Un teléfono suena. Dos veces. Justo antes de la tercera, alguien lo descuelga.
ELLA: Bueno.
ÉL: (A través del auricular.) Buenos días, ¿tengo el gusto con la señorita Karen… Kar-ina… Go-cho-che…?
ELLA: Karenina Goicochea. ¿Quién la busca?
ÉL: Su servidor Adolfo Gaytán, de London Prevision México.
ELLA: Soy yo. ¿Qué se le ofrece?
ÉL: Ante todo, darle los buenos días. ¿Cómo se encuentra el día de hoy, señorita Goicochea?
ELLA: Mire, si es para ofrecerme una promoción, no me interesa.
ÉL: No, señorita, no voy a ofrecerle ninguna promoción. El motivo de mi llamada es exponerle la increíble oportunidad que London Prevision México tiene reservada para usted.
ELLA: No me interesa, gracias.
ÉL: Al menos déjeme decirle qué es lo que estamos ofre/
ELLA: No me interesa.
ÉL: No le voy a quitar más que un minuto de su tiempo. Mire, como parte de nuestro selecto círculo de clientes distinguidos, usted ha sido elegida para recibir, antes que nadie, los beneficios de nuestro nuevo plan “Futuro hoy”, mediante el cual…
ELLA: ¡No me…!
ÉL: (Rápidamente.) … mediante el cual, usted va poder disfrutar antes que nadie, y con un descuento del cincuenta por ciento, de todos los beneficios de…
ELLA: ¿No oyó? no me interesa.
ÉL: Pero déjeme explicarle cuáles son los beneficios, antes de decir que no le interesan.
ELLA: No, es que no me interesa escuchar cuáles son los beneficios, ¿cómo se lo tengo que decir?
ÉL: Dígame, señorita Goicochea, ¿cuál es el motivo por el que no le interesa conocer los beneficios del plan?
ELLA: Porque no me interesa.
ÉL: Ajá. ¿Pero cuál es el motivo por el que no le interesa…?
ELLA: El motivo es: porque no me interesa. Adiós.
ÉL: … ¿Le puedo preguntar una cosa, señorita Goicochea?
ELLA: ¡“Señora”!
ÉL: ¿Usted tiene hijos?
ELLA: … No.
ÉL: ¿Sobrinos?
ELLA: ¡No!
ÉL: No importa, porque el plan “Futuro hoy” está diseñado de manera flexible para adecuarse a las características de cada cliente. ¿Cuál es su sueño?
ELLA: ¿Mi…?
ÉL: Todos tenemos un sueño. Solo dígame, ¿cuál es el suyo?
ELLA: … Voy a colgar.
ÉL: Solo le pido que me diga cuál es ese sueño que usted siempre ha acari/
Sonido del auricular al ser colgado. El suspiro de la mujer en primer plano. Sus tacones que se alejan.
El teléfono vuelve a sonar. Los tacones se detienen. Tras un momento, se acercan con decisión hacia el aparato que sigue sonando.
ELLA: ¡Bueno!
ÉL: ¿Por qué me cuelga, oiga?
ELLA: Deje de molestar, ¿ajá?
ÉL: Solo dígame por qué me cuelga. O sea, no fue muy amable de su parte, la verdad, así, ¡a media frase!
ELLA: Le cuelgo porque no me interesa en lo absoluto su plan del “Mañana hoy” y…
ÉL: (Corrige.) “Futuro hoy”.
ELLA: ¡Sea lo que sea! No va a convencerme, ¿oquei? Ya tengo un seguro para mi coche, ya tengo un seguro médico, y no quiero un seguro de vida. ¿Está claro?
ÉL: No, es que “Futuro, hoy” no es un seguro, sino un plan de autoadministración que por solo cuarenta pesos diarios…
ELLA: ¡No vuelva a hablarme! ¿Oquei? ¡Bórreme de sus listas! Voy a colgar, y si se atreve a marcarme de nuevo, voy a ponerle una denuncia en la Profeco.
