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Individualización y juventud en México: educación, actitudes laicas y redes mediáticas 1
Este País | Gina Zabludovsky Kuper | 01.01.2012 | 1 Comentario

En esta décima entrega de los resultados de la ENVUD,2 nuestra autora identifica las diferencias más significativas entre los jóvenes de hoy y los de la generación anterior. Asimismo, se pregunta sobre la forma en que las opiniones y conductas de la juventud pueden ser analizadas en el marco del proceso de individualización propio de una sociedad moderna.

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Individualización y juventud en México: educación, actitudes laicas y redes mediáticas

El presente artículo analiza los resultados de la Encuesta Nacional de Valores sobre lo que nos Une y Divide a los Mexicanos (ENVUD), realizada por Banamex y la Fundación Este País, preguntándose sobre las diferencias y semejanzas entre los miembros de nuestra sociedad, en función de sus edades y con especial atención a los jóvenes, cuyas opiniones y criterios pueden llegar a tener una notable importancia para nuestro futuro.

De hecho, la población de entre 15 y 29 años ha crecido de forma relevante durante la última década. El país cuenta ahora con el mayor número de jóvenes en su historia (27% de la población aproximadamente). Por tratarse de la generación que delineará las transformaciones del siglo XXI, resulta imprescindible conocer cómo se perciben los jóvenes a sí mismos y al país y a partir de qué valores encaran el porvenir.3

Puesto que la ENVUD sólo se aplicó entre ciudadanos(as) y no contempló a los menores de 18 años, en este artículo no se consideran las opiniones de éstos últimos. Nuestro universo se centra en los adultos jóvenes de entre 18 y 29 años de edad, los cuales representan 31.3% del total de la población considerada en la Encuesta.

Los resultados revelan que entre esta generación y la de sus padres existen más coincidencias que diferencias en las evaluaciones y expectativas sobre los distintos aspectos de la vida económica y política del país. Así lo expresaron los ciudadanos en sus respuestas sobre los principales objetivos y limitaciones nacionales, en sus percepciones sobre la Revolución Mexicana, en los índices de satisfacción, en las consideraciones sobre el éxito en la vida y en las opiniones sobre la democracia, los partidos políticos y los factores que entorpecen y facilitan el desarrollo de México.

Estos temas ya han sido analizados por otros autores(as) en artículos previos. En consecuencia, en esta entrega me centraré en lo que más distingue a dichas generaciones: el uso de la tecnología y las redes virtuales; las apreciaciones sobre el divorcio, el aborto, la homosexualidad y la eutanasia, así como las actitudes religiosas. En el apartado final reflexiono sobre la forma en que las diferentes opiniones y conductas pueden ser analizadas en el marco del proceso de individualización propio de la sociedad moderna, la cual presupone una creciente capacidad y responsabilidad personal para triunfar, desarrollarse y “hacer la propia vida”, eligiendo entre distintos modelos de trabajo, familia y alternativas religiosas.

No se trata de ningún modo de una población homogénea. Las diferencias de apreciación entre los adultos jóvenes son bastante drásticas. Para apreciarlas en su debida magnitud, han sido analizadas tomando en cuenta el nivel educativo que, como veremos, es uno de los factores que más parece fragmentar las opiniones de los mexicanos(as).

Antes de iniciar el análisis, es importante tener presente la distribución de los jóvenes de la muestra respecto a su escolaridad. Como se observa en la Gráfica 1, 17.6% estudió hasta la primaria, 31.4% cursó educación secundaria, 27.1% llegó a preparatoria o a bachillerato (de ellos, 25.9% tiene entre 18 y 23 años, por lo cual algunos podrían continuar sus estudios en un nivel superior); 3.6% ingresó a una carrera técnica y comercial,4 y sólo 20.3% tiene estudios universitarios o de posgrado. Estos datos son congruentes con lo que ocurre en el país, donde aproximadamente uno de cada cuatro jóvenes alcanza los niveles universitarios.

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Por otro lado, las respuestas a las preguntas que dan cuenta del estatus económico (por ejemplo, si los entrevistados tienen o no teléfono, para cuánto alcanza el ingreso y a qué clase social pertenecen, desde un punto de vista subjetivo) muestran que las posibilidades de llegar a un grado educativo más alto están estrechamente relacionadas con los niveles socioeconómicos de las familias. La mayoría de los jóvenes que acceden a estudios de licenciatura o más provienen de las clases medias y altas.

