Las meras intelectualizaciones o conceptualizaciones son insuficientes para alcanzar una convivencia de tipo ciudadana. Ésta requiere la construcción de valores y actitudes cívicas y democráticas con las cuales se asume que las otras personas son semejantes, para lo cual es necesaria una educación integral que involucre las emociones.
Enajenación y violencia
La discriminación contra algún grupo poblacional se masifica cuando se fabrican estereotipos para etiquetarlos/as como inferiores o despreciables, generando o reforzando un prejuicio contra éstos/as. La característica del prejuicioso/a es carecer de elementos propios para realizar una evaluación de las circunstancias, es decir, sus decisiones se basan en las opiniones, no verificadas, de alguien más. Prejuicios y generalizaciones se vuelven un continuo porque ambos responden a un adiestramiento cognitivo basado en la lógica del menor esfuerzo posible. Un ejemplo es pensar que las personas en situaciones de pobreza están ahí “porque quieren” pues, “todos y todas, no quieren trabajar”.
Enajenación significa en lo ajeno. Los prejuicios se tratan pues de una enajenación.
Los prejuicios estigmatizantes impiden que percibamos al estigmatizado/a como semejante. Lo contrario a esto es la empatía, es decir la capacidad de las personas de entender a los otros/as por medio de un reconocimiento mutuo que se basa en lo emotivo, lo cual sólo es posible y tiene sentido si asumimos que las otras personas y nosotros compartimos respuestas emocionales ante experiencias análogas; que formamos una comunidad y poseemos una semejanza. La empatía requiere el reconocimiento de los otros como semejantes y el conocimiento de las propias emociones (autoconocimiento).
Las emociones como autoconciencia y libertad
Una de las narraciones acerca de la importancia de las emociones como vía para la autonomía moral y el reconocimiento de los otros como semejantes es Blade Runner la película de Ridley Scott (1982) (inspirada en la novela de Philip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?). La película presenta una visión futura de la humanidad, en donde una corporación ha logrado fabricar humanoides destinados a servir como esclavos en tareas que implican arriesgar su vida en situaciones como la guerra o la colonización de otros planetas. Como medida de “seguridad” han sido creados con una obsolescencia programada que acabará con su vida al termino de 4 años. A algunos modelos se les han implantado recuerdos falsos para evitar que la “inestabilidad de las emociones” les haga advertir su sujeción. Son declarados ilegales en la tierra tras una rebelión para librarse de sus opresores. El protagonista es un policía encargado de perseguir y matar (lo que llama la propia policía de la ficción con un eufemismo “retirar”) a los rebeldes que han violado la prohibición buscando al ingeniero genético que los creó, para que desinstale su obsolescencia, que no es otra cosa que una condena de muerte. En algún sentido las emociones y su papel en la consecución de la libertad y la autoconciencia son coprotagonistas en Blade Runner. Éstas le permiten a los humanoides advertir su semejanza con los humanos y la injusticia de su esclavitud, por ello, son bloqueadas a través de la implantación de recuerdos ajenos. En este mismo sentido el perseguidor puede problematizar su prejuicio con respecto a los perseguidos cuando descubre en estos gestos de nobleza insospechados en la convivencia con sus propios colegas, marcada por la violencia y la manipulación.
Educación emocional y vida ciudadana
Una de las aportaciones mas importantes de las neurociencias y las ciencias de la conducta al mundo de la educación en los últimos años es la crítica a la idea única y homogénea de inteligencia. Los trabajos de los investigadores de la Universidad de Harvard cuestionaron como única la inteligencia que se mide con las pruebas de coeficiente intelectual (IQ), la capacidad de las personas para traducir sus experiencias e información, en abstracciones y encontrar relaciones entre éstas de tipo lógico o matemático, para resolver problemas. Articularon evidencias para señalar que las distintas personas tenemos desarrolladas múltiples inteligencias, entre las que están la emocional o intrapersonal y la interpersonal, es decir, el conocimiento de sí mismo y la capacidad para establecer relaciones constructivas con las demás personas.
Estos descubrimientos dieron origen en el plano educativo al desarrollo de las habilidades socioafectivas (HSA), las cuales se han agrupado en cinco áreas: conciencia de sí mismo, conciencia social, habilidades relacionales, manejo de emociones y comportamientos, y toma de decisiones responsables. Las HSA forman parte de los programas de educación ciudadana más exitosos a nivel global por el simple hecho que sin la educación de las emociones se dificulta percibir a los demás como semejantes y desarrollar las destrezas para convivir de una manera inclusiva, democrática y respetuosa.
Platicando de estos temas con una brillante amistad mía en lo tocante a la inteligencia de tipo IQ, pero extraviada en sus emociones, me dijo “que sorprendente, nunca lo había pensado”, yo le respondí, “es que muchas de estas situaciones no son cosas que se piensan, son cosa que se sienten”.
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