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Notas para un recital
Cultura | Eduardo Garza Cuéllar | 01.03.2011 | 2 Comentarios

La reflexión sobre la propia comunidad política constituye un raro ingrediente de la búsqueda de identidad que adquiere vigencia caprichosamente y puede en ocasiones cobrar una fuerza insospechada. El 2010 —con todo y sus logos, sus oficialismos, sus discursos y sus festejos— significó para no pocos mexicanos una ocasión para activar creativamente este tipo de reflexión. Los textos que transcribimos a continuación sirvieron a Eduardo Garza Cuéllar para enlazar las canciones interpretadas por Jorge Lagunes y María Alejandres en el concierto Cantar la Historia, organizado por Fraternidad sin Fronteras en ocasión del Bicentenario.

bandera-Esparta-Flickr
Foto tomada de Flickr-Esparta-CreativeCommonsLicense

I
Soy de un país que se con­gre­ga anual­men­te en un cua­dro
y que ce­le­bra su iden­ti­dad en tor­no a un gri­to
He­re­de­ro qui­zás de lo irre­con­ci­lia­ble
He­cho de en­cuen­tros y de en­con­tro­na­zos
Huér­fa­no de pa­dre
“Vi­ne a Co­ma­la por­que me di­je­ron que aquí vi­vía mi pa­dre, un tal Pe­dro Pá­ra­mo”

Un país lin­do y que­ri­do
tan­to de los san­tos co­mo de los nar­cos
De los li­be­ra­les y los li­be­ra­dos
Los con­ser­va­do­res y los con­ser­va­dos
De priís­tas, ex­priís­tas y priís­tas dis­fra­za­dos

Ma­són y cris­te­ro
Jua­ris­ta y gua­da­lu­pa­no

Con­quis­ta­do por Cor­tés
So­ña­do por Vas­con­ce­los
Cons­trui­do por Ba­rra­gán
por Paz y Re­yes pen­sa­do
Es­cri­to por Jua­na Inés

Na­rra­do por Mon­si­váis y, por su­pues­to,
—aun más sa­bro­sa­men­te— ¡por Ger­mán De­he­sa!

Ben­de­ci­do con su pa­so
por el pa­dre Chin­cha­cho­ma
por Vi­lla y An­to­nio Ca­so
por Juan Rul­fo y por Arreo­la

De La­ra y de Jo­sé Al­fre­do
De Can­tin­flas y Ta­ma­yo
De Sil­ve­ti y de Sil­ve­rio
De Za­pa­ta, de Ma­de­ro
Go­mez Mo­rín y Mon­ca­yo

Un país
Mo­no­si­lá­bi­co
Bi­cen­te­na­rio
Tri­par­ti­da­rio
Cua­dri­plé­ji­co
Pen­ta­pi­chi­chi
Se­xe­nal
Po­li­va­len­te, po­li­fa­cé­ti­co, po­li­cro­má­ti­co, po­li­fó­ni­co…

Fa­ná­ti­co de las fies­tas, de los pas­te­les, de las quin­cea­ñe­ras, del re­fres­co, de la cua­ti­tud
bendi­ta, de los to­ros, de los ga­llos y del mun­dial que “ya me­ri­to” ga­na­mos

Un país cu­ya his­to­ria me­re­ce ser con­ta­da y me­re­ce ser can­ta­da

II
Acá la tie­rra es de quien la tra­ba­ja
Co­lin­da al nor­te con los Es­ta­dos Uni­dos
Y al sur con la es­pe­ran­za
Es­tá ubi­ca­da jus­to al cen­tro de la iden­ti­dad y de la vi­da
En­tre un mar de vio­len­cia y un océa­no pa­cí­fi­co
En­tre la com­pa­sión y la lo­cu­ra
Una tie­rra di­bu­ja­da, sem­bra­da y re­co­rri­da por Eu­se­bio Qui­no,
que an­tes de ser vi­no,
fue car­tó­gra­fo y je­sui­ta

Una tie­rra fo­to­gra­fia­da por los pe­rio­dis­tas y por los ja­po­ne­ses,
ma­gis­tral­men­te su­per­vi­sa­do por Goo­gle Earth

Un país que se re­co­rre
“a sal­to de ma­ta”
“a ti­ro de pie­dra”
Y así, “ra­yan­di­to el sol”
Un país al que ani­dan las ba­lle­nas
que re­co­rren los tu­ris­tas
que cru­zan los in­sur­gen­tes
y que —em­pu­ja­dos por el mie­do y ja­la­dos por la
es­pe­ran­za— los mi­gran­tes atra­vie­san
que ca­bal­gan za­pa­tis­tas
y rep­tan los fun­cio­na­rios
que (a fal­ta de Me­xi­ca­na) so­bre­vue­lan los ar­cán­ge­les
que en­su­cian las va­cas
que inun­dan los agua­ce­ros, los ba­su­re­ros y los no­ti­cie­ros
que tran­si­tan los ca­mio­nes
que na­ve­gan los cru­ce­ros
y en que tra­fi­can los nar­cos
pe­ro que ben­di­cen con su pa­so los pe­re­gri­nos

Un país pre­mo­der­no, mo­der­no y pos­mo­der­no
En cu­yos ca­mi­nos con­flu­yen pe­re­gri­nos, tu­ris­tas y ma­ni­fes­tan­tes
Tra­fi­can­tes de ar­mas y trans­por­tis­tas de ver­du­ras
Ca­mio­nes de va­lo­res y ga­na­do

Es­to, co­mo es na­tu­ral, ge­ne­ra una gran can­ti­dad de con­flic­tos via­les

A un ami­go le ca­yó un puer­qui­to en su co­che en ple­na ca­rre­te­ra, lo que sig­ni­fi­ca que, li­te­ralmen­te, es­tu­vo a pun­to de mo­rir ¡de un ma­rra­na­zo!

