Los acontecimientos recientes en la Franja de Gaza representan el regreso de un patrón muy lamentable. Durante tres semanas de conflicto, más de mil palestinos y casi 50 israelíes han muerto, pero ni uno de los dos lados parece estar avanzando sus intereses ni protegiendo su seguridad.
La guerra actual entrará a la historia como un ejemplo trágico de no evitar las escaladas innecesarias. El gobierno israelí y los líderes de Hamás existen en un estado eternamente hostil, pero el conflicto actual se debe al secuestro y asesinato de tres jóvenes israelíes en junio. Este crimen, cometido por una célula de Hamás evidentemente operando sin la instrucción de los máximos líderes del grupo, provocó la matanza de un joven palestino. Hamás respondió con el lanzamiento de miles de cohetes a tierra israelí, mientras las fuerzas aéreas de Israel empezaron a bombardear posiciones militares en la Franja de Gaza.
En fin, más de mil personas han muerto, incluso muchos niños, porque los dos países no sabían digerir el secuestro y asesinato de tres jóvenes. Claro, fue un crimen brutal que merece un castigo severo, pero si los países recurrieran a la guerra después de cada crimen semejante, todos seríamos soldados y la guerra sería eterna.
Israel, como siempre, está en una situación muy complicada. El lanzamiento de los cohetes desde la Franja de Gaza es una provocación inaceptable, y cada país tiene el derecho de defenderse. Sin embargo, la mayoría de estos cohetes no hacen daño y, más aún, es cada vez menos claro qué espera lograr Netanyahu con este tipo de acciones. Israel ha dicho que quiere destruir las reservas de cohetes de los túneles que pueden usar los militantes de Hamás para preparar y llevar a cabo más ataques. Está muy bien, pero siempre pueden llegar más cohetes y rellenar las reservas destruidas es nada más una cuestión de tiempo.
Peor aún, inevitablemente Hamás va a adquirir cohetes capaces de alcanzar el aeropuerto en Tel Aviv (las autoridades estadounidenses prohibieron vuelos a Israel durante una parte del conflicto precisamente por esa posibilidad), cosa que efectivamente cerraría el país al mundo. Podría llegar a contar con armamento igualmente problemático para los israelíes. Antes de que suceda eso, el Gobierno de Israel debe encontrar una solución política a la cuestión palestina, una que establezca un Estado en Gaza y Cisjordania para los palestinos y acabe con los estallidos de guerra. De seguir este mismo patrón infinitamente, en algún momento los israelís no podrán lidiar con las consecuencias tan fácilmente como hoy.
Lamentablemente siguen haciendo lo que siempre han hecho en décadas recientes: responder a las provocaciones con paciencia por un tiempo, y luego con fuerza contundente. Han perdido, como dijo el escritor estadounidense Fred Kaplan, la habilidad de pensar estratégicamente.
Y la misma crítica va para los palestinos, por lo menos la parte política representada por Hamás. Deberían renunciar a la violencia e imitar a Gandhi y Martin Luther King. Recurrir a la violencia otorga la simpatía de una gran parte del mundo a Israel, pese a que éste es mucho más fuerte y los palestinos son los que se mueren en cantidades mucho mayores. No hay forma de comprobarlo, pero creo que si los palestinos hubieran optado por la no-violencia en 1993, cuando se firmaron los primeros Acuerdos de Oslo, ya tendrían su propio país.
Pero por mil razones, que se deben tanto a antiguos odios como a hechos recientes, los palestinos y los israelís están cerrados en una dinámica donde reina la hostilidad y la desconfianza. Así la guerra es un estado casi normal.
Urge una nueva generación de líderes capaces de superar estas barreras actuales. ¿Pero existen tales líderes? ¿O estaremos viendo la misma historia trágica en 15 años más?