Hay remedios que dañan más que las enfermedades. Así lo consideró el caricaturista Paco Calderón en su cartón dominical Jugador N° 12 (Reforma, 22 de junio de 2014), que aborda el asunto de la llamada de atención que hizo la FIFA a los directivos mexicanos del futbol, porque nuestros compatriotas gritaban a todo pulmón la palabra puto a los porteros cuando despejaban durante los partidos que jugó la selección nacional en Brasil. La crítica de Calderón también recuerda la incivilidad e imbecilidad de algunos paisanos en otros países, inexplicables conductas con las que se han distinguido, y sugiere que se da la nota negativa nuevamente en las populares justas internacionales. Sin embargo, el dibujante también ridiculiza a la FIFA como una anciana profesora, por su pretensión correctiva, y alude ese rancio extremo moralista que vigila y censura todo.
Cabe advertir que una vez más se olvida que el lenguaje lo hacen los hablantes, que son ellos quienes transforman la aceptación y el rechazo sociales de los vocablos, que con frecuencia estos adquieren nuevos significados y matices de modo inesperado. Hace ya tiempo que las academias procuran sancionar los usos de la lengua sin insistir en lo que está bien o lo que está mal desde un punto de vista de clase, sobre todo en el campo de la lexicología.
El diccionario académico (DRAE) registra cuatro acepciones de la palabra puto, a la que considera procedente de puta, ‘prostituta’: 1) Como calificación denigratoria: ‘Me quedé en la puta calle’; 2) Por antífrasis puede resultar encarecedor: ‘Ha vuelto a ganar. ¡Qué puta suerte tiene!’; 3) Necio, tonto; y 4) Hombre que tiene concúbito [coito] con persona de su sexo. Como podemos observar, no hay ejemplos para los dos últimos casos, en los cuales, la voz funciona como sustantivo y no como adjetivo. Tampoco aparece la palabra homosexual como sinónimo a pesar de que se insinúa en la cuarta acepción.
Es muy probable que alguien ya se haya dado a la tarea de averiguar de qué forma y en qué momento la palabra puta, que no ha perdido el significado de prostituta (y que tiene también el de promiscua, aunque no lo asiente el DRAE), dio lugar a la voz puto como hombre que tiene relaciones eróticas o sexuales con otro hombre, y el de homosexual en forma despectiva. Confío en saberlo pronto. Lo cierto es que la palabra puto se ha usado ofensivamente desde hace mucho tiempo con la intención de señalar a una persona que no actúa como ‘hombre’, ‘varón’, es decir, como ‘macho’, sino que se comporta como mujer. Lo cual, denigra primero a una y luego al otro, pues con este uso se expresa falta de valor, fuerza, coraje y determinación en la mujer y, por comparación, en quien se supone que actúa como tal.
El Diccionario de mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua (AML) tampoco consigna este sentido de la palabra, y presenta una acepción con la cual difícilmente podríamos estar de acuerdo: “Puto. m. supran. pop/coloq/vulg. Hombre aficionado a tener relaciones sexuales con mujeres: ‘No salgas con él, tiene fama de puto’”. En una de esas los hinchas mexicanos consultaron esta obra y por eso llaman putos a los jugadores, en particular a los porteros, tal vez más mujeriegos que los delanteros. Añade este lexicón que la palabra puto referida a alguien significa cobarde: ‘No seas puto y dile no a tu jefe’. Lo cual sí es preciso. Curioso resulta, sin embargo, que en la entrada de la voz puñal, derivada claramente de puto, este Diccionario de mexicanismos sí asiente el significado de ‘hombre homosexual’: ‘Se me hace que tu cuñado es un puñal’.
En nuestro país puto y su variante puñal se han usado para molestar o acusar a alguien, de forma hiriente o amigable, tal como se ha empleado maricón. El DRAE asienta que maricón es sinónimo de las voces vulgares marica, ‘hombre afeminado’; sodomita, ‘hombre que comete sodomía’, y que es un ‘insulto grosero con su significado preciso o sin él’.
Desde este punto de vista podría justificarse la llamada de atención de la FIFA, ya que la tal palabra es para ellos una voz ofensiva y discriminatoria, es ‘homofóbica’, pues expresa ‘aversión obsesiva a los homosexuales’. Lo que olvidan tales vigilantes de las buenas costumbres es que las frases pueden emplearse con sentido figurado y que muchas palabras consideradas populares o vulgares no son por dicho carácter ofensivas. La intención es lo que cuenta. Y en el caso que nos ocupa el uso de la voz puto y el de otras semejantes en los estadios se ha extendido como una de las formas de diversión colectiva. Todos sabemos que no es de buen gusto insultar al árbitro cuando señala una falta en contra del equipo en el que uno cifra su ansia de triunfo, sobre todo si el señalamiento es equivocado, sin embargo todos nos desahogamos con gritos, maldiciones y groserías cuando así acontece. Y nos guste o no, la gente goza, disfruta como quien forma parte de un coro, de repetir frases sin preocuparse demasiado de lo que significan.
A fin de cuentas, y como suele suceder, quizá más que decir que el remedio fue peor que la enfermedad, cabe decir que a la FIFA le salió el tiro por la culata, porque lejos de evitar el grito de puto en los estadios, se extendió entre los aficionados de otros países y fue más estentóreo que antes.~
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MIGUEL ÁNGEL CASTRO estudió Lengua y Literaturas Hispánicas. Ha sido profesor de literatura en diversas instituciones y es profesor de español en el CEPE. Fue director de la Fundéu México y coordinador del servicio de consultas de Español Inmediato en la Academia Mexicana de la Lengua. Especialista en cultura escrita del siglo XIX, es parte del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM y ha publicado libros como Tipos y caracteres: La prensa mexicana de 1822 a 1855 y La Biblioteca Nacional de México: Testimonios y documentos para su historia. Castro investiga y rescata la obra de Ángel de Campo, recientemente sacó a la luz el libro Pueblo y canto: La ciudad de Ángel de Campo, Micrós y Tick-Tack.