La semana pasada se apagaron las esperanzas para una reforma migratoria en EU durante el 2014. Es una repetición ya bien conocida: igual que en varias ocasiones durante la década pasada, los demócratas están listos para negociar, pero los republicanos no tienen la voluntad de llevarlo a cabo.
Y lamentablemente, lo más probable es que esta fue la última oportunidad para una reforma durante el gobierno de Obama, que termina en enero de 2017. Si los demócratas no recuperan el control de la Cámara de Representantes en los comicios de noviembre, un resultado que ahora tiene escasas posibilidades, entonces los republicanos seguirán siendo capaces de tronar cualquier progreso legislativo en el tema. Finalmente, pese a la oportunidad política que representa una reforma migratoria —en pocas palabras, es una manera concreta de sanar la herida con los votantes hispanos— los republicanos no quisieron arriesgarse con su base electoral para apoyarla. Es un riesgo que en algún momento van a tener que asumir, pero si no tuvieron la valentía suficiente en febrero de 2014, mientras faltan casi tres años para la próxima elección presidencial, pues menos en febrero de 2015, y menos aún en 2016. La puerta se ha cerrado.
Hace dos semanas, una reforma migratoria en 2014 parecía tener vida. Los pesos pesados de los republicanos en la Cámara de Representantes (John Boehner, Eric Cantor, Paul Ryan) publicaron una serie de metas en base a las cuales negociarían una reforma migratoria. El documento ofreció pocos detalles, eso sí, pero fue el principio de una propuesta concreta. Incluyó una legalización para los indocumentados mas un camino a la ciudadanía para los que llegaron de niños a Estados Unidos. Perfecta no fue, pero como punto de partida para los republicanos, fue un paso positivo y un momento optimista.
Sin embargo, el optimismo no duró mucho. Ted Cruz, el senador republicano del momento y precandidato para 2016, denunció el plan como una amnistía, la palabra más vulgar en el diccionario conservador hoy en día. El apoyo republicano para las medidas propuestas, por más modestas y lógicas que sean, desapareció. Una vez más los republicanos huyeron de su momento de claridad, y volvieron a lo que son: un partido plenamente antimigrante.
Pintarse así es un grave error estratégico. Muchos votantes hispanos interpretan su oposición a los migrantes como una antipatía hacia los latinos generalmente. Y como Jonathan Chait (entre otros) ha detallado, para los republicanos será casi imposible ganar una elección presidencial sin ganar Florida, y esto es casi imposible sin un apoyo más fuerte de los latinos. Construir una base electoral que sacrifica el apoyo de las minorías, precisamente cuando el tamaño relativo de este grupo está disminuyendo, es una apuesta perdedora.
Es por eso que tarde o temprano, los republicanos van a tener que buscar congraciarse con los votantes hispanos, y el primer paso es aprobar una reforma migratoria. Mientras lo sigan bloqueando, les será difícil ganar la presidencia. Cualquier observador neutral lo reconoce.
Pero los republicanos siguen haciendo lo mismo. No solamente no pueden salir de su hoyo; con cada año que pasa lo hacen más hondo. Como dije al principio de este post, es una repetición ya muy choteada; desde hace una década estamos viendo las mismas heridas autoinfligidas. Es una situación altamente extraña, como un director técnico que persiste en las tácticas erradas, y pierde un juego tras otro innecesariamente. Nada más con la pequeña diferencia que no hay forma de que los republicanos corran a su DT, y las consecuencias de su ceguera afectan a millones de personas.