Tal como lo ha señalado el Subsecretario de Educación Superior Rodolfo Tuirán, en México la desigualdad social y económica limita el ejercicio del derecho a la educación. Mientras apenas 21% de los jóvenes más pobres llega al nivel de la formación profesional, entre quienes tienen ingresos más altos lo hace 78%.5 Las desigualdades son más drásticas de acuerdo a otras fuentes, según las cuales 40% de la población más pobre en edad universitaria apenas aporta 8% de la matrícula de educación superior.6 Esta información coincide con los resultados de la ENVUD, donde se encuentra que sólo 8.6% de los jóvenes adultos que llegan a la universidad proviene de clase baja, mientras que 10.4% de quienes acceden a estudios superiores ha sido beneficiario del programa Oportunidades.7

En el marco de estas consideraciones, analizaremos la incidencia mediática y el uso de las tecnologías informáticas entre las distintas generaciones de nuestro país.

Uso de internet y tecnologías de la información: conectados y desconectados

Los datos de la Encuesta muestran una diferencia generacional aguda en el uso de internet. Como lo muestra la Gráfica 2, mientras que entre la población menor de 30 años el porcentaje con acceso a la red llega a 30, entre quienes tienen de 30 a 44 años baja a 22 y entre los mayores de 45 disminuye a 16.2. Lo anterior también se hace evidente en la forma en que conocen las noticias. Mientras que el porcentaje de los jóvenes que se entera “algo o mucho” de ellas por internet alcanza el 30.2, entre los adultos mayores de 45 años la cifra se reduce al 10.5.

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Esto también se expresa en los índices de confianza frente a internet. Entre los jóvenes, el porcentaje de quienes le tienen algo de confianza o mucha alcanza 38, mientras que entre los mayores de 30 años disminuye a 28.8. Como lo muestra Anthony Giddens, este tipo de confianza en los “sistemas de expertos”, propia de la modernidad radicalizada, no puede equipararse con otras formas de confianza existentes en las sociedades premodernas fundamentadas en relaciones interpersonales y encuentros cara a cara. La profundización de estas diferencias rebasa los objetivos del presente artículo, sin embargo conviene tener presente que la confianza en los sistemas de expertos no se debe a los compromisos entre las personas, sino a la fiabilidad de órdenes abstractos e impersonales cuyas bases tecnológicas y funcionamiento cotidiano la mayoría de los mortales conoce muy poco.8

Ahora bien, la diferencia entre una y otra generación no radica tanto en el número de personas que tienen acceso a internet como el uso que le dan. La Gráfica 2 muestra que el porcentaje de jóvenes con acceso a una red social como Facebook o Twitter llega a 27.6, mientras que entre los adultos de 30 a 44 años disminuye a 13.9 y entre los mayores de 45 sólo representa 6.6. Es decir, mientras que para los jóvenes resulta prioritario el contacto con comunidades virtuales, en lo general los mayores de 45 años hacen uso de internet para otros fines.

Lo anterior no equivale a afirmar que el uso de internet y de las redes sociales esté generalizado entre los jóvenes. Por el contrario, el acceso se concentra únicamente en la población de mayores niveles educativos. Mientras 65.2% de los jóvenes con estudios universitarios tiene acceso a la red, entre quienes sólo cursaron la primaria o niveles inferiores este porcentaje disminuye a cinco.9

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Los datos disponibles en la ENVUD son insuficientes para establecer una causalidad directa entre el nivel educativo y el uso de internet, pues como se sabe, en algunos estratos sociales la incursión en redes virtuales está generalizada desde la infancia. Sin embargo, sí permiten detectar una estratificación claramente diferenciada en términos de acceso a los recursos, visible tanto en las posibilidades de llegar a los niveles educativos más altos, como en el uso de nuevas tecnologías.

