Saturday, 23 November 2024
Artículos relacionados
Prohibido asomarse
Cultura | Este País | Prohibido Asomarse | Bruce Swansey | 01.04.2013 | 0 Comentarios

®JoyLaville

®JoyLaville

 

El turista perezoso

Porque se encontraba en el centro y su habitación daba a una pequeña plaza triangular y florida, el Diligencias le pareció un hotel realmente simpático. Conservaba de sus tiempos de esplendor minero un amplio vestíbulo y dos salones laterales, uno dedicado al comedor. La escalera era amplia y bien iluminada por el candil que pendía del centro de la techumbre, quizá demasiado brillante comparada con la atmósfera sombría de los pasillos donde pequeñas lámparas adosadas a la pared parpadeaban insomnes.

Era un turista sin prisa ni deseos de conocerlo todo, interesado en perder el tiempo y perderse en esa pérdida que con frecuencia lo recompensaba con creces. Los aromas de los mercados de especias, los canales que reflejan chopos, el desierto donde uno debe ver el suelo porque si no se cae al cielo, andar y desandar calles que se vuelven conocidas sin dejar de ser ajenas. El turista perezoso había sido un fracaso en una época saturada de hordas dedicadas al espolio en las tiendas de souvenirs, convencidos de que conocen una ciudad por haber comprado un gorro grotesco y devorar de prisa la hamburguesa que suelen comer en casa.

La ciudad a la que había arribado ese mediodía se mostró a la altura de sus expectativas: compacta pero llena de recovecos encantadores, austera pero sensual, grandiosa en escala mínima, pétrea pero sombreada por estanques fragantes de sombra sobre los cuales resplandecía un cielo que le recordó el de Grecia, luz sobre los muros ocre y levemente rosáceos o amarillos. En La Fundación saboreó un buen mezcal y apuntó en su libreta la palabra plenitud.

Su gusto por la deriva lo recompensó cuando, después de comer, descendió unas escaleras que lo depositaron en espacios abovedados. Cada paso resonó con el eco amplificado de otro tiempo. La luz escurría su reflejo espaciadamente en aquellas bóvedas enormes que desplegaban sus amplios y sólidos arcos prolongando galerías que terminaban desvaneciéndose en la penumbra.

Decidió pasear hacia dentro del túnel y a poco de caminar distinguió entre el eco de sus pasos el sonido del agua que goteaba en contrapunto. Debían ser filtraciones que desde la superficie solar caían hasta la vasta galería. Siguió caminando con mayor prisa cuando percibió que los golpes aislados del goteo se habían transformado en rumor líquido. Mirando las bóvedas altísimas y las paredes cóncavas que las sostenían pensó que se trataría de un acueducto subterráneo.

Lo que más lo intrigó de aquel sonido acuático fue que al tacto los muros parecían razonablemente secos. Alrededor de cien metros más adelante, en la penumbra era difícil saberlo con precisión, se abría un pozo de luz que iluminaba una escalera de caracol.

Como el rumor del agua crecía se apresuró para alcanzar la columna pálida que señalaba la escalera. Ahora distinguía su metal oxidado cuya precariedad le sugirió telarañas. El rumor había crecido tanto que inundó el espacio. Estaba por alcanzar la escalera cuando vio que un golpe brutal de oscuridad obnubilaba la columna incierta y devoraba la escalera arrastrándola.

Los forenses dictaminaron un paro cardiaco masivo aunque todos los síntomas e incluso el hecho de que su ropa se encontrara empapada indicaban que había muerto ahogado.

 

El círculo de las hadas

Desde la muerte de su padre, su tío se empeñaba en llenar ese vacío aunque no hacía falta y era molesto. A pesar de que estaba contento en su escuela, su tío se había tomado la libertad de cambiarlo de colegio inscribiéndolo para el próximo curso en un sitio decrépito y lóbrego. Por eso cuando su madre le anunció que pasarían el siguiente fin de semana en casa de su hermana le pareció pésima idea. Allí nunca sucedía nada.

Cuando el coche torció a la derecha sintió escalofríos. El camino bordeado por castaños los acercaba serpenteando. Desde una curva vio a lo lejos un cerco de árboles enormes formando una isla compacta que se distinguía del campo donde pastaban las ovejas.

