La “teoría queer” aporta una de las perspectivas más críticas y, en parte, realistas acerca de las sexualidades de las personas, porque cuestiona las categorías, etiquetas e identidades que de estas se forman, y abre la posibilidad a convivencias orientadas por los encuentros persona a persona, con base en las semejanzas y no en exaltar las máscaras o etiquetas de la “radical otredad”.
Historia y contexto de la teoría queer
Queer es una palabra que en inglés significa ‘retorcido, raro, desviado’, pero también ha tenido un uso histórico para referirse a la homosexualidad y/o a las identidades o comportamientos no heterosexuales. Grupos de activismo y lucha política ligados al feminismo y a los movimientos lésbicos y gays durante los años noventa del siglo XX comenzaron a cuestionar y rechazar las taxonomías y categorizaciones de las personas por medio de identidades rígidas basadas en sus sexualidades y en supuestos “hechos biológicos”. Estos grupos expresaban no sentirse identificados/as, representados/as y respetados/as con categorías que la mayoría de la población asume en automático y como naturales y constitutivas de la realidad como los son “hombre” o “mujer”, “heterosexual” u “homosexual”, u otras menos asimiladas por la mayoría de las personas pero sí en los ámbitos de la psicología, académicos y médicos como la transexualidad o el travestismo. De tal modo que adoptaron el adjetivo queer para reivindicar la diversidad inclasificable de las sexualidades humanas y hacerla un estandarte de la lucha por el reconocimiento de este hecho y, por lo tanto, del derecho humano a vivir sin los estigmas y los guiones vitales que de esas categorías se desprenden.
La crítica a estas categorizaciones también señaló cómo es que se construyen en función de una heteronormatividad, es decir, reglas de vida y de comportamiento basadas en una heterosexualidad obligatoria, presentada como lo normal y natural.
Disidencia sexual
La teoría queer rechaza toda clasificación sexual. Las identidades gay, lésbica, transexual, travesti y heterosexual se han evidenciado a través del estudio histórico de la sexualidad, los estudios de género y sobre las manifestaciones comportamentales de la sexualidad como líquidas, políticas, históricas y productos culturales. La identidad queer se presenta como transgresora y promotora de un cambio de los paradigmas epistemológicos binarios (por ejemplo, percibir el mundo y a las personas desde la polaridad femenino-masculino) y políticos de subordinación de los/as anormales a la “normalidad”. Lo queer hace referencia a la identidad como autoelección y al derecho a ser quien se es sin estigmas, exclusiones o castigos.
¿Sexualidad o sexualidades?
Un aporte del estudio de la sexualidad en los últimos veinte años, como de los estudios de género y la “teoría queer”, es asumir que no se puede hablar de una sexualidad única, sino que la sexualidad, en tanto producto de múltiples dimensiones y no solo de determinismos biológicos, al ser un concepto complejo, bio y psicosocial, no puede ser entendida como única o lineal. Una fórmula descriptiva apegada a la gran variedad de manifestaciones y factores que moldean estas manifestaciones es el hablar de sexualidades y no de sexualidad.
El binarismo imaginario
El binarismo en sexualidad se expresa en la concepción equivocada de que en la naturaleza existen machos y hembras, por lo tanto, mujeres y hombres, y esto es lo normal y natural. Una segunda percepción se desprende de esta, que los comportamientos son esenciales para unas y otros. Aunque esto ya ha sido evidenciado ampliamente como falso por los estudios de género, los cuales han demostrado que los comportamientos son producto de la educación, en muchos ámbitos se mantienen estas creencias.
La percepción binaria que alude a un supuesto argumento biologista es en realidad una idea moldeada por la cultura y no una evidencia científica. Cuando se habla de la diferenciación sexual, la mayoría de las personas la entienden como una cuestión meramente genital, vulva y vagina = mujer; pene y testículos = hombre. Pero la diferenciación sexual es algo más complejo y en ella están involucrados por lo menos seis niveles distintos: el sexo genital; el sexo gonadal (son los órganos reproductores que producen las células sexuales, ovarios y testículos); el sexo cromosómico (que es determinado por la herencia genética); el sexo hormonal, y también los caracteres sexuales secundarios que son los cambios que suceden en la pubertad por efecto de las hormonas. En todos estos niveles hay variantes de persona a persona. Esto incluye los mal llamados estados intersexuales que son personas que han nacido con testículos y algunos rasgos de genitalidad femenina o con ambas gónadas o que tienen ovarios combinados con algunos aspectos de genitalidad masculina, se estima que podría tratarse de 1% de la población mundial. Estas condiciones biológicas son mal llamadas “intersexuales”, porque desde una perspectiva binarista (simplista) estarían entre los sexos, opuestos y complementarios, pero no es así, el sexo con el que nacieron es su sexo.
Semejanza y respeto
La teoría queer ha abierto el debate y ha contribuido a desarticular muchos mitos en torno a las sexualidades de las personas y ha puesto énfasis en el carácter político de estas. Una de dichas aportaciones es la puesta en duda de las sexualidades como objeto de una “radical diferencia” desde donde se articulan el estigma, la marginación y la agresión sociales hacia el otro/a, equivocado/a, retorcido/a, raro/a, desviado/a. Las sexualidades no son la esencia de las personas, son acaso una parte de ellas y las identidades que de estas se desprenden son móviles y autoelegibles, anterior a todo esto existe una condición como seres humanos que permite, si se percibe sin prejuicios, encontrarnos y respetarnos como lo que sí somos, semejantes más allá de las diferencias.
¿Qué tanto percibes como semejantes a las personas que tienen condiciones o comportamientos sexuales distintos a los tuyos?
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