¿Existe alguna diferencia real entre etiquetar a los civiles armados en Michoacán como Autodefensas o bien como Paramilitares? Me dicen que este último término debe utilizarse para grupos entrenados y armados por el Estado y que lo que ocurre en esa entidad es distinto porque los civiles se armaron a sí mismos, algo más parecido a Fuente Ovejuna que a lo ocurrido en Colombia.
Estoy de acuerdo con el supuesto de que la ciudadanía tiene derecho a organizarse para salvar su vida cuando el Estado no lo hace y me parece que lo que venía ocurriendo en Michoacán tiene legitimidad: sexenios de fracasos y de políticos incompetentes y una ciudadanía presa del narco; pero de eso a creer que los civiles se armaron a sí mismos sin la participación de fuerzas económicas poderosas, o que tienen derecho a quedarse con las armas aun cuando el Estado les ha pedido desarmarse para ser el encargado de su seguridad, hay mucho trecho.
Quienes cometieron barbaries contra la población civil en Colombia fueron grupos financiados por civiles y militares: ganaderos, empresarios, políticos, y ciudadanía local en su defensa contra las FARC, guerrilla narcotraficante que les asolaba y extorsionaba. Se llamaban a sí mismas Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y basaban su legitimidad en el abandono estatal. Al final se identificaron con el enemigo que combatían y le entraron al negocio del narcotráfico y del secuestro para financiarse. Por eso era fundamental prevenir este fenómeno en México, si bien había que hacerlo con inteligencia, es decir, algo absolutamente distinto al modo en que actuó el Ejército el día de ayer.
Seis años con Calderón tendrían que habernos enseñado que utilizar a las fuerzas armadas de forma indiscriminada no es ninguna solución al problema de la violencia y ayer mismo murió un niño y varios adultos, presumiblemente por fuego abierto por soldados del Ejército. ¿Existió alguna negociación real con las autodefensas que hubiera podido evitar estas muertes? Porque la transmisión en cadena nacional de un mensaje que el líder de las autodefensas más tarde desmintió, muestra las inconsistencias del discurso oficial y expone a una autoridad que buscó el impacto mediático antes que la negociación con una población harta de las extorsiones de los narcotraficantes.
Había que hacer algo, todos lo sabíamos. Emprender iniciativas de pacificación que, como las descritas por Edna Jaime en su texto de ayer, rindieron frutos en Ciudad Juárez (o bien como las que resultaron exitosas en Colombia). Lejos de eso, las narraciones que se leen en la prensa nos muestran militares desorganizados presa de la mayor de las improvisaciones: entramos y te quitamos las armas pero luego te las regresamos porque tienes el apoyo del pueblo. Entramos y disparamos a la ciudadanía que desarmada viene hacia nosotros porque podemos hacerlo.
Mal comienza la estrategia de seguridad federal en Michoacán porque la milicia en la que la ciudadanía debía confiar llegó matando ciudadanos, lo que nos recuerda que el Ejército, por mejor calificado que esté, a la hora de los problemas no deja de ser lo que es: una máquina para matar muy lejana de la policía civil o de la gendarmería que tanto nos prometieron.