La incapacidad de los gobiernos responsables, sobre todo el de Estados Unidos, de establecer una política migratoria eficaz y realista ha entregado el control del flujo de los migrantes a los grupos criminales. Lo anterior no es un refrán original; se ha repetido tanto que ya es un cliché. Pero indudablemente su popularidad se debe a su veracidad, y no existe una mejor demostración de ella que la crisis actual en la frontera sureña estadounidense.
En meses recientes, el flujo constante de migrantes centroamericanos indocumentados se ha disparado, y se ha concentrado sobre todo en los menores de edad viajando solos. El gobierno estima que unos 90 mil migrantes menores serán detenidos en los primeros nueve meses del año. Comparado con el año anterior, la cantidad de niños viajando solos ha incrementado en 90 por ciento.
Como si enfrentara un río que se desborda e inunda la ciudad, el gobierno de Obama no tiene la capacidad de responder, pese a haber recibido avisos sobre la crisis desde hace años. Ha pedido de urgencia el otorgamiento de 3.7 mil millones de dólares al Congreso para lidiar con los detenidos. El gobierno está buscando nuevas instalaciones temporales para hospedar a los indocumentados, sobre todo en ciudades fronterizas, cosa que ha provocado manifestaciones intensas. Ha solicitado facultades para facilitar la deportación de los niños detenidos, lo cual podría minimizar la crisis en la frontera, pero no ayuda mucho a los niños y jóvenes que buscaban escapar de la violencia y la pobreza en sus países natales.
Uno de los detalles importantes es que el incremento de niños que llegan solos a la frontera se debe en parte a rumores en Centroamérica, promovidos por coyotes como parte de su plan de marketing, de permisos que supuestamente están por entregar el gobierno de Obama a los migrantes que llegan ahora. Es decir, muchos de los migrantes creen que hay una oportunidad de conseguir la residencia estadounidense, pero solamente si uno se mueve pronto. No es cierto, pero los rumores han sido suficientes para convencer a miles de personas a dejar atrás su hogar y a arriesgar su vida. En este caso, el motor del flujo son los coyotes y las pandillas criminales, mientras los gobiernos responsables se limitan a recoger los platos rotos.
Esta ya es una historia común. En un mundo ideal, la política migratoria buscaría balancear las necesidades económicas con las cuestiones morales. Es decir, se debería tomar en cuenta la obligación moral que tienen los vecinos ricos para ayudar a los que menos oportunidades tienen. Al mismo tiempo, tales obligaciones tienen sus límites, y el marco migratorio debería establecer un flujo que apoya la economía en lugar de frenarla.
Sin duda, no hay respuestas fáciles. Mi opinión de los límites de la obligación moral puede ser muy diferente a la de usted, y hay bastante debate sobre el impacto de la inmigración sobre diferentes sectores económicos. (Cabe destacar que tal impacto no es uniforme: siempre hay perdedores y ganadores.)
Pero lo que es verdaderamente decepcionante es que el gobierno de Obama, igual que los anteriores, prioriza los cálculos políticos a corto plazo en la elaboración de su agenda migratoria, encima de estas cuestiones económicas y morales. Pese a su popularidad con los latinos y sus principios liberales, el gobierno de Obama ha deportado más gente que todos sus antecesores. Peor aún, no pone atención a la forma en que el envío masivo de deportados puede afectar las condiciones sociales locales, y así, perversamente, impulsa más deseos de emigrar. (De la misma forma, el gobierno de Bush mandó unos 20,000 criminales indocumentados a sus países entre 2000 y 2004, fomentando el crecimiento internacional de los maras que ahora son la causa principal de la violencia en Centroamérica.) Y ahora, el gobierno parece estar enfocado solamente en cómo calmar el disturbio actual, no en cómo aliviar las causas de fondo.
El gobierno estadounidense nunca ha pensado en grande en cuanto a la migración. Al contrario, ha buscado poner un mínimo de atención al asunto. Gracias a este desinterés, los coyotes que operan fuera de la ley han sido los actores determinantes en la migración centroamericana. Es una locura y debería ser un escándalo, pero no parece que esté por cambiar en el futuro cercano.