Las drásticas diferencias en educación y conectividad mediática se relacionan con las nuevas modalidades de inclusión y exclusión social. En las llamadas “sociedades del conocimiento”, los recursos digitales han sido considerados por algunos autores, como Jeremy Rifkin, las propiedades más valiosas del siglo XXI.10 En la medida en que a través de ellas se distribuye gran parte de la información social, las redes electrónicas generan “zonas de concentración e irradiación”11 que “organizan el acceso desigual a los bienes y mensajes”.12

Como lo ha señalado Nestor García Canclini, las identidades de los sujetos se forjan cada día más a partir del intercambio de repertorios de información creados por las industrias culturales para ser distribuidos por todo el planeta.13 Estos ríos de comunicación que fluyen a nivel mundial rompiendo todas las fronteras han sido considerados por Zygmunt Bauman uno de los fundamentos de lo que él denomina “modernidad líquida”.14

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En la medida en que en México las posibilidades cognitivas y culturales están distribuidas en forma tan diversa, la brecha digital genera nuevas desigualdades. Quien no esté conectado se encontrará cada vez más excluido.15

Por otro lado, también vale la pena preguntarse hasta qué punto el uso de internet, generalizado en la población juvenil con estudios universitarios, puede dar lugar a nuevas formas de interacción y acción política o ciudadana, o bien a movimientos sociales de jóvenes como los surgidos en otras partes del mundo, tal como el movimiento “Occupy Wall Street” en Estados Unidos.

La esfera de la intimidad: divorcio, aborto, homosexualidad y eutanasia

Como lo muestra la Gráfica 4, uno de los contrastes importantes entre la población más joven y la de sus padres tiene que ver con las apreciaciones en torno al aborto, la homosexualidad, el divorcio y la eutanasia. Para facilitar la exposición, únicamente se tomarán en cuenta las respuestas que afirman que tales fenómenos “nunca se justifican”.16

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En lo relativo al aborto,17 mientras 53.8% de la población mayor de 45 años considera que nunca se justifica, entre los adultos jóvenes –quienes finalmente son los afectados(as) por las decisiones de política pública en este rubro– el porcentaje disminuye a 40.5.

Las actitudes frente a la eutanasia también muestran estos contrastes. Entre los mayores de 45 años el rechazo llega a 45%, mientras que entre los menores de 30 baja a 35.2%. Esta tendencia se observa también con relación a las opiniones sobre la homosexualidad. Entre los mayores de 45 años, 44.6% nunca la justifican, mientras que entre los jóvenes la cifra disminuye a 30.7%. Lo anterior es congruente con las opiniones expresadas sobre los matrimonios de un mismo sexo, pues el desacuerdo alcanza 61.2% en la población en general, mientras que entre los jóvenes disminuye a 49.5 por ciento.

En lo relacionado con el divorcio, cerca de la tercera parte (30.8%) de los mexicanos(as) cree que éste nunca se justifica. Entre quienes tienen más de 45 años el índice alcanza 37.8% y entre los menores de treinta disminuye a 25.5 por ciento.18

Como se observa en la Gráfica 5, estas actitudes también varían de forma significativa de acuerdo a los grados de estudio de la población joven.

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Las respuestas también cambian de un estado de la República a otro. Si sólo se toma en cuenta el Distrito Federal –la única entidad donde se han legalizado el aborto y los matrimonios homosexuales–, el porcentaje de jóvenes para los cuales el aborto nunca se justifica baja a 30 (con relación al 40.5 nacional) y el índice de rechazo total a la homosexualidad también desciende a 23 (frente al 30.7 del total del país). La Gráfica 6 sintetiza esta información incluyendo los datos de los estados donde se encontraron los mayores y menores índices de respuestas de total rechazo. Como se puede observar, Durango aparece dos veces con los índices de menor rechazo, mientras que Quintana Roo es el estado donde la oposición a la eutanasia, el aborto y la homosexualidad entre los jóvenes es más radical.

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Además del grado educativo, estas diferencias se vinculan con concepciones y prácticas religiosas que, como veremos a continuación, también muestran importantes contrastes entre las actitudes de los adultos jóvenes en comparación con los de una edad más avanzada.

Creencias y prácticas religiosas

Como se observa en la Gráfica 7, si bien para la mayoría de los jóvenes (55.5%) “Dios es muy importante en su vida”, este porcentaje se encuentra casi veinte puntos por debajo de los índices observados en la población mayor de 45 años, entre la cual esta respuesta alcanza 73.5.

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Sin embargo, como ocurre en los temas analizados con anterioridad, existen importantes contrastes entre la población de jóvenes de acuerdo no sólo a su nivel educativo sino también a su diferenciación por género.

