pobres con empleo informal se asocian a edades mayores de 50 años, están unidas y no tienen hijos. El grupo de empleo formal y hogares no pobres se asocia a mujeres solteras, con secundaria y más, de 40 a 49 años de edad.
En el caso de los hombres, se encontró que el empleo informal está asociado a la escolaridad de primaria completa y menos. Los hombres jóvenes (menos de 20 años) se asocian, en hogares pobres, al empleo informal en la construcción y el sector agropecuario. Los varones de 50 a 59 años se asocian con el empleo informal en hogares no pobres. El empleo formal se asocia a niveles más altos de escolaridad y al sector manufacturero y de servicios. Los hombres de hogares pobres con empleo formal están unidos y su edad va de 30 a 39 años.
V. Comentarios y política económica
El empleo en México mostró un lento crecimiento y un franco estancamiento en 2009. Entre 2000 y 2008 se registran aumentos de la población ocupada y, merced a la crisis iniciada en este último año, en 2009 hubo una reducción de más de 700 mil personas ocupadas. El escaso crecimiento de los últimos años ha significado un estancamiento en la generación de empleos formales. Ante la ausencia de seguros de desempleo, el trabajo informal ha crecido aceleradamente y hoy en día representa 64% del empleo total.
La entrada de las mujeres al mercado de trabajo en México se ha incrementado constantemente en los últimos años; sin embargo, este incremento no ha incidido en el mejoramiento de las condiciones de sus trabajos. Debido a la falta de empleos formales, créditos, capacitación y apoyo en el trabajo del cuidado, que principalmente cae bajo la responsabilidad de las mujeres, para ellas las condiciones son aun más desfavorables, pues pueden ocuparse menos horas que los hombres, obtienen menores salarios y trabajan en condiciones más precarias.
Para los años estudiados, es en el sector terciario informal donde las mujeres encuentran el grueso de sus ocupaciones. De hecho, a finales de la década, el número de las que laboraban informalmente en este sector fue superior al de los hombres. Además, ellas casi duplican las ocupaciones informales del sector terciario (en relación con las formales en este mismo sector) y se ocupan en el comercio, los servicios diversos, fundamentalmente como trabajadoras domésticas y en la industria.
En conjunto, 44% del empleo informal de hombres y mujeres se realiza en empresas formales. Este empleo representa 50% de los empleos informales de los hombres y 35% de los de las mujeres. Este modelo de crecimiento ha traído aparejados dos fenómenos: la profundización de la desigualdad, incluso entre los mismos empleados y ocupados, y el aumento de la pobreza.
Sin duda, un cambio importante para alterar esta trayectoria es volver a crecer en forma sustantiva y sostenida, pero alterando la política económica y social mantenida durante los últimos lustros. Tales cambios deben ser sensibles al género, la pobreza y la informalidad. Se requiere reenfocar las prioridades nacionales para que no se limiten al crecimiento y el control de la inflación. El crecimiento económico sin creación de empleos de calidad no es sostenible ya que el desempleo trae consigo costos humanos elevados y socava la base de la recuperación económica.
Ante este fenómeno, solo con cambios definidos en las políticas económicas de los gobiernos se podrán lograr transformaciones sustantivas. En general, hay que tener en cuenta que, en este proceso de combate a la pobreza y la informalidad, las políticas económicas gubernamentales que se orientan al empleo y consideran los costos del empleo informal pueden obtener mejores resultados sociales —en términos de reducción tanto de la pobreza como de la desigualdad de género— que las políticas que apuntan limitadamente al crecimiento.
INEGI, Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), varios años.
—, Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), varios años.
I.M. Tomei, A Different Perspective: Industrial Relations and The Informal Sector, en OIT, World Labour Report, 1997.
1 Este artículo forma parte de ¿En dónde están las mujeres en la economía?, un estudio amplio que aparecerá próximamente bajo la coordinación de Lilia Domínguez y Flor Brown y los sellos de ONU Mujeres y la Facultad de Economía de la UNAM.
2 En 2010, el INEGI inicia una revisión sobre la cobertura del concepto de informalidad que hasta entonces se utilizaba en la encuesta ENOE, para sustituirlo por uno más amplio.
3 La ENOE no incorpora en su definición de sector informal al sector agropecuario, aunque incluye en el rubro del “sector de los hogares” una parte: la agricultura de autosubsistencia. Si bien es cierto que, al incluir a la población ocupada en actividades agropecuarias, las cifras de nuestro trabajo resultan muy superiores a las de la ENOE, se trata de una de las poblaciones más desprotegidas en términos tanto de servicios en general, como de salud y asistencia social en particular.
4 El análisis se basa en la identificación de una función lineal que cumpla dos condiciones: la máxima separación entre grupos y la mínima varianza al interior de cada grupo. Se busca que los hogares en un grupo se parezcan mucho entre sí y a la vez sean, como grupo, lo más diferente posible de otros grupos.
5 Para este cálculo se cruzó la información de la ENOE con la de la ENIGH, usando como herramienta de análisis estadístico los biplots y las variables de sexo, grupo de edad, escolaridad, sector de actividad, estado civil, número de hijos (solo para mujeres) y regiones de marginación. Para mujeres ocupadas de 14 años y más se incorporó la variable de número de hijos.
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MARÍA ELENA CARDERO es profesora e investigadora de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Economía de la unam. Sus artículos han aparecido en publicaciones como Perfiles latinoamericanos y Estudios económicos. GUADALUPE ESPINOSA es consultora independiente. Trabajó en el Área de Población del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, en la División de Estadística del Secretariado de Naciones Unidas en Nueva York y como directora regional del Fondo de Desarrollo de Naciones Unidas para la Mujer (Unifem).