En esta imagen miramos a un grupo de fotógrafos de la Revolución Mexicana. Esos hombres que en los años aguerridos de 1910 llevaron a cabo un oficio muy particular, que fue el de registrar, con sus pesadas cámaras, los sucesos más importantes ocurridos en tiempos de la lucha civil.
El invento de la fotografía se empezó a difundir por el mundo en 1839, cuando el francés Louis Daguerre dio a conocer públicamente su proceso para la obtención de fotografías sobre una superficie de plata pulida a la que nombró “daguerrotipo”.
El invento muy pronto adquirió popularidad, ya que era muy útil para obtener retratos. Los “retratos al daguerrotipo”, como se les llamó inicialmente, estaban dedicados a registrar a la clase burguesa de la sociedad francesa, por ser mucho más baratos que los pintados. Esta característica dio un gran impulso a la novedosa técnica.
En México, el primer daguerrotipo se realizó en el mismo año en que su inventor lo diera a conocer en Europa. Así que ya para la década de los cuarenta, los primeros fotógrafos nacionales se dedicaron a retratar a los miembros de las familias acomodadas del país. A la llegada de Porfirio Díaz a la presidencia de la República en 1880, éste se convirtió en uno de los principales personajes de la fotografía de la época. Fue él quien impulsó el arribo de modernas cámaras de imágenes fijas en tierras mexicanas, y posteriormente, en 1896, quien alentó a los hermanos Lumière para que trajeran “su nuevo aparato”, que registraba las imágenes en movimiento.
Grupo de fotógrafos de la Revolución Mexicana, imagen de Manuel Ramos,
Ciudad de México, c. 1910.
Desde el nacimiento de las primeras cámaras, los fotógrafos se convirtieron en personajes legendarios. No sólo eran fuertes y hábiles para cargar sus equipos, sino que poseían conocimientos técnicos y sentido estético.
De acuerdo con la investigación realizada y publicada por Miguel Ángel Berumen Campos en su libro Fotografía y Revolución, la foto en cuestión corresponde a la autoría de Manuel Ramos, quien se encuentra en el grupo de fotógrafos retratados.
Aun sin conocerlos, los protagonistas de esta fotografía me resultan hombres de un enorme atractivo. No sólo por su galanura y elegancia —que puede apreciarse en sus gestos, ropa y actitud—, sino también porque seguramente fueron amantes de la aventura. Esta foto es anterior a 1910, según consigna la investigación de Berumen, pero en los días posteriores al 20 de noviembre de ese mismo año, cada uno de ellos, cámara en mano, debió salir a documentar los diferentes rostros de la vida y la muerte, durante uno de los episodios más sangrientos de nuestra historia.
Al registrar las imágenes de la Revolución, estos valientes inauguraron el fotoperiodismo de guerra nacional, que mostraba los horrores de la condición humana. Sus lentes dejaron de reflejar las sonrisas familiares de los ricos salones para saltar a los campos de batalla y fijar las caras más perversas de la lucha entre hermanos.
Debido a su sensibilidad y coraje, un buen número de acontecimientos fueron documentados y denunciados en su momento. Gracias a su mirada inquisitiva y curiosa, los hechos ocurridos en tiempos de agitación política pueden estudiarse hoy en día con serenidad minuciosa.
Pocos eventos de la historia de la humanidad han sido tan atendidos por la fotografía y el cine como la Revolución Mexicana. La lista de fotógrafos de ese periodo alcanza los tres ceros.
Al ver en esta imagen los rostros joviales y frescos de los fotógrafos —con expresión ingenua, diría yo—, resulta difícil imaginar que su mano firme disparó la cámara con frialdad ante cuerpos mutilados y cadáveres calcinados. Los más jóvenes, casi niños, sentados en las escalinatas, son los asistentes de cámara que muy pronto debieron aprender que se trataba de un oficio para el cual se necesitaba temperamento y garra, más que talento artístico.
Siempre he tenido profundo respeto por el oficio del fotógrafo. Me parece que es un campo de trabajo que encierra muchos retos y secretos. Al conocimiento técnico deben sumarse intuición, decisión, precisión, buen gusto, visión certera y sentido humano.
Triste es decirlo, pero el desarrollo de la fotografía periodística se ha dado especialmente en los conflictos políticos de los diferentes países o en las confrontaciones bélicas. El papel de los fotoperiodistas ha sido vital para registrar la historia de las distintas guerras en el mundo. Cabe mencionar que la época dorada del fotoperiodismo se registra entre 1930 y 1950 en Europa, precisamente durante la Segunda Guerra Mundial, cuando la fotografía alcanza un impresionante desarrollo tecnológico.
En nuestro país, la paradoja es similar. Conforme ocurría la destrucción de la patria, el fotoperiodismo iba adquiriendo especialización y oficio. Los archivos fotográficos nacionales, públicos y privados, nos dan muestra de ello. Los periódicos, revistas y publicaciones de la época, marcan una forma de hacer periodismo y son hoy en día un referente invaluable.
Cien años después del inicio de la Revolución, México enfrenta una guerra incalificable contra el crimen organizado. Las imágenes de las confrontaciones contemporáneas son mil veces más crueles y escalofriantes que las registradas por los fotógrafos de la Revolución Mexicana. Las páginas de los diarios actuales nos golpean con sus imágenes violentas. Valdría la pena reflexionar sobre la ética de las imágenes, de las fotografías y los hombres que las registran, las publican y las manipulan. Es importante recordar que en tiempos de guerra se vuelve más urgente que los hacedores de imágenes, los fotógrafos, sumen al conocimiento técnico, intuición, decisión, precisión, buen gusto, visión certera, pero sobre todo sentido humano.
La memoria visual de un pueblo se conserva gracias a sus imágenes. El imaginario colectivo de la humanidad encuentra sus principales referentes en el testimonio de la realidad, conseguido a través de una lente fotográfica. Sin lugar a dudas, la responsabilidad social de los fotógrafos de guerra es difícil e invaluable.