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Tal como lo muestra la Gráfica 8, 57% de los varones menores de treinta años con niveles de primaria considera que “Dios es muy importante en su vida”, mientras que entre quienes llegan a la universidad el porcentaje disminuye a 36.2. El contraste también se observa entre los diferentes niveles educativos de las mujeres, sin bien en ellas los porcentajes suben significativamente: el 72.9 de las que ingresaron a primaria considera muy importante a Dios en su vida, mientras que entre quienes llegaron a la universidad el porcentaje disminuye a 49.7.

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Lo anterior también se observa en otras preguntas vinculadas con las formas de religiosidad propiamente mexicanas, como lo es la creencia en la Virgen de Guadalupe.19 De hecho, el porcentaje de católicos(as) entre los menores de treinta años es más bajo que los observados en otras generaciones. Mientras que entre los primeros asciende a 76.9, entre los mayores de 45 años es de 84.9. Es decir, casi la cuarta parte de los jóvenes del país no se considera católica.

El distanciamiento de esta religión también está relacionado con los niveles educativos. Mientras que entre los jóvenes que ingresaron sólo a primaria los católicos son 80.6%, entre quienes acceden a la universidad el porcentaje disminuye a 70.3. Además, los datos muestran que cerca de una tercera parte de los jóvenes que no son católicos tampoco se apegan a otra creencia religiosa: 11.6% de la población total de ciudadanos menores de 30 años señalaron no tener religión. Entre quienes tienen una edad mayor este porcentaje disminuye a 5.5.

Lo anterior varía de acuerdo al nivel educativo y al género. Entre la población de jóvenes de sexo masculino que ha cursado hasta el nivel primaria, este porcentaje es 10.3, mientras que entre quienes llegan a universidad alcanza 18.1. En la población de mujeres jóvenes, estos porcentajes representan 8.2 y 11.4 respectivamente.

Como lo muestra la Gráfica 9, la diferencia entre las generaciones también se hace evidente en la frecuencia con la que asisten a los servicios religiosos. Mientras que el porcentaje de adultos mayores que lo hace una vez a la semana asciende a 42.5, entre los jóvenes disminuye a 27.9.20

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Tal como se observa en otras respuestas sobre el ámbito religioso, entre las mujeres jóvenes la asistencia a los servicios es más frecuente. Asimismo, a medida que aumenta el nivel educativo, disminuye el porcentaje de jóvenes que van a los templos de forma regular.

Por otro lado, si como propone Max Weber en sus conocidas obras sobre sociología de la religión,21 más que en las creencias y prácticas en sí mismas nos fijamos en la forma en que éstas permean la “ética económica”, las expectativas y los comportamientos frente al trabajo y el mundo cotidiano, se aprecia que sólo 19% de los jóvenes en México orienta su acción pensando “Dios proveerá”, y la mayoría tampoco considera que “tener fe” sea uno de los aspectos que permitan mejorar su posición social. Como lo muestra la Gráfica 7, a pesar de que gran parte de los mexicanos(as) consideran que “Dios es muy importante”, el porcentaje de quienes se guían por esta creencia para dirigir sus acciones económicas disminuye drásticamente. Como se verá a continuación, estas actitudes mundanas y pragmáticas se manifiestan en otro tipo de respuestas relacionadas con las expectativas y lo que se considera importante para mejorar la posición social.

Lo que se necesita para mejorar: actitudes prácticas en la vida e individualización en México

Como ya se ha señalado, a pesar de que una gran parte de los mexicanos(as) asiste con cierta regularidad a los servicios religiosos y considera a Dios muy importante en su vida, la mayoría no cree que la presencia divina esté involucrada en el destino de su futuro económico.

Al analizar la pregunta sobre los aspectos que más se necesitan para que las personas puedan mejorar su posición social, se puede observar que, a semejanza de lo que ocurre con el resto de la población, sólo 19% de los jóvenes contestó que lo que se necesita es “tener fe”. También son una minoría quienes consideraron importante “sacar provecho de otros” (6%), “tener buena suerte” (15%), “tener contactos o palancas” (22%), o “contar con la ayuda del gobierno” (23 por ciento).

En contrapartida, a semejanza de lo que ocurre en otras generaciones, los adultos jóvenes consideran que lo que más se necesita para ascender de posición social es tener “preparación y estudios” (89%), “trabajar duro” (74%) y mostrar una “actitud ganadora” (47 por ciento).

