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No solo por ser informales somos improductivos
Este País | Manuel J. Molano | 01.07.2013 | 0 Comentarios

Especialistas, instituciones públicas y organismos internacionales consideran que la informalidad es una de las principales causas de la baja productividad en México. Este artículo analiza los distintos factores de producción, incluido el laboral, para identificar cuál de ellos afecta más nuestra productividad.


A Luis de la Calle, con admiración y afecto

En días recientes he hablado mucho de productividad. La razón: un artículo que hicimos en el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) entre 2011 y 2012 intitulado “Propuestas para incrementar la productividad laboral en México”.1 Resultado de un proyecto de colaboración con el Centro Fox y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el artículo circuló entre el equipo de transición y luego entre los excelentes economistas que el secretario de Hacienda ha designado para liderar la unidad de productividad de la SHCP: Abraham Zamora, Ernesto López Córdova y otros más jóvenes que ellos pero no por eso menos hábiles.

Hace unos días, estaba citado para hablar de productividad en una reunión en Palacio Nacional con la unidad de productividad. Decidí irme en Metro para ahorrar tiempo (el tráfico estaba desquiciado). ¿Qué tan productivo puede ser que uno de los mejores transportes del DF esté tan tremendamente subsidiado? Si los usuarios pagáramos al menos el costo de oportunidad del boleto, ¿no funcionaría mejor la red? Si el Metro dependiera de un buen administrador y una buena estrategia de negocio y no de un subsidio, ¿habría tantos comerciantes informales en sus instalaciones y carros? ¿Sería posible la corrupción que permite que cada vagón se convierta en un tianguis donde se vende comida, importaciones chinas y discos piratas, entre otras cosas?

Mi mente era llevada por estas disquisiciones cuando salí del Metro en el Zócalo. Vi una imagen familiar para los chilangos: un comerciante informal que iba con su mujer y su hija, al ver que venía un contingente de policías, sacó a la niña de la carriola en medio de la lluvia y se la entregó a la mamá mientras hábilmente recogía el plástico que estaba en el piso con diversas mercancías, lo aglutinaba en un bulto y lo ponía en la carriola. Los vi alejarse caminando, con la carriola cargada y la niña en brazos, como cualquier familia que hubiera ido a visitar el asta bandera.

Eso me llevó a la pregunta que da pie a este artículo. ¿Es el trabajo informal lo que nos hace terriblemente improductivos? En un artículo reciente publicado por el BID,2 Santiago Levy y otros autores llegan a la conclusión de que así es, utilizando datos de los censos económicos de México. En la visión de Levy y sus coautores, en industrias muy específicas (“a cuatro dígitos”, en la clasificación del Sistema de Clasificación Industrial de América del Norte, SCIAN) existen empresas hasta mil veces menos productivas que la empresa promedio. En el mundo desarrollado, la empresa menos productiva es solamente 16 veces menos productiva que la empresa promedio. Es decir, mis tías, que en el patio de su casa operan una máquina de coser para hacer pantalones, producen con tecnología del siglo XVIII, lo cual es mil veces menos productivo que hacer pantalones en una fábrica con tecnologías del siglo XX, métodos de trabajo uniformes, redes de aprovisionamiento de insumos funcionales, escala adecuada, mecanismos de distribución de clase mundial, etcétera.

Vuelvo a mi trayecto entre el Metro Zócalo y la puerta de Palacio Nacional. Empezaba a llover a cántaros, y a pesar de la presencia de la policía, alguien se animó a ofrecerme un paraguas en venta. Era, por supuesto, un comerciante informal. ¿Qué tan improductivo puede ser eso? El hombre que me extendía un paraguas me pareció, en ese momento, el epítome de la productividad. Superó todos los obstáculos posibles para ofrecerme —en el momento exacto en que yo salía del Metro antes de un diluvio de proporciones épicas— una solución. El economista Luis de la Calle dice que el comercio formal también tiene algo que aprender de los informales: están pendientes de las necesidades de su cliente. La opinión de Luis contrasta con la visión típica sobre la informalidad: “Hay que combatirla”. Pienso en la gente que trabaja en el comercio informal en la calle de Moneda, atrás de Palacio Nacional, y rememoro ocasiones en que la autoridad los levanta literalmente, a madrazo limpio. Dado que estamos hablando de 60% de la población económicamente activa, ¿es esta la forma en que tenemos que combatir el fenómeno? Francamente, creo que necesitamos inteligencia para formalizar a quienes no lo están.