Un he­cho co­mo és­te que hu­bie­ra ho­rro­ri­za­do a mu­chos ex­tran­je­ros (hay que re­cor­dar que el
mis­mí­si­mo pa­dre del su­rrea­lis­mo, An­dré Bre­ton, cuan­do cons­ta­tó que ha­bía un país en el
que el su­rrea­lis­mo es más que un ejer­ci­cio ima­gi­na­ti­vo, sa­lió prác­ti­ca­men­te hu­yen­do)… pa­ra
no­so­tros es re­la­ti­va­men­te nor­mal

No nos sor­pren­de ma­yor­men­te que un ca­mión de ba­su­ra cai­ga del se­gun­do pi­so y de­je cuadri­plé­ji­co a un es­tu­dian­te de me­di­ci­na. En otros paí­ses le hu­bie­ra caí­do un avión, un as­te­roide, un re­si­duo de sa­té­li­te o de una mi­sión es­pa­cia­l…¡o ya de per­dis un co­co! En Mé­xi­co es­tá pro­ba­do que pue­des mo­rir en ple­na ciu­dad ¡aplas­ta­do por la ba­su­ra!

Un jo­ven en­fies­ta­do se lle­vó a un po­li­cía del al­co­ho­lí­me­tro en el pa­ra­bri­sas por In­sur­gen­tes has­ta es­tre­llar­se con la es­cul­tu­ra de Juan Pa­blo ii. El sal­do fue un po­li­cía muer­to, un jo­ven en­car­ce­la­do y un su­mo pon­tí­fi­ce atro­pe­lla­do (al­go en rea­li­dad in­só­li­to), un abo­ga­do mi­llo­na­rio, un ár­bol ti­ra­do y to­dos co­mo si na­da

Es nor­mal que a las pe­re­gri­na­cio­nes, cuan­do no se vuel­can, las atro­pe­llen

Es co­mún que los pe­re­gri­nos re­tra­sen a los hom­bres de ne­go­cios en sus ci­tas… y les re­cuer­den el tiem­po hu­ma­no

Es tam­bién ben­di­ta­men­te co­ti­dia­no que las mu­je­res, en la Pa­tro­na, sal­gan al en­cuen­tro de los tre­nes pa­ra ali­men­tar a los mi­gran­tes

Co­mo es tam­bién ben­di­ta­men­te nor­mal que los mú­si­cos nos con­gre­guen y nos re­cuer­den del tiem­po, de las no­tas y de las pa­la­bras con que es­ta­mos he­chos

III
Los me­xi­ca­nos te­ne­mos una re­la­ción ma­ra­vi­llo­sa con el ha­bla
Crea­mos pa­la­bras y ex­pre­sio­nes que al mis­mo tiem­po nos re­fle­jan y nos re­crean
He­mos he­cho de los eu­fe­mis­mos un sue­lo
de las ver­da­des a me­dias una cul­tu­ra po­lí­ti­ca
y de los di­mi­nu­ti­vos una ver­da­de­ra obra de ar­te

A los an­cia­nos, res­pe­tuo­sa­men­te, les de­ci­mos vie­ji­tos; a las re­li­gio­sas, mon­ji­tas; a los sa­cer­do­tes, pa­dre­ci­tos y a las mu­je­res se­ñi­to, por si las du­das, o en su ca­so ma­ma­ci­ta por si hay más suer­te

Tam­bién co­me­mos en di­mi­nu­ti­vo: car­ni­tas, ma­ni­tas de puer­co, gor­di­tas, ce­bo­lli­tas, ta­qui­tos de co­chi­ni­ta… co­mo sos­pe­chan­do que, por de­cir­lo así, en di­mi­nu­ti­vo, na­da de eso nos en­gor­da­ra

Po­de­mos cier­ta­men­te to­mar ca­fé ca­si con cual­quie­ra, pe­ro echar­nos un ca­fe­ci­to es un pri­vi­le­gio que re­ser­va­mos pa­ra nues­tros ami­gos…

Por su­pues­to tam­bién can­ta­mos en di­mi­nu­ti­vo:
Ma­ría bo­ni­ta, cie­li­to lin­do, la de la pla­ci­ta,
las ma­ña­ni­tas,
Mu­ñe­qui­ta lin­da,
“Tú la de los oji­tos ne­gros, la de bo­ca tan bo­ni­ta, la de tan chi­qui­to pie…”

Tam­bién ha­ce­mos los me­xi­ca­nos teo­lo­gía en di­mi­nu­ti­vo:
a Dios —el que los grie­gos lla­ma­ron om­ni­sa­pien­te, eter­no, to­do­po­de­ro­so, om­ni­pre­sen­te— no­so­tros le de­ci­mos Dio­si­to, co­mo con más con­fian­za
Y la sa­bi­du­ría ja­ro­cha —con­tra la pe­tu­lan­te au­to­su­fi­cien­cia del pe­la­gia­nis­mo— nos ha re­ga­la­do una re­ce­ta in­fa­li­ble: “pa­ra su­bir al cie­lo se ne­ce­si­ta una es­ca­le­ra gran­de y otra chi­qui­ta…”

2 Respuestas para “Notas para un recital
  1. Luz Piña dice:

    Me gustó muchísimo, es como recordar tanta historia personal, familiar y mis amigos en mi casa que es mi País, tantas querencias Gracias.

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