Hasta la fecha, le ha tocado a Washington un verano agradable, sin la humedad y el calor que suelen dominar esta zona pantanosa de mayo a septiembre. Sin embargo, aunque no ha sido una temporada que inspira miedo del cambio climático drástico e inminente, algunos líderes políticos han superado la torpeza típica del verano washingtoniano y el país ha dado los primeros pasos contra uno de los peligros más importantes que enfrenta el mundo actual.
Los más importantes de estos pasos son las nuevas regulaciones sobre las centrales eléctricas que anunció Obama hace un mes, que las obliga a disminuir sus emisiones de dióxido de carbono en un 30 por ciento. Tales centrales son una gran fuente de gases responsables del efecto invernadero, de los cuales Estados Unidos es uno de los mayores emisores, lo cual, no es un dato menor. A pesar de eso, estas regulaciones han despertado gran oposición dentro del país pues los cambios introducidos por Obama tendrían el efecto secundario de efectivamente eliminar las centrales que dependen de carbón, cosa que haría innecesarias las minas de carbón. Por lo que, se eliminarían muchos trabajos, muchos de ellos concentrados en las zonas ya pobres de Appalachia. Por lo mismo, las nuevas reglas han inspirado una demanda y es muy probable que la Suprema Corte acabe invalidando su impacto.
Pero en todo caso, la voluntad de Estados Unidos de lidiar con sus altos niveles de emisiones de dióxido de carbono es un requisito esencial para dar un primer paso hacia un tratado internacional que realmente limite las emisiones mundialmente y proteja el clima del cual todos vivimos. Aún estamos lejos de concretar tal tratado, que es la única solución viable a este peligro mortal, pero es la primera vez que la economía más grande del mundo demuestra la voluntad de participar y de imponerse restricciones.
El otro ejemplo reciente de este nuevo interés en tomar en serio los riesgos climáticos es un reporte que se llama Risky Business, y fue publicado la semana por un grupo encabezado por el exsecretario del Tesoro, Hank Paulson; el exalcalde de Nueva York, Michael Bloomberg y el inversionista multimillonario Tom Steyer. El reporte ofrece un retrato devastador del impacto económico de unas cuantas décadas de cambio climático; según sus cálculos, el incremento de huracanes en la costa oriental costaría al país muchos miles de millones de dólares anualmente. El corazón agricultor del país podría ver su producción bajar por un factor de 70 por ciento. Como medida preventiva, ellos abogan por un impuesto contra la emisión de dióxido de carbono, que es la vía más directa y eficaz, pero poco probable en el contexto político actual.
El reporte de Paulson y su grupo es sumamente notable porque viene de la derecha económica; Bloomberg ya es independiente, pero llegó a la alcaldía de Nueva York por la bandera republicana, y Paulson sirvió en el gabinete de George W. Bush. Y ellos aceptan la ciencia detrás del tema, hablan del riesgo en términos estrictamente económicos y abogan por una respuesta más agresiva que la de la administración actual, pese a que los demócratas suelen ser más favorables al medio ambiente.
Lo que esto implica es que hay cada vez más espacio en el Partido Republicano para tomar en serio el riesgo de cambio climático. Claro, la gran mayoría de los que quisieran volver a ser elegidos por votantes republicanos niegan la premisa de que el clima esté cambiando, o dicen que el cambio no se debe a las actividades de los hombres. Pero tal posición es inviable a largo plazo y reportes como Risky Business minan los argumentos basados en la ignorancia o la esperanza ciega.
La lucha contra el cambio climático está lejos de solucionarse y finalmente no hay una solución sin la participación de China (el mayor productor de emisiones de dióxido de carbono) y de la India. Pero tampoco sin Estados Unidos, y la voluntad de imponerse restricciones y someterse a un régimen internacional se ve, por la primera vez, como una posibilidad real.
____________
Fotografía tomada de https://www.flickr.com/photos/leocub/