A medida que se incrementa la escolaridad de los entrevistados, también aumenta el porcentaje de quienes consideran la preparación y los estudios como una cuestión fundamental para el éxito. En este sentido es importante observar que no hay diferencias entre las edades ni tampoco entre los sexos. Los mexicanos(as) califican con 7.6 a las universidades públicas y sólo 37% considera que los planteles privados ofrecen una mejor calidad educativa.

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De hecho, los habitantes de nuestro país tienen bastante razón en la jerarquía que dan a la preparación profesional. Como lo han mostrado Marcelina Valdés y Stephanie Zonszein en su análisis sobre los resultados de la ENVUD, “la teoría sobre la inversión en capital humano y la evidencia empírica son consistentes con la percepción de los mexicanos”, ya que el nivel educativo aumenta considerablemente el nivel de ingresos de los individuos.22 Como también apunta Ricardo Estrada, “en México el premio salarial de la educación superior es considerable. Un profesionista gana en promedio 75% más que una persona con estudios de nivel preparatoria. Se trata de una diferencia amplia en términos internacionales”.23

Por otro lado, el importante número de respuestas que relacionan el ascenso social con el hecho de “trabajar duro” y “tener una actitud ganadora” muestra que, como ha sucedido en otras partes del mundo, la forma en que los mexicanos(as) se conciben a sí mismos responde a una individualización de corte moderno que se yergue sobre la convicción de que el propio individuo es el responsable de sus conquistas y debilidades. Esto también lo ratifica el hecho de que una considerable mayoría considera que tiene una completa libertad de elegir y control sobre sus vidas. De hecho, 67.4% de la población joven calificó este rubro con evaluaciones que van del 8 al 10.

En este sentido, conviene aclarar que el concepto de individualización aquí empleado no se relaciona necesariamente con el relativo al egoísmo, a los bajos niveles de confianza (término que, como ya se ha señalado, puede tener una multiplicidad de significados) ni con el que tiene como consecuencia ineludible la escasa pertenencia a grupos u organizaciones.

En este análisis, concebimos la individualización como el producto de un proceso de socialización y desarrollo institucional, y no como un factor de retraso propio del “ser de los mexicanos” o del “alma nacional”, tal como parecen proponerlo Jorge Castañeda y Leonardo Curzio. En este sentido, concuerdo con las críticas expresadas por Alejandro Moreno, y aunque parto de una definición distinta de individualización, coincido con ciertos criterios de Luis de la Calle y Miriam Jerade cuando afirman que algunos rasgos individualistas de los mexicanos son acordes con la modernidad. Al respecto, como también lo advierten Suhayla Bazbaz, Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos, resulta conveniente cuestionar la lectura tradicional que necesariamente concibe al beneficio individual y a la acción colectiva como una dicotomía. Lo anterior, sin embargo, tampoco debe leerse como una defensa del liberalismo económico más extremo, que sostiene que la competencia irrestricta y el bienestar individual necesariamente redundan en la prosperidad social. Las inequidades prevalecientes en México hacen evidente que esto no siempre ocurre.24

A diferencia de estas nociones, la concepción aquí adoptada se fundamenta en las propuestas de clásicos de la sociología como Alexis de Tocqueville, Émile Durkheim, Georg Simmel y Norbert Elias, para quienes la individualización es propia de la modernidad y producto de un proceso de diferenciación social de largo alcance. Como consecuencia de éste, los seres humanos obedecen cada vez más a sus dictados, sus márgenes de deliberación aumentan y se multiplica el número de sus opciones. El afán de destacar sobre los demás, de buscar el cumplimiento de anhelos personales mediante los propios méritos, se convierte así en un componente fundamental de la identidad.25

Como lo explican algunos autores contemporáneos como Zygmunt Bauman, Anthony Giddens, Ulrich y Elisabeth Beck, en las sociedades actuales caracterizadas como de “segunda modernidad” o de “modernidad tardía”, el proceso de individualización se ha radicalizado y está íntimamente vinculado con las innovaciones tecnológicas y los cambios institucionales, como lo son la creciente importancia de las redes (virtuales y no virtuales), la merma del “Estado de bienestar”, la pluralidad en los modelos de familias, los nuevos esquemas de trabajo y el proceso de “desanclaje” que responde a las condiciones de globalización y nos permite ser al mismo tiempo “locales” y “globales”.26

