La revolución había triunfado. Después de un periodo oscuro en el que el individualismo exacerbado cultivado desde los círculos del poder había llevado a la sociedad a una severa crisis, el triunfo de la revolución prometía un nuevo periodo de armonía en el que el énfasis en la vida colectiva y la lógica de la ayuda mutua reinstaurarían la calidad de vida de las personas. En el ambiente se respiraba optimismo. Todo marchaba bien.
De pronto, alguien lanzó la alerta, el español, decían, es un idioma que hace una distinción obsesiva entre el número singular y el plural en los sustantivos. “El español exacerba la lógica individualista que tanto mal nos ha causado al marcar obsesivamente al singular” argumentaron los policías de la corrección política en la lengua. Hicieron evidente que una frase como “El amigo chistoso”, por poner un ejemplo, marcaba en el artículo, en el sustantivo y en el adjetivo el número singular reflejando así una obsesión y una tiranía lingüística que inducía a los hablantes a pensar en singular como primera opción, como la forma dada y “normal” de los sustantivos. Las críticas continuaron: el español es una lengua en el que la marca de singular es la que aparece como la forma hegemónica, los sustantivos y los adjetivos en el diccionario aparecen en su forma singular en cada una de las entradas. “El español privilegia la lógica individualista” dedujeron los críticos.
No tardaron en aparecer los “Manuales de lenguaje no individualista”. En lugar de escribir “El amigo chistoso” había que escribir “El/los amigo/s chistoso/s” de manera más incluyente amonestaban estos manuales. “Anulemos la distinción singular-plural en el español” decían otros más. Algunos, del ala considerada como radical, propusieron dejar de hablar español y aprender una lengua que no girara en torno al singular, una lengua como el mixe en el que un sustantivo no especifica con morfemas si se trata de singular o plural. En muchas ocasiones, las personas que siguieron utilizando las marcas de singular en los sustantivos, artículos y adjetivos del español fueron acusados de promover el individualismo.
Además de atacar las formas singulares, los “Manuales de lenguaje no individualista” hacían recomendaciones sobre evitar el uso de palabras como “individuo” y sustituirlas por expresiones como “seres no-colectivos”. A pesar de los esfuerzos, ser consistentes se volvió complicado, era muy difícil dejar de marcar los morfemas de singular en todos los sustantivos de la lengua. Por fortuna, palabras como “tesis” o “pantalones” eran un gran ejemplo para los policías de la corrección política considerando que aunque se usaran en singular, podrían seguir llevando la marca –s del plural: cuando alguien dice “Me quité los pantalones” se refiere a sólo uno de ellos. “Es posible utilizar siempre la marca de plural para todos los sustantivos incluso si sólo hablamos de uno” argumentaban esperanzados. Para ellos, estos ejemplos probaban que el español podía prescindir totalmente de las formas en singular.
Los “Manuales de lenguaje no individualista” reflejaban la creencia de que combatiendo las formas del singular en los sustantivos del español, el comportamiento egoísta que tanto daño había hecho a la sociedad desaparecería. “Cada vez que alguien utiliza un sustantivo con la marca de singular, las colectividades nos sentimos excluidas” argumentaban vehementemente. “La lengua refleja el pensamiento” dijeron y continuaron con la cruzada en contra de las marcas de singular para combatir el individualismo. Algunas personas insistieron sin embargo que el asunto podría ser más complejo, que utilizar la forma singular de los sustantivos no implicaba necesariamente una conducta más egoísta o que, en todo caso, erradicar las formas singulares de la lengua no serviría de ayuda. Algunos otros explicaron que la diversidad de la marcación de número en los sustantivos es vasto: algunas lenguas no lo marcan y eso no hace a sus hablantes menos individualistas, otras lenguas tienen marcación más compleja, distinguen entre singular, dual y plural, otras incluso tienen marcas también para el trial. La discusión continua: ¿el hecho de que el español privilegia la forma singular de los sustantivos la convierte en una lengua individualista?