ÉL: De antemano le pido una disculpa si mi llamada le resulta inoportuna, pero créame que cuando escuche de qué se trata, va a resultar de su interés. Pero antes dígame, ¿cuál es su sueño?
ELLA: …
ÉL: Ese viaje tantas veces planeado… una boda… ¡el enganche de la casa que siempre soñó! ¿Cuál es el suyo?
ELLA: ¡¡mira, me vale madre tu pinche plan!! ¿¿oquei?? ¡¡por mí, puedes irte a vendérselo a tu chingada madre!! ¿así, o más claro?
ÉL: …
El auricular es colgado bruscamente.
ELLA: (Primer plano, entre dientes.) ¡Este pendejo…!
El teléfono vuelve a sonar.
ELLA: (Primer plano, incrédula.) … ¡Hijo de la chingada!
El teléfono sigue sonando. En primer plano escuchamos la respiración agitada de la mujer. Tras algunos timbrazos, entra la contestadora.
VOZ FEMENINA: (Por la bocina de la contestadora.) Please leave your message.
Se escucha un largo «bip» y, a continuación, la voz masculina amplificada por la bocina de la contestadora.
ÉL: Mire, señora, la verdad, yo no soy qué para que me diga esas cosas. Digo, yo en ningún momento le he faltado al respeto… ¿le he faltado al respeto? Pues de la misma manera le pido que usted no me falte a mí. Digo, yo solo le estoy pidiendo, de manera a-ma-ble, que me diga el motivo por el que no le interesa contratar nuestro plan. No es mucho pedir, ¿o sí? Pero usted me suelta todos esos insultos como si yo le hubiera dicho quién sabe qué; y pues, la verdad, yo también podría responderle de la misma manera, ¿eh? Yo también puedo haber tenido un mal día. ¿O usted cree que yo estoy en una alberca, con una cuba, pasándomela a toda madre? La invito, la invito a que venga a conocer el cuchitril en el que nos ponen a hablarles. Todo el día haciendo llamadas que nadie quiere tomar, ya no digamos contratarnos el plan; todo el día siendo el punching-bag de la gente, que piensa que lo hacemos por chingar, y que tienen derecho a decirnos de cosas. Pero no, ¡nooooo! Discúlpeme, yo también soy una persona humana y merezco respeto, así como usted. Y si usted tuviera una madre, ya que tanto la mienta, me daría la explicación que con todo respeto le he estado pidiendo. Lo menos. De hecho, si tuviera educación debería pedirme disculpas, y escuchar en qué consiste el plan que le estoy ofreciendo. Pero, digo, si no me va a pedir una disculpa, de menos una explicación sí me la debe. De por qué no le interesa el plan, y por qué me dijo todas esas cosas tan agresivas. (Pausa.) Aquí la voy a esperar, ¿eh?… Aquí estoy, esperando su explicación.
Pausa. Durante algunos segundos, solo se escucha la respiración agitada de Él, magnificada a través de la contestadora. De pronto, la bocina es descolgada abruptamente.
ELLA: ¡Sí tengo hijos!
ÉL: ¿Mande?
ELLA: Dos. Cinco y siete años. Tenía. Mi marido me los quitó. Mi exmarido. Ese hijo de puta los secuestró y sobornó al juez para que le diera la patria potestad. ¡Y ahora resulta que yo soy la mala, que yo les pegaba y que abandoné el hogar, y quién sabe qué tanta mierda que les ha metido en la cabeza durante todo este tiempo! Como si no hubiera sido él quien propuso el divorcio; como si no hubiera sido él quien anduvo de pitofácil con todas las de su oficina, ¡con mi propia hermana!… Hace tres años que no veo a mis hijos. Tres años. ¿Su plan puede hacer que ese cabrón me regrese a mis hijos? ¿Eh?
ÉL: …
ELLA: Le hice una pregunta. ¿Su plan, o seguro o lo que sea, puede hacer eso por mí?
ÉL: … N-no creo.
ELLA: Bueno, pues ahí tiene. Ahí tiene su motivo por el que no me interesa. ¿Contento?