La individualización así entendida se basa en la consideración de que, ante un mundo que presenta a la vez una mayor incertidumbre y un mayor rango de opciones, los seres humanos se ven obligados a elegir entre una amplia gama de oportunidades y la identidad deja de ser un “dato” para convertirse en una “tarea”. La visión de la mayoría de los mexicanos(as) en el sentido de ser los responsables de mejorar su posición social siempre que “trabajen duro” y mantengan una “actitud ganadora” es congruente con la que responsabiliza a los actores por sus éxitos y fracasos y, consecuentemente, asume que ya no hay nadie a quien culpar por los propios logros y frustraciones.

La nueva configuración de las identidades en condiciones de “modernidad radicalizada” se yergue sobre la existencia de una pluralidad de opciones informativas que se hacen posibles a través de internet; en la posibilidad de decidir sobre el propio cuerpo y elegir entre modelos de familias que ya no necesariamente se fundamentan en uniones entre un hombre y una mujer, pactadas “para toda la vida”; en la probabilidad de sobrevivir frente a la inestabilidad en el empleo e idear un tipo de trabajo para el cual todavía no hay precedentes, y en la percepción de que aun las creencias religiosas pueden ser elegidas como opciones individuales.

¿Hasta qué punto este tipo de individualización se vincula con una erosión de la ciudadanía? ¿En qué medida el proceso en México es distinto del ocurrido, por ejemplo, en los Estados Unidos donde, como lo ha sugerido Robert Wuthnow, el agudo individualismo y la noción del self-made man propios del American way of life no necesariamente se contraponen a las prácticas altruistas y la participación en asociaciones?27

Para encontrar una respuesta a estas inquietudes conviene adentrarse más en el debate teórico-conceptual donde la aclaración sobre la terminología empleada resulta fundamental para entender nuestros acuerdos y desacuerdos y mejorar los términos del debate.28 A la par, debemos revisar tanto la historia institucional como la de la opinión pública de nuestro país29 y contrastarlas con las que se expresan en otras latitudes. Para esto último, sería muy provechoso poder comparar las percepciones de los mexicanos con las que se han dado a conocer en las encuestas mundiales de valores. Las limitaciones del presente artículo nos impiden abordar estas cuestiones, las cuales quedan para una agenda próxima.

Por lo pronto, interesa resaltar que si bien la mayoría de la población considera que para mejorar su posición se necesita una buena educación, trabajar duro y tener una actitud ganadora, en la práctica no todos(as) pueden tener acceso a los mismos recursos y las posibilidades de “triunfar por el propio esfuerzo” se ven truncadas por factores distintos a los de “ser flojo”, “tener una actitud conformista” y otras cualidades y actitudes relacionadas con las disposiciones individuales. Los mexicanos(as) también perciben estas limitaciones sociales pues consideran que la “falta de oportunidades” constituye el segundo aspecto (después de la falta de preparación y estudios) que más impide o dificulta a una persona mejorar su posición social. (Ver Gráfica 10)

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El presente artículo ha mostrado que en México tenemos un sector minoritario de jóvenes, provenientes en su mayoría de las clases medias y altas, que acceden a los niveles educativos más elevados, se insertan en las redes electrónicas, están abiertos a diversas prácticas de la sexualidad y opciones de familia, consideran importante poder decidir en torno al aborto y la muerte digna, se alejan cada vez más de la religión y se acercan cada vez más a la tecnología.

A reserva de la necesidad contrastar estos valores con los de los jóvenes de otros países, es muy probable que, por lo menos en los temas analizados en este artículo, esta población de adultos menores de treinta años –con recursos económicos, sociales y culturales– se aparte de los movimientos fundamentalistas surgidos en otras regiones del mundo y muestre rangos de laicidad y tolerancia más afines a los jóvenes con estudios universitarios de otros países que con los adultos mayores en México o con los integrantes de su propia generación con menores niveles de estudio.