–¿Y eso?

–Es un círculo de hadas.

Miró a su madre incrédulo y seguro de que se trataba de una broma pero lo decía en serio.

–¿Hace cuánto está allí?

–No lo sé. Es muy viejo. Nadie puede tocarlo.

–¿Por qué?

–Porque quien se atreva corre un peligro muy serio. Así que mucho juicio, ¿eh?

Le hubiera gustado enfermar súbitamente. Una fiebre ligera o algo así. No le hacía ninguna gracia eso de salir a primera hora a buscar incansablemente animales para matar pero, según su tío, era inadmisible permanecer en casa para leer y menos para perderse en ensoñaciones.

La lluvia lo arrulló barriendo suavemente los ventanales que daban a un jardín cuyos muros vegetales creaban una perspectiva cerrada sobre una escultura de bronce que representaba a Titania. Antes de dormir le había pedido fervientemente un deseo.

–La lluvia es tonificante —afirmó su tío al alba y, encasquetándose un sombrero de tweed y cogiendo su escopeta, atravesó enérgicamente el vestíbulo ajedrezado y salió al patio donde lo esperaba el mozo con el sabueso que le traía los cadáveres a veces todavía estremeciéndose entre sus fauces.

Caminaron a campo traviesa deteniéndose aquí y allá para cobrar un par de conejos pero un faisán pudo escapar volando hasta el círculo de las hadas.

–¿Lo vas a dejar escapar? —le preguntó para calar su valor.

Sin esperar respuesta caminó en dirección al círculo que de cerca parecía más sombrío e impenetrable. Su tío lo siguió y se detuvieron a unos metros de la barda de laja gris que ceñía la isla. El mozo se detuvo detrás. Entonces escucharon el rumor que hacen los arbustos cuando algo se mueve entre ellos.

–¿Lo oyes? Está allí adentro.

Su tío dudó un instante pero cuando notó que los muchachos intercalaban miradas se echó el fusil al hombro y encaramándose a la barda saltó dentro. El perro, inquieto, corrió rodeando el círculo y ladrando sin cesar desapareció. El mozo guardó silencio y de tanto en tanto atisbaba el cielo que en ese momento se ensombreció como si ya fuese noche cerrada y de las nubes negras e hinchadas empezó a caer un chubasco acompañado de granizo.

Los muchachos se alejaron corriendo para buscar un refugio pero como todo alrededor eran prados tuvieron que ir hasta las inmediaciones del lago donde crecían varios sauces. Desde allí el mozo, que era mayor, alcanzaba a vislumbrar la masa compacta del follaje que señalaba el círculo mágico.

La lluvia apretó descargándose en gruesas cortinas de agua helada zarandeadas por el viento. Los jóvenes permanecieron absortos porque nunca habían visto nada semejante pero una violenta descarga eléctrica que retumbó como si arrasara el cielo e inmediatamente desgarró la oscuridad con descargas lívidas interrumpió su turbación hipnótica.

–¡Cayó en el círculo de las hadas! —dijo el mozo escurriendo.

Arrepentido de haber retado a su tío abandonó el sauce para pedir ayuda. Deseó que no fuera demasiado tarde aunque cuando corrían colina arriba hacia la casa el mozo gritó como si se le escapara el alma. Cerrándoles el paso se alzaba su tío bajo la lluvia y a medida que levantó la mirada distinguió primero el faisán inerte cogido de las patas, luego el abrigo chamuscado y al final una gran cabeza de asno sin sombrero para protegerse de la lluvia.  ~

 

——————————

BRUCE SWANSEY (Ciudad de México, 1955) cursó el doctorado en Letras en El Colegio de México y el Trinity College de Dublín, con una investigación sobre Valle-Inclán. Ha sido profesor en esta institución y en la Universidad de Dublín. Es autor de relatos y crítico de teatro.