ÉL: … Va a ver que recupera a sus hijos. Se lo, se lo puedo asegurar.
ELLA: (Ríe con incredulidad.)
ÉL: Y para ese momento, lo mejor que usted podrá ofrecerles es un futuro que les permita estudiar o cumplir sus más preciados sueños, capitalizando el plan que, si empieza a pagar hoy solamente cuarenta pesos diarios…
ELLA: ¿Sabe qué estaba haciendo cuando entró su llamada? Me iba a tomar un frasco de lexotanes. Estaba decidida. Solo que de pura pendeja todavía sigo pensando que ese pendejo se va a tomar en serio el recado que le dejé en la mañana, y por eso contesté. ¡Como si me fuera a hablar para pedirme perdón, el hijo de la chingada!… Pues, como ves, para mí no hay futuro. Mi futuro son unos cuantos minutos más, solamente. En lo que agarro valor. Así que no me interesa ninguno de los planes que tú me puedas ofrecer. A menos que sea una cripta. ¿También vendes criptas?… ¡Te estoy preguntando!
ÉL: … (Ríe ingenuamente.) Es una broma, ¿verdad?
ELLA: ¿Te parece una broma?… ¿Quieres venir a comprobar lo que te digo? Total, más inoportuno de lo que ya has sido… ¿cómo me dijiste que te llamabas? ¿“Alonso”?
ÉL: (Entre dientes.) Adolfo Gaytán, ejecutivo de ventas.
ELLA: ¿Por qué no vienes, Adolfo, y te platico toda mi historia? Si te apuras, todavía me alcanzas. ¿Por dónde estás?
ÉL: … No tenemos autorizado dar esa información.
ELLA: Y así de una vez das aviso a la policía. Yo estoy por el sur. Quién sabe, igual llegas a tiempo y hasta me ayudas a hacerlo. Con un ayudante hasta puedo inventar un final más imaginativo… Sí vas a venir, ¿no? ¿Eh?… ¿Adolfo?
Tras un momento, se escucha el auricular que es colgado del otro lado de la línea y, luego, el sonido intermitente de la llamada terminada. En primer plano, la mujer se quiebra en un llanto silencioso. El auricular es colgado en primer plano, torpemente. El llanto va creciendo en intensidad hasta derivar en gemidos incontrolables.
Un nuevo timbrazo interrumpe la lloradera. La mujer interrumpe su llanto, escuchando con asombro el teléfono que suena con insistencia. Descuelga lentamente.
ELLA: (Débil.) Bueno.
VOZ FEMENINA 2: (A través del teléfono.) Buenos días, mi nombre es Yatziri Mendizábal. ¿Tengo el gusto con la señorita… Karen… Mina… Gochea?
La Mujer gime quedamente en primer plano.
VOZ FEMENINA 2: El motivo de mi llamada es comunicarle que, por ser cliente cumplido, Banco del Sureste le está otorgando un crédito preautorizado por veinte mil pesos, pagaderos a un plazo de hasta treinta y seis meses. ¿Qué le parece esta oportunidad, señorita Gochea?
ELLA: (Débil, moqueando.) Ahorita no… ahorita… no…
Se escucha el auricular caer al suelo.
Por su bocina sigue saliendo la vocecita:
VOZ FEMENINA 2: Pero dígame, señorita Gochea, ¿cuál es el motivo por el que no le interesa el producto que le estoy ofreciendo? ~
*Fotografía tomada de http://www.flickr.com/photos/96734916@N05
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Dramaturgo, guionista y director de cine y de teatro, FLAVIO GONZÁLEZ MELLO (Ciudad de México, 1967) estudió en el CUEC de la UNAM y en el CCC del CNA. Algunas de sus obras teatrales son 1822, el año que fuimos imperio; Lascuráin o la brevedad del poder y El padre pródigo. En 2001 publicó el libro de cuentos El teatro de Carpa y otros documentos extraviados. En 1996 ganó el Premio Ariel por su película Domingo siete.