Es normal que defendamos nuestros intereses. Lo que deja de ser ordinario y hasta humano es ver únicamente por nosotros mismos sin ponernos en los zapatos de los otros a quienes nuestro interés podría afectar. ¿Existe la justicia? ¿En qué medida se justifica que el Estado pueda quitarnos recursos a través de impuestos para dárselos a alguien más? ¿En qué grado los impuestos son equitativos?
Hace unos días tuve la oportunidad de ser uno de los facilitadores de un taller de debate democrático impartido a jóvenes. Les pedimos que imaginaran ser integrantes de un Cabildo que debía otorgar cien becas para estudios universitarios a jóvenes con altas calificaciones. Para entregarlas, debían optar entre un esquema paritario y otro que contemplara una cuota de género. Así, mediante el primero se brindarían 50 becas a mujeres y 50 a hombres, mientras que a partir del segundo se brindarían 50 a mujeres y las restantes 50 de manera paritaria: 25 a mujeres y 25 a hombres: los hombres salían perdiendo.
Antes de la votación les informamos que, de acuerdo a las encuestas mundiales de género, las mujeres son las 2/3 partes de los más de 900 millones de personas pobres en el planeta y que además son dueñas de solamente el 10% del dinero que circula y del 1% de la tierra cultivada en el mundo. También les informamos que la pobreza femenina tiende a perpetuar el círculo de la miseria porque sus hijos, por probabilidad, seguirán siendo pobres y que una forma de erradicar el círculo vicioso es sacando de la pobreza a las mujeres. Una herramienta fundamental para lograrlo es mediante la educación. ¿Qué decisión tomarían los jóvenes? ¿Qué decisión tomarías tú como hombre o como mujer?
En esta época posmoderna en la que todo se ha vuelto relativo y del color del cristal con que se mira, vale la pena escuchar a quienes creen que es posible saber qué es la justicia en un caso concreto en virtud de un acuerdo social deliberativo y transparente, como Habermas, o a quienes están de acuerdo en que se le puede vislumbrar a través del velo de la ignorancia entretejido por el filósofo John Rawls: si en determinado momento se te dijera “no sabes si vas a ser rico o pobre, inteligente o mediocre, fuerte o débil, hombre, mujer o quimera; ni tampoco conoces tu nacionalidad, raza o etnia ¿qué reglas económicas y sociales diseñarías para tu nuevo mundo?” A partir de este velo de la ignorancia puede diseñarse una sociedad más justa porque nos permite desprendernos momentáneamente de nuestros intereses para ver por los de la sociedad que habitaremos.
Aunque algunos jóvenes votaron por el esquema paritario (el objetivo del taller era que reconocieran que nuestras decisiones son interesadas y, por lo demás, este esquema les parecía justo en razón de ser proporcional) muchos otros consideraron que para salir del actual problema de pobreza sistemática era necesario beneficiar temporalmente a las mujeres con más becas pues se trataba del bien de la sociedad a largo plazo. El velo de la ignorancia se les probó eficaz. ¿Pueden utilizarlo los gobernantes?
El proceso mediante el cual el Estado decide financiar y distribuir los recursos públicos permite inferir las prioridades de sus gobiernos. Comprender la actividad financiera del Estado implica una definición de lo que dicho Estado es, así como de sus funciones. ¿Qué puede decirse de la política tributaria a discutirse en el Congreso? Porque del análisis de la propuesta puede desprenderse el interés de quien la propone.
¿A quiénes beneficia? ¿A quienes otorga ventajas a largo plazo? Me parece que, en lo general, grava más a los que más tienen (si bien con el IVA a las colegiaturas y a las rentas no está del todo claro). Y por lo que hace a la modificación del régimen de consolidación fiscal, esta se encuentra dirigida contra los intereses de grandes corporaciones que jineteaban dinero durante años en vez de pagarlo al Estado.
El gobierno necesita de recursos para sacar de la pobreza a millones de mujeres y de mexicanos. Claro que para ello es necesario, como lo señalaba el Rector de la UNAM, contar con una verdadera política contra la pobreza y no de simples cruzadas contra el hambre (que no por ser simples dejan de ser útiles): se nos tiene que probar que estos recursos serán invertidos en políticas diseñadas científicamente y que el gobierno rendirá cuentas y transparentará su actuar. Ahora bien, por primera vez en nuestra historia un pacto entre los principales partidos políticos nos permite ser optimistas: las principales fuerzas nos han brindado resultados. Creo que vale la pena que todos aquellos que estamos colocados en posiciones ventajosas en lo social confiemos en que nuestros recursos pueden ser utilizados para salir de la pobreza sistemática que aqueja a nuestro país.