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1 La autora agradece a Rosa Elvira Cedillo, Melisa Guevara, Lissette Rosales y Liliana Vega su colaboración en el procesamiento estadístico y la elaboración de las gráficas para este estudio.
2 La ENVUD es un estudio realizado bajo los auspicios de Banamex, la Fundación Este País y un grupo de donantes interesados en hacer un retrato de los valores y las creencias de los mexicanos al inicio de la nueva década. Alberto Gómez, Federico Reyes Heroles y Alejandro Moreno agradecen al grupo de académicos, encuestadores e interesados en la temática de valores que, generosamente, aceptaron formar un Consejo Consultivo para este proyecto y cuyo tiempo, observaciones y sugerencias enriquecieron el estudio de manera importante: Andrés Albo, Ulises Beltrán, Edmundo Berumen, Eduardo Bohórquez, Federico Estévez, Nydia Iglesias, Rosa María Ruvalcaba e Iván Zavala.
En la realización de la envud participaron diversas empresas: Ipsos-Bimsa Field Research de México, S.A. de C.V. (que se encargó de levantar la encuesta en Baja California, Baja California Sur, Coahuila, Colima, Distrito Federal, Durango, Guerrero y Oaxaca); Mercaei, S.A. de C.V. (Nayarit, Nuevo León, Querétaro, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Tamaulipas y Veracruz); Nodo-wmc y Asociados, S.A. de C.V. (Campeche, Chiapas, Estado de México, Hidalgo, Jalisco, San Luis Potosí, Tlaxcala y Zacatecas) y Pearson, S.A. de C.V. (Aguascalientes, Chihuahua, Guanajuato, Michoacán, Morelia, Puebla, Quintana Roo y Yucatán). La empresa Berumen y Asociados se encargó del diseño de la muestra, la supervisión, la validación de la captura y el respaldo a las encuestadoras durante el levantamiento en campo.
3 Datos del Programa Nacional de la Juventud 2008 y del INEGI.
4 Debido a que en esta muestra el porcentaje de los jóvenes que estudian carreras técnicas y comerciales es tan bajo y a que estas carreras son tan variadas, en el presente estudio no se incluirán comparaciones con la población de este nivel de estudios.
5 Karina Avilés, “Apenas 21% de los jóvenes más pobres, en educación superior”, La Jornada, 7 de noviembre 2011.
6 Ricardo Estrada, Profesionistas en vilo, CIDAC, México, 2011, p.150.
7 El hecho de que 10.5% de los jóvenes universitarios provenga de los sectores más pobres que han sido beneficiarios de Oportunidades es un dato que merecería ser analizado con mayor detenimiento para evaluar los impactos de este programa en la movilidad social en este país. Por las limitaciones propias de este artículo, no puedo detenerme más en este importante tema.
8 Anthony Giddens, The Consequences of Modernity, Stanford University Press, Standford University, 1990; y Modernity and Self-Identity, Standford University Press, Stanford University, 1991.
9 El uso del teléfono también muestra una brecha entre la población con distintos niveles de estudio. Entre los(as) que cursaron hasta primaria o menos, el porcentaje de adultos jóvenes con celular es de 36, entre los universitarios asciende a 87.
10 Jeremy Rifkin, “La venta del siglo”, El País, 5 de mayo 2001.
11 Anibal Ford, La marca de la bestia, Buenos Aires, Norma, 1999.
12 Nestor García Canclini, Diferentes, desiguales y desconectados, Gedisa Editorial, Barcelona, 2005, p. 77.
13 Ibídem, p, 161.
14 Zygmunt Bauman, Liquid Modernity, Blackwell Publishing, 2000.
15 Martin Hopenhayn, “Educación y cultura en Iberoamérica: situación, cruces y perspectivas”, en Néstor García Canclini (comp.), Iberoamérica: Diagnóstico y propuesta para el desarrollo cultural, México, Santillana, 2002.
16 En estas preguntas se pide al entrevistado(a) graduar sus respuestas del 1 al 10, donde 1 significa que nunca se justifica y 10 que siempre se justifica. Debido a las limitaciones de espacio y con el fin de lograr una exposición más clara, hemos sacrificado el análisis de las respuestas intermedias, que sin duda permitiría tener una radiografía más adecuada de la amplia gama de tonalidades existentes en la población.
17 Para analizar las actitudes frente al aborto, he tomado en cuenta las respuestas a la pregunta sobre qué tanto se justifica éste, en vez de la que obliga a optar entre “la defensa a la vida” y el “derecho a decidir”. A nuestro parecer, esta polaridad inclina las respuestas en un sentido. Sobre este punto, coincido con el señalamiento que también han hecho Luis de la Calle y Miriam Jerade (Este País, noviembre y diciembre de 2011).
