Solidaridad
La bestia que llevo dentro se agita furiosa ante el espectáculo renovado del verano. Contemplo el mundo sostenido por la luz y siento deseos de deshacerlo de un manotazo. Entonces me colma la felicidad porque confirmo que los otros aún me importan.
Círculo vicioso
Los turistas juegan a ser extranjeros un rato. Después regresan a la letargia que llaman hogar o país. Los extranjeros en cambio juegan a ser ciudadanos alertados cada día por cuanto rechaza sus esfuerzos para integrarse. La inercia aplasta a los ciudadanos y, a veces, apesadumbrados y corroídos por el óxido que desintegra sus días, juegan a ser turistas.
Renuncia
Mientras los demás se proponen llegar, yo deseo partir.
Eso le explico al lagarto que abre las fauces y bosteza, triste al pensar que hay quienes desprecian la cueva pletórica de carroña que él en cambio atesora.
Persinarse
Antes de subir al avión se persina.
Intuye que en el cielo, donde suele situarse a Dios entre nubes de algodón, estará más lejos de la divinidad y más cerca de retornar al vacío que lo abortó.
Nubes
Avanzan las nubes huyendo de una tierra conocida. Tienen sed de fronteras detrás de las cuales, al agruparse, renovarán el tedio y, suspendidas en la plenitud solar, añorarán el viento que las disperse y azuce.
Mensaje
Sueña lo imposible. Haz lo improbable. Siempre habrá una salida de emergencia cerca.
Misión de la luz
Un bosque abrasado en el que aún se yerguen troncos carbonizados, ruinas calcinadas y más allá el mar que se evapora en un lecho de fango. Encima la herida del cielo que derrama su lívida luz para bañar el mundo y mostrar su horrorosa distorsión.
Color local
Para los indígenas los civilizados son siempre dioses o monstruos. Nunca salvadores. Sus acciones lo confirman.
Arqueología
Si Cancún y Marbella y todos los sitios pletóricos de ebrios tatuados desaparecieran como Pompeya y Erculanum, ¡cuánto bien le haría a los arqueólogos del futuro!
Eso piensa mientras desea que quienes usan calcetines con sandalias formen pronto parte de los artefactos que los estudiosos analizarán para establecer la nomenclatura correspondiente: homo putrefactus.
Ascensos
Asciendo la montaña y cuando llego a la cima descubro la base de la pirámide, que subo con la esperanza de dominar desde arriba el valle. La larga escalinata cuyos peldaños son enormes y algunos se han desmoronado me deposita en los cimientos de la catedral, cuya torre asciendo para ver lo que yace abajo. La torre remata en una cruz que se hinca en los cimientos de otra edificación cuyas escaleras asciendo, resignado a descender una y otra vez.
Ruina
En tal serenidad parecería imposible que ningún horror jamás hubiese sucedido. Y sin embargo aquí la tierra fue abonada con las cenizas de las víctimas y regada con su sangre. Las ruinas de la razón conservan una quietud hipócrita.
Decadencia
Lo que se llama decadencia de Occidente es el deterioro de la gastronomía. El apocalipsis es Kentucky Fried Chicken. El averno abre sus puertas en McDonalds, donde los condenados jamás podrán saciar su apetito.
Si es cierto que somos lo que comemos tengo razón al ver la calle infestada de ratas emplumadas y pollos con rabia.
En el café
En el café, antes de hablar la gente voltea y mira sobre sus hombros. Incluso después de cerciorarse que nadie escucha el volumen de sus voces no rebasa el murmullo. Pueblo de esclavos, lo es también de traidores.
Turismo
Vengan a verlas, pasen por favor. Todas están preservadas, podría decir que intactas si no fuese porque han perdido la carne. Pero vean a mi abuela lo guapa que quedó con la piel estirada sobre el cráneo. No todas están completamente descarnadas. Por aquí, con confianza. Miren a mi papá cómo todavía tiene todo lo que se necesita bajo el pantalón. Pasen ahora por aquí, vean por favor el bebé que se me murió hace lo suficiente para poderlo integrar en esta exhibición. Si quieren pueden tocarlas pero tengan cuidado porque son más frágiles de lo que parecen. A mi mamá se le cayó el pelo pero mírenla: tiene todos sus dientes. Aquí está mi hermana que se murió embarazada. Ya no tiene chichis pero en cambio véanle la panza esponjadita como si acabara de salir del horno. Si gustan pueden sacar fotografías. Todo está incluido en el precio del boleto.
La libertad
El turista se identifica con la libertad.
¿En qué consiste esa sed de ser?
En desprenderse del uniforme. Los hombres se arrancan la corbata y arrojan enérgicamente los zapatos cambiándolos por chanclas de plástico.
Los lentes oscuros son condición esencial: visto a través de vidrios ahumados el mundo es distinto, lo vulgar vuelto extraordinario.
Un síntoma de la libertad es enfundarse en pantalones que no son cortos ni largos ni son pantalones. Pero son cómodos porque la libertad no existe si no se está confortable.
Para ser auténticamente libre hay que usar ropa deportiva que destaque la compulsión producida por un hambre ancestral y ser apasionado. Por eso acuden a herrarse. Los motivos se repiten: una rosa o mejor una cadena espinada, signos que fueron de la mafia y hoy —como todo— han perdido su significado absorbidos por la moda patibularia, el tributo máximo que declara el nombre del dueño o la dueña de la res bípeda.
Pero la libertad se afirma sobre todo en las cachuchas de beisbol con resabios de selva. ¿Qué sería de la libertad sin ellas?
Simulación, miseria, polvo, tristeza, nada.
Solsticio de verano
Vivo con un sentimiento constante de precariedad que se agrava cuando brilla el sol. Con la luz y el calor la gente se alegra, se despoja de la ropa y con el pudor desaparecen los límites que contienen a cada cual. Sudorosos y coloradotes beben y ríen sin razón pero luego se aburren de tanta felicidad e, incorporándose, avanzan a tumbos. Los choques frecuentes con sus semejantes arruinan la celebración y aguzan la sed. Entonces se llevan las manos a los bolsillos y de ellos, en lugar de la cartera, extraen una daga que mide la resistencia de quien se ha puesto en trayectoria de colisión. Solo así se recupera el gozo del solsticio de verano.
Alternativa
Hay que abordar un taxi. Siempre habrá otro aeropuerto.
Itinerario
Cuando el camino llega a su fin, comienza el viaje.
Vivir de verdad
Abandona amigos y enemigos y emprende un viaje sin retorno a un sitio remoto. Allí se instala adoptando un nombre ficticio y dedica sus días a aprender el difícil arte de olvidar.
Cuando logra expulsar de sus sueños cuanto es conocido sabe que por fin puede vivir de verdad.~
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BRUCE SWANSEY (Ciudad de México, 1955) cursó el doctorado en Letras en El Colegio de México y el Trinity College de Dublín, con una investigación sobre Valle-Inclán. Ha sido profesor en esta institución y en la Universidad de Dublín. Es autor de relatos y crítico de teatro.
Que bueno encontrar nuevamente la pluma de Bruce, es una luminaria en un mundo oscuro, lleno de ataduras y miedos. Celebro el volver a leerlo, su lectura siempre es una invitación a una especie de salto… ignoro si al vacío, creo, que tal suceso depende de cada cual. Yo salto a un gusto por las imágenes y los vericuetos del pensamiento humano, que, hasta agotarse estos tiempos hemos que sacar toda la tinta aunque sea del fondo del mar. Saludos!