Jesús Silva Herzog Flores
Ex Secretario de Hacienda.
Hoy tenemos frente a nosotros un trabajo que, estoy seguro, será referente obligado para todos aquellos que quieran asomarse a estos episodios trascendentes en la vida nacional.
El subtítulo mismo del libro dice mucho: Tragedia en 3 actos. Y es verdad. Es impresionante lo que la banca mexicana ha pasado en los últimos casi 30 años. De una banca en manos mexicanas, que cumplía de manera razonable con su responsabilidad social, pasamos a una banca en manos del Estado; a una reprivatización mal hecha, acompañada por una liberación financiera importada y precipitada; a un rescate bancario muy cuestionado y, finalmente, a una extranjerización de nuestro sistema bancario que representa, me gusta repetirlo, uno de los más graves errores de política económica en nuestra historia reciente. Leer más…
Me voy a limitar a resaltar algunos hechos aislados a los que alude el texto. Francis inicia su relato con una breve referencia, como era obligado, al proceso de nacionalización de la banca anunciada ese primero de septiembre de 1982. A diferencia de los eventos posteriores —reprivatización, rescate y extranjerización—, no existen rumores sobre arreglos debajo de la mesa ni señales de actitudes reprobables.
Sorprende el hecho de que la iniciativa de ley que permitió la extranjerización de la banca en 1998, en el gobierno del presidente Zedillo, hubiera pasado de noche y no hubiera provocado una discusión acalorada de un asunto de trascendencia histórica. ¿Qué pasó? ¿Dónde estaba la atención del Legislativo? Son cuestiones que han permanecido en la oscuridad.
En la etapa de la banca nacionalizada se emitieron —en un primer paso hacia la reprivatización— los llamados certificados de aportación patrimonial, los famosos caps. Se colocaron, principalmente, entre amigos de la banca, y la propia banca —con frecuencia— facilitaba el crédito para su adquisición. Como el precio de colocación estaba subvaluado para atraer la compra, hubo muchos, algunos ligados al propio gobierno, que hicieron enormes ganancias. Es éste un tema oscuro que ha permanecido también en la oscuridad.
Dicen que el hombre es el único animal que puede tropezarse con la misma piedra en más de una ocasión. En 1982, el gobierno federal emitió unos títulos en moneda nacional pero con garantía cambiaria. Se trataba de hacer frente a la desconfianza que existía alrededor del peso mexicano y evitar que los ahorros salieran del país. Eran los famosos ”mexdólares”, cuya colocación creció enormemente en los primeros meses de 1982 y alcanzó una cifra que excedía (11,000 millones de dólares en agosto de 1982) con mucho la tenencia de reservas internacionales del Banco de México. En agosto de ese año, hubo necesidad de retirar, en un acto unilateral, su garantía cambiaria y hacerlos pagaderos en moneda nacional, provocando reacciones negativas de los tenedores.
Años más tarde, en 1994, volvimos a lo mismo con la emisión de tesobonos cuya circulación ascendía a casi 30,000 millones de dólares en diciembre de ese año y que estaban en manos de miles de inversionistas. El tamaño de este problema complicó la crisis de ese fin de año (error de diciembre, noviembre, octubre…).
En plena etapa de crisis bancaria y liberación financiera, el gobierno autorizó la creación de cientos de nuevos bancos y otros intermediarios financieros —reuniones de crédito con capital de 25,000 pesos y otros—, la mayoría de los cuales fracasaron y dejaron de existir. ¿Cuál fue la explicación de esta decisión, sin duda controvertida? ¿Intereses políticos para congraciarse con la clientela y buscar apoyos electorales eventuales? No lo sé.
La banca extranjera en México está sólida, bien capitalizada y genera una tasa elevada de utilidades. El problema esencial es que es una banca que no presta a las actividades productivas. Las cifras que nos ofrece el libro que comentamos son dramáticas: en México, el coeficiente de crédito bancario al sector privado es uno de los más bajos en el mundo, comparable con el de Burkina Faso, Nigeria y Haití. Sin comentarios.
Termino con la frase final del libro: “En la tragedia de la banca está una buena parte de la tragedia del desarrollo nacional”.
Volver a
El fracaso de la reprivatización
Reseña por Gustavo A. del Ángel.
Reseña por David Ibarra