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El doctor Luis Videgaray, titular de la Secretaría de Hacienda (SHCP), le atinó al hacer de la productividad un elemento transversal en la agenda de desarrollo del país. La agenda de productividad se nos había perdido 20 años —desde el tiempo del presidente Salinas nadie hablaba ya del tema. Coincido en que la productividad laboral es muy importante para mejorar la productividad de un país, sin embargo, lo que importa es la productividad total de los factores. Es decir, tenemos que producir más usando menos trabajo, menos energía, menos capital, menos insumos y más inteligencia. Esa es la verdadera productividad.

El doctor Videgaray ha utilizado una gráfica para mostrar la productividad total de los factores en la economía mexicana. La gráfica —que se construye sobre el excelente análisis que ha hecho el doctor Timothy Kehoe sobre la productividad en México, desde hace muchos años— muestra que la productividad total ha decrecido en los últimos años de manera importante.

Intentamos crear para este artículo una gráfica parecida, pero que eliminara efectos de tipo de cambio y de precios, para mostrar la productividad total de los factores. La descompusimos en los tres factores productivos más importantes en la economía mexicana: trabajo, capital y energía. Usamos datos de PIB a paridad de poder de compra, construyendo sobre la base de datos del siglo XX que tiene el proyecto Oxlad (Oxford Latin-American Database) de esa universidad británica y el Banco Mundial. Para los datos de capital, usamos el capital de los últimos cinco años, con un rezago de dos años (de manera que la inversión que se hace hoy da resultados dos años después), lo cual es consistente con la literatura económica en el tema. Convertimos todo a índices en la escala 0-100, de manera que fueran comparables.

Logramos reproducir de manera cercana la gráfica del doctor Videgaray, pero desagregándola por factores de producción. Como puede verse en la Gráfica, el factor trabajo no es el menos productivo del país —aunque su desempeño sí se ha estancado en los últimos 30 años. La productividad del sector energía sigue muy de cerca a la productividad agregada de la economía, y la productividad del capital es la que se nos ha caído de manera muy importante, al menos desde principios de los años noventa.

Esto tiene una implicación seria. Quiere decir que, fuera de las manufacturas, hemos hecho inversiones malas, peores, y lo que le sigue. Quiere decir que sí, hay que hacer más productivo el trabajo —y para eso tenemos que volver formales a los informales—, pero también hay un fenómeno de inversiones de capital que no están dando lo que tienen que dar. Durante años hemos insistido en que hay que invertir más, pero también tenemos que invertir mejor. Dada la caída en productividad de las inversiones de capital recientes, no debería sorprendernos que el crecimiento económico haya sido tan débil.

En el IMCO, junto con México Evalúa y el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP), hemos echado a andar una iniciativa que se llama “México, ¿Cómo Vamos?”, con la cual estamos dando seguimiento cercano a algunas de estas variables que detienen el crecimiento de México. En esta iniciativa, que tiene una página de internet,3 estamos planteando preguntas de política pública a un grupo de cerca de 50 expertos en la materia, y abogando por que como país nos pongamos metas. ¿Cuál debería ser la meta de rentabilidad para nuestras inversiones de capital? No es una meta fácil de fijar, porque el rendimiento de una inversión tiene que ser proporcional al riesgo asociado a ella. Sin embargo, podríamos invertir más: la renta petrolera (8-9% del PIB) podría convertirse en inversión pública; esta llega apenas a 5.5% del PIB. Nuestras inversiones privadas, que en muchos lugares del país están en negocios de “manos muertas” (inmuebles, por ejemplo), podrían estar en cosas que nos dieran un mayor rendimiento, y también podrían ser mayores en monto. Donde la brecha es más grande es en la inversión extranjera directa; podríamos estar captando entre 50 y 60 mil millones de dólares por año, y en un año típico estamos obteniendo menos de 20 mil millones. Si el rendimiento es malo, como parece serlo de acuerdo a nuestro análisis, esas inversiones no llegarán nunca.

1    M. J. Molano, Propuestas para incrementar la productividad laboral en México, Banco Interamericano de Desarrollo / Centro Fox, 2012.
2    M. Bussio, M.V. Fazio y Santiago Levy, “(In)formal and (Un)productive: The Productivity Costs of Excessive Informality in Mexico”, Inter-American Development Bank, Working Paper Series, 2012.
3    Véase www.mexicocomovamos.com

___________

MANUEL J. MOLANO es director general adjunto del IMCO.

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