 

Dejar un comentario



Fin del veraneo
Este texto estará disponible en el transcurso del mes. Por favor, visite el sumario general o el sumario del suplemento de Cultura regularmente. Los títulos subrayados indican que el artículo completo ya está disponible. Suscríbase a Este País y reciba la versión impresa cada mes a la puerta de su casa o cómprela con su […]
Prohibido asomarse
Solidaridad La bestia que llevo dentro se agita furiosa ante el espectáculo renovado del verano. Contemplo el mundo sostenido por la luz y siento deseos de deshacerlo de un manotazo. Entonces me colma la felicidad porque confirmo que los otros aún me importan. Círculo vicioso Los turistas juegan a ser extranjeros un rato. Después regresan […]
Prohibido asomarse
Inicio del peregrinaje Estaba prohibido franquear el límite que separa la aldea del bosque. Pero aunque los castigos son temibles es imposible evitar que quienes son incapaces de ahogar su ardiente deseo de conocer la verdad abandonen sus hogares. No sucede repentinamente y por eso reconocerlos es sencillo. Empiezan por asomarse a la calle y […]
Los otros nos(otros). El español, el mixe, el matlatzinca y unos mezcales
  ¿A dónde conduce todo? ¿En qué nos convertimos? Aquellas eran nuestras preguntas de juventud y el tiempo nos reveló las respuestas. Conduce al otro. Nos convertimos en nosotros. Patti Smith En matlatzinca1 existe cuatro nosotros, en mixe son dos y en español uno. O bueno, también dos: nosotras, nosotros. Primera persona del plural en […]
Prohibido asomarse
Agua y arena El agua desea la sombra. La arena lo sabe. Así negocia la transparencia de la luz. Por eso se traban revolcándose en la orilla, el agua sedienta de sombra, la arena deseosa de luz.   Industrioso De joven se preguntaba acerca del origen y el fin de sus días. Con el tiempo […]
Más leídos
Más comentados
Los grandes problemas actuales de México (153.160)
...

La economía mexicana del siglo xx: entre milagros y crisis (65.928)
...

Con toda la barba (48.033)
...

¿Por qué es un problema la lectura? (30.528)
Desarrollar el gusto por la lectura no es cuestión meramente de voluntad individual. El interés por los libros aparece sólo en ciertas circunstancias.

La distribución del ingreso en México (26.628)
...

Presunto culpable: ¿Por qué nuestro sistema de justicia condena inocentes de forma rutinaria?
Bas­tan­te han es­cri­to y di­cho ter­ce­ros so­bre Pre­sun­to cul­pa­ble....

Los grandes problemas actuales de México
Se dice que el país está sobrediagnosticado, pero en plenas campañas y ante...

I7P5N: la fórmula
Homenaje al ipn con motivo de su 75 aniversario, este ensayo es también una...

China – EUA. ¿Nuevo escenario bipolar?
No hace mucho que regresé de viaje del continente asiático, con el propósito...

La sofocracia y la política científica
Con el cambio de Gobierno, se han escuchado voces que proponen la creación...

1
Foro de Indicadores
Debates que concluyen antes de iniciarse
El proceso legislativo reciente y sus números

Eduardo Bohórquez y Javier Berain

Factofilia: Programas sociales y pobreza, ¿existe relación?
Eduardo Bohórquez y Paola Palacios

Migración de México a Estados Unidos, ¿un éxodo en reversa?
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Donar no es deducir, donar es invertir. Las donaciones en el marco de la reforma fiscal
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Impuestos, gasto público y confianza, ¿una relación improbable?
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Los titanes mundiales del petróleo y el gas
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

La pobreza en perspectiva histórica ¿Veinte años no son nada?
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

La firme marcha de la desigualdad
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Factofilia. 2015: hacia una nueva agenda global de desarrollo
Roberto Castellanos y Eduardo Bohórquez

¿Qué medimos en la lucha contra el hambre?
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Bicicletas, autos eléctricos y oficinas-hotel. El verdadero umbral del siglo XXI
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Parquímetros y franeleros: de cómo diez pesitos se convierten en tres mil millones de pesos
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Factofilia: Una radiografía de la desigualdad en México
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Factofilia: Más allá de la partícula divina
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Factofilia: El acento está en las ciudades. Algunos resultados de la base de datos ECCA 2012
Suhayla Bazbaz y Eduardo Bohórquez