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Pobreza y también desigualdad
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Hay quienes opinan que dirigir la acción gubernamental contra la desigualdad y no contra la pobreza es enarbolar la bandera del populismo y que, en consecuencia, Obama en su discurso a la Unión personificó al populista principal del hemisferio Norte. Yo no creo que sea así. De hecho, no creo que sea así en lo absoluto: la única forma de dejar atrás la pobreza de manera efectiva es instrumentar programas que, a la par de incrementar la inversión y la producción de riqueza, promuevan una distribución del ingreso más igualitaria. Cuanto más desigual es un país, menos efectivo será el crecimiento para reducir la pobreza, señalan los resultados de instituciones internacionales como el BID y en general, la Escuela del Desarrollo con Rostro Humano.
Para Javier Moro y Juan Besse, por ejemplo, una sociedad inequitativa desde el punto de vista económico y político tiende a generar instituciones económicas y sociales que defienden los privilegios de aquellos con mayor influencia y oponen restricciones al progreso de los grupos menos favorecidos.
Además, están los valores de justicia y los principios democráticos que, supuestamente, rigen nuestros gobiernos: las democracias se sustentan en una igualdad de valor en el voto y esta relación se ve truncada cuando los más poderosos aseguran la sobrerepresentación de sus intereses ya sea mediante “diputados” empresariales como los de la bancada de las televisoras en nuestro país, ya sea a través del lobbying político y legislativo como el ejercido por las grandes corporaciones armamentistas norteamericanas, o el de las empresas que manejan prisiones y que pugnan por penas más severas, los entes financieros que causan crisis económicas o monstruos como Monsanto y como las farmacéuticas que inventa enfermedades mentales para vender medicamentos.
De seguir las cosas como están, tarde o temprano tendremos que aceptar que vivimos una oligarquía y que la democracia no es sino un juego a través del cual las grandes empresas engañan a las multitudes. Por eso es que Obama, quien ganó hace 5 años enarbolando la bandera del cambio, está tan preocupado por realizar lo que la ciudadanía que emitió su voto le pidió en las urnas: una mayor igualdad para equilibrar la balanza del poder no a favor del 0.01% más rico, sino de la mayoría de los norteamericanos.
Y por si eso fuera poco, la filosofía política sale en defensa de la igualdad a través de la teoría de la Justicia de Rawls. No se trata de una cuestión de envidia. No se trata de que quienes ganan 6,000 pesos al mes envidien los salarios de 300,000 mensuales de los magistrados electorales del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, o el de los diputados, o el de los ministros, o el de los consejeros del IFE. Se trata de crear un país en el que estas disparidades que distorsionan la democracia y crean ínsulas de desconfianza (como bien ha señalado José Woldenberg Karakowsky, que algo sabe sobre el tema) sean disueltas para dar paso al capital social tan necesario para salir adelante y para emprender de manera colectiva y dar paso a un país como Japón o como las democracias nórdicas en los que la diferencia entre el que más gana y el que menos percibe es de 5 a 1 y no de 50 a 1.
La inequidad se transmite de generación en generación y, a decir de Javier Moro y Juan Besse, es estructural porque se perpetúa a través de las instituciones políticas, económicas y sociales. Por tanto, la reproducción intergeneracional de la disparidad necesita ser compensada por la producción y reproducción de una institucionalidad equitativa que garantice la continuidad de los eslabones fundamentales de la cadena, la lucha contra la desigualdad y la consolidación de la democracia.
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Foro de Indicadores
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Hola Jorge. Gracias por tu comentario.
Un «cómo» fundamental para lograr mayor igualdad fue la reforma sanitaria que llevó a cabo Obama, es decir, el Obamacare. Lo dije en el siguiente link: http://estepais.com/site/?p=48546
También fue muy importante subir los impuestos a los más ricos, como lo han pedido economistas de la talla de Krugman.
Para el caso de México, me parece que las reformas adelantadas en el Pacto por México abrirán la puerta al desarrollo siempre y cuando se supervisen los contratos para la explotación de nuestros recursos y haya mayor competencia y menos gasto superfluo.
La educación resulta fundamental, pero debe mejorarse el gasto que se le destina: http://estepais.com/site/?p=44891.
En general, el gasto social supervisado y focalizado puede ser la clave.
Para la inversión económica (porque también crecer es importante -nunca suficiente-) te dejo un documento que me parece estupendo:
http://ep00.epimg.net/descargables/2013/09/19/c7264f6fda85fdbbb6f23afbaa8775e9.pdf
Saludos
Antonio
Dices mucho, pero no dices nada. Ya basta de discursos y opiniones.. da los como.