18 Una tendencia similar se observa en las actitudes frente a la infidelidad matrimonial. Mientras que 58.3% considera que nunca se justifica, entre los jóvenes este porcentaje disminuye a 53.4.
19 Mientras que para 55.9% de los mexicanos(as) la Virgen de Guadalupe es muy importante en su vida, entre los adultos jóvenes el porcentaje se reduce a 47.5 y entre los mayores de 45 asciende a un 63.4. Dentro de la población de mujeres menores de 30 años, 62.5% de las que sólo llegaron a primaria considera a la guadalupana como “muy importante”, mientras que la cifra disminuye a 37% entre las que llegan a la universidad. En cuanto a los hombres jóvenes, entre los que estudian hasta primaria este porcentaje es de 55.3, mientas que entre los que llegan a nivel universitario el porcentaje disminuye a 28.8.
20 En consonancia con esta tendencia, 16.7% de la población menor de 30 años nunca asiste a servicios religiosos, cifra que es notablemente superior al 6.4% de los mexicanos(as) mayores 45 años que están en esta situación.
21 Max Weber, Ensayos sobre sociología de la religión, Taurus, 1998. Para un mayor tratamiento de estas cuestiones, consúltense mis libros: Gina Zabludovsky, Patrimonialismo y modernización. Poder y dominación en la sociología del Oriente de Max Weber, FCE-UNAM, México, 1989, e Intelectuales y burocracia. Vigencia de Max Weber, UNAM-Anthropos, 2009.
22 Marcelina Valdés y Stephanie Zonszein, “Denme un apoyo y moveré al mundo: educación y movilidad social”, Este País, agosto de 2011.
23 Ricardo Estrada, óp. cit., p. 147.
24 Suhayla Bazbaz, Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos, “Valores y cohesión comunitaria”, Este País, septiembre de 2011; Jorge Castañeda, El misterio de los mexicanos, Aguilar, 2011, y “Entre la percepción y la realidad, Este País, septiembre 2011; Leonardo Curzio, “México Invertebrado”, Este País, octubre de 2011; Luis de la Calle y Miriam Jerade, “Una sociedad más moderna y homogénea de la que se piensa”, Este País, noviembre de 2011, y Alejandro Moreno, “El misterio mexicano”, Este País, septiembre de 2011. En un artículo anterior, este último autor introduce el término de “intereses particularizados” para nombrar a lo que otros han consideran como “individualismo” (Moreno, “Las metas y valores de los mexicanos”, Este País, abril de 2011, p.101).
25 Estos temas los he tratado con mayor amplitud en los siguiente textos: Gina Zabludovsky, “Norbert Elias frente a la teoría sociológica clásica y contemporánea” y Norbert Elias y el problema del desarrollo humano, Vera Weiler (coord.), Ediciones Aurora, Bogotá, 2011.
26 Zygmunt Bauman, The Individualize Society, Polity Press, Blackwell, 2011: Ulrich Beck y Elisabeth Beck-Gernsheim, La individualización, Paidós, 2003; Anthony Giddens, óp. cit., y Gina Zabludovsky, Modernidad y globalización, Siglo XXI-UNAM, México, 2010.
27 Robert Whuthnow, “Obrar por compasión” en Hijos de la libertad (Ulrich Beck, coord.), fce, 1999.
28 Estos temas están tratados de forma más ampliada en el siguiente libro: Gina Zabludovsky (coord.), Sociología y cambio conceptual, México, Siglo XXI-UNAM, México, 2007.
29 En este sentido, para lograr una comprensión de los cambios a través del tiempo, sería fundamental comparar los resultados con otras encuestas previas, como las realizadas durante varios años por Enrique Alduncin en torno a los valores de los mexicanos, y las que se han dirigido específicamente a ciertos sectores de la población o a la exploración de las actitudes y opiniones públicas en temas específicos, como lo hacen la Encuesta Nacional de la Juventud o la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México.

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GINA ZABLUDOVSKY KUPER es doctora en Sociología y profesora-investigadora de tiempo completo de la UNAM. Su libro más reciente es Modernidad y globalización (Siglo XXI-UNAM). Twitter: @ginazabludovsky; página web.

Una respuesta para “Individualización y juventud en México: educación, actitudes laicas y redes mediáticas 1

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