El viaje alrededor de la Tierra, desde luego que en una nave espacial, tiene sus orígenes en los años cincuenta del siglo pasado. Primero fue el Sputnik, el 4 de octubre de 1957, que era un satélite artificial que acababa de lanzar la Unión Soviética. Este fue el primero que rompía las ataduras ante los vuelos orbitales. Claro que esto causaba algo de temor a las concurrencias internacionales, apenas hacía unos lustros que habían explotado las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki con un resultado terrorífico, miles de muertos de poblaciones que poco o nada tenían que ver con el conflicto de la Segunda Guerra Mundial. El temor era que un país ocupara el espacio con fines armamentistas o que espiara al resto de los continentes. Todo esto era parte de un juego entre los soviéticos y los estadounidenses, era parte de la Guerra Fría que se desarrollaba ante el azoro del mundo, así que el Sputnik solo fue parte de una circunstancia que, tiempo después, devolvería la bofetada a la mayoría de las naciones que clamaban por un trato justo e igualitario, sin problemas de espionajes, como ahora ha pasado con Obama y su equipo de asesores.
El Sputnik era en realidad sencillo, una bola de aluminio que estaba cargada de nitrógeno y algo de radio. Sus dimensiones tampoco llaman la atención, pues en ese momento resultaba pequeño: 54.8 centímetros, con un peso de 83.6 kilos, y con una inclinación sobre el ecuador de un poco más de 65 grados. El satélite giró alrededor de la Tierra por noventa y dos días, para luego desintegrarse en la alta atmósfera el 4 de febrero de 1958. Con este satélite artificial nacía la astronáutica. Meses después, los soviéticos enviaron el Sputnik 2.
Aquí las proporciones crecieron, y la nave pesó 508 kilos, con una cabina espacial en donde iba una perrita llamada Laika. En el espacio el animal podría respirar y comer, además contaría con un sistema telemétrico. Todo esto con la finalidad de conocer el comportamiento de un ser vivo en el espacio. La encargada de adiestrar al can fue la profesora Alia Kotovkaya. La experiencia tuvo algo de fracaso, pues el animalito murió en este ensayo espacial. Era la primera víctima de los vuelos espaciales. Laika estuvo dando vueltas a la Tierra por una semana, el problema se presentó al cruzar la atmósfera terrestre. Previo a su deceso había estado sometida a un bombardeo natural de partículas cósmicas y radiaciones espaciales, lo que debió influir para que este ser vivo terminara en ese estado en el que concluyó su vida. Los soviéticos habían dado noticias acerca del estado de salud de la perrita. El viaje tuvo algo provechoso, pues los científicos de la Unión Soviética tomaron cartas en el asunto para proteger, en los próximos viajes, a los seres vivos de los peligros a los que se enfrentó Laika.
Pruebas de laboratorio indican que se sometieron a los procesos de aceleración y desaceleración, a la ingravidez orbital, a las radiaciones, a las intermitencias entre día y noche, que se producían cada cuarenta y cinco minutos en un tiempo estimado. Los animales a los que llevaron para las pruebas fueron dos perros, dos ratones, cuarenta ratas, muchos tipos diversos de moscas. También entraron en este trámite semillas, granos vegetales e incluso algo de tejidos vivos, así como el cultivo de microbios. Todo esto porque la Unión Soviética deseaba ganar la competencia espacial. El primer hombre que fue lanzado al espacio en la nave Vostok I fue Yuri Gagarin (1934-1968), un hombre que vivió los asedios del nazismo. Se cuenta que su familia construyó un pequeño sitio donde pudieran esconderse de las fuerzas asesinas. El sitio resultó oportuno, aunque atroz, porque los mantuvo en una suerte de autocautiverio por un año y nueve meses. También se cuenta que un piloto que cayó en las cercanías de este lugar fue rescatado por la familia de Gagarin. Esto lo hizo interesarse en los aviones militares soviéticos. La historia del cosmonauta tiene tintes cercanos a la tragedia. Él era un personaje pequeño de estatura, un metro con cincuenta y siete centímetros, además de ser delgado. Esto, que podría ser un impedimento, le valió la posibilidad de tripular la nave Vostok I. En la competencia por ser el primer hombre que viera la Tierra desde el espacio, él obtuvo las mejores calificaciones de la contienda. Solo se acercó a sus calificaciones el que después sería un cosmonauta experto, Titov. En esa ocasión tuvo que resignarse y acudir al vuelo de su compañero con un traje igual al de Gagarin, por si algo fallaba de última hora. Por fortuna el piloto conservó su lugar y, de esa manera, el 12 de abril de 1961, se efectuó el primer trayecto. Debe haber sido fascinante ese periplo que tuvo una duración de una hora con cuarenta y ocho minutos. ¿Qué vio el cosmonauta? Demasiado debió ver ese hombre al que la fama le estalló en las manos. La Unión Soviética lo exhibió por diferentes partes del mundo y lo convirtió en figura legendaria. Esto se combinó con un matrimonio que lo asediaba. Él buscó en otras mujeres la presencia de lo que en casa era algo extraño, un tanto anodino. Así lo creía él. Tan difíciles fueron esas circunstancias que en un momento dado, bajo los efectos del alcohol, y cuando intentaba la seducción de una joven, Gagarin, al verse perseguido por su esposa, se lanzó desde el segundo piso. El cosmonauta quedó herido de la cabeza y por poco muere en ese intento por salvar su vida. Luego fueron los acosos del alcohol lo que mantuvieron al tripulante del Vostok I en un estado lamentable. Incluso se decía que estaba embriagado el día del accidente de aviación en el cual murió. Tal vez esa sería una de las razones, pero en realidad fue otro avión el que causó el estrago en la nave aérea de Gagarin. La noticia fue terrible, lo que había nacido con orgullo, ahora se iba con un haz de vergüenza. Solo las noticias en la Unión Soviética, alejadas de todo y cercanas a la nada, lo revitalizaron para darle una voz a un héroe tan conocido y tan popular como pocos quedaban en el mundo. Lo que debe rescatarse de él es una de las cosas que advirtió en su vuelo orbital: “Pobladores del mundo, salvaguardemos esta belleza, no la destruyamos”. De cambios climáticos, asesinatos de animales que se han extinguido y de otros que quedan tan pocos ejemplares, alimentos que están contaminados y un larguísimo etcétera. El legado de Gagarin es un clamor que todavía late en las conciencias de muchos pobladores del planeta Tierra. ~
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ANDRÉS DE LUNA (Tampico, 1955) es doctor en Ciencias Sociales por la UAM y profesor-investigador en la misma universidad. Entre sus libros están El bosque de la serpiente (1998); El rumor del fuego: Anotaciones sobre Eros (2004), y su última publicación: Fascinación y vértigo: la pintura de Arturo Rivera (2011).