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La homosexualidad no existe en un mundo mutante
Blog | Palimpsestos | Antonio Santiago | 07.03.2014 | 1 Comentario

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En todas sus fotos aparece exageradamente guapo. Habría que confiar, claro, en la máxima de que nadie es tan bonito como en su Facebook, tan inteligente como en su Twitter o tan feo como en su IFE: pelo en pecho y de buen ver, atractivo un poco animal, enarbola un discurso en defensa de la comunidad homosexual que, si bien radical add nauseam, parece necesario en estos tiempos en que la libre elección sexual enfrenta amenazas de la Reacción y, en general, del mundo unido del Islam, del cristianismo, del socialismo y de todos los autócratas tercermundistas, transformándose así en la manzana de la discordia entre el mundo libre y el mundo autoritario.

Por si eso fuera poco, además de guapo tiene onda y es un muy buen Disc Jockey: si te gusta el house y el tribal te encantaría escuchar sus mezclas. Y aunque nunca lo conocí en persona —siempre esperé que me invitara a salir—, me sentía muy feliz de que leyera mis artículos y, sobre todo, de que les diera like. Fue por tanto una desgracia que me borrara de su Facebook.

Pero la culpa de nuestro “rompimiento” la tiene el mundo mutante en el que tanto él como ustedes como yo vivimos. Estamos llamados a enfrentarnos, unos a otros, mutante contra mutante (a) en medio de la revolución civilizatoria en que nos encontramos atrapados.

Dice mi maestro y amigo Ricardo Bernal, quien como pocos conoce de literatura fantástica y de su preeminencia literaria, que los grandes terrores de todos los tiempos no son más que personificaciones de amenazas subyacentes, inconscientes, en toda sociedad: King Kong (1933), por ejemplo, podría entenderse como la representación del temor a lo desconocido en un mundo anglosajón que se debate entre brindar o negar derechos a los afroamericanos: aceptarlos como parte de sí o continuar rechazándolos. Y aunque tres décadas más tarde ninguna Reacción pudo frenar el triunfo de la revolución civilizatoria de los derechos civiles, el temor a la propia sombra se reestrenaba una y otra vez en forma de Gorila gigante. Por su parte, Godzilla (1954) personifica el terror sin despejar a la hecatombe atómica y sus consecuencias radioactivas.

Pues bien, este mundo es un mundo mutante que causa sufrimiento a sus mutantes y un mundo en que nuestro guapo Disc Jockey me borró de su Facebook por tratar de ser, él mismo, coherente con su discurso en nuestra defensa (en defensa de todos nosotros, mutantes unidos del mundo) que si bien es un discurso pro-mutante, es a la vez un discurso de odio hacia lo religioso y hacia todo lo que pueda considerarse odioso a la comunidad LGTB y anexas.

No digo que no pueda entenderse este odio. Pero de eso a promoverlo hay mucho trecho. Y aunque la radicalización nunca ayuda, es muestra de que hoy por hoy vivimos una revolución y de que el miedo toma forma de mutante. Sólo así puede entenderse una Ley como la aprobada por los legisladores de Arizona, estado de la Unión Americana que estuvo a punto de permitir, a cualquier negocio o empresa, negar sus servicios a alguien siempre y cuando se alegaran creencias religiosas. Era una ley anti LGTB y anexas con la que Arizona pretendía vengarse del revés sufrido por los republicanos en Nuevo México. En ese estado, la Corte Suprema había fallado a favor de una pareja de mujeres a las que un negocio había negado el servicio: fotografiar una boda lésbica iba en contra de los sentimientos religiosos (amorosísimos y cristianos) de la fotógrafa. Esta última tuvo que pagar una multa, así como los costes de los abogados de la pareja.

Los legisladores de Arizona consideraron insufrible y hasta herético el fallo de la Corte y pretendieron legalizar la discriminación en su entidad. Hubieran tenido éxito de no ser por un detalle que les pasó desapercibido: la gran fuerza económica de la comunidad LGTB. De no ser por este factor, la democracia se habría convertido en la tiranía de la mayoría. Las grandes empresas se opusieron fuertemente a la ley discriminadora y forzaron a la Gobernadora de Arizona a vetarla.

Bendito capitalismo: donde no existe tenemos tiranía; donde existe sin contrapeso, también, claro, pero no deja de ser una fuerza efectiva contra el fundamentalismo autócrata y religioso. De cualquier forma, con este tipo de acciones de la derecha republicana y del cristianismo ramplón, ¿cómo no entender el enojo del Disc Jockey, mi amor platónico? Por eso es que, cuando yo leía sus peroratas contra la iglesia, contra la Virgen o incluso contra los reyes magos y las roscas de reyes y, en una palabra, contra todo lo que sonara a cristianismo, aunque no estuviera yo de acuerdo lo entendía absolutamente y hubiera querido abrazarlo y casarme con él…

Tampoco estaba yo conforme con su visión sobre el gay modelo a seguir por todos los gays del mundo, es decir, un modelo bastante parecido a él mismo: guapo y aguerrido activista contra la Iglesia, el Capitalismo, Televisa y la ignorancia. Y es que, para él, parte de la culpa de que se rechazara a los gays era de las extravagantes que se colgaban hasta el molcajete en las marchas, escuchaban música de OV7 y aún así pedían que las respetaran. Mi amigo de Facebook era incapaz de comprender que no existe un modelo de gay como tampoco un modelo de hombre o de mujer. Era incapaz de entender que habitamos un mundo mutante en el que no hay un arriba ni un abajo total y absoluto y en el que estamos llamados a labrarnos a nosotros mismos como queramos y, sobre todo, como podamos.

Si los X-Men triunfaron, no fue solamente por plasmar el nuevo miedo de la sociedad norteamericana. Triunfaron por ilustrar un terror bastante universal a partir de una metáfora que, aunque biológica, no deja de ser acertada: los mutantes poseen diferencias tan radicales que se discute incluso la posibilidad de calificarlos como humanos y la guerra comienza cuando se encuentra una cura a su “enfermedad”. Para fortuna de todos los mutantes del mundo, la vacunación promovida por el gobierno es una declaración de guerra festejada por el polarizado y radical grupo mutante dirigido por Magneto.

Hace algunos siglos, la piadosa Iglesia Católica estuvo a punto de condenar a Giovanni Pico della Mirandola a morir quemado en leña verde debido a su “Discurso sobre la Dignidad del hombre”: de todas las creaciones de Dios, los seres humanos somos la más alta, mejores en dignidad incluso que los ángeles porque se nos ha dado el poder de ser lo que queramos: “No te he dado una forma, ni una función específica, a ti, Adán. Por tal motivo, tendrás la forma y función que desees (…) no tendrás límites. Tú definirás tus propias limitaciones de acuerdo con tu libre albedrío. Te colocaré en el centro del universo, de manera que te sea más fácil dominar tus alrededores. No te he hecho mortal, ni inmortal; ni de la tierra, ni del cielo. De tal manera, que podrás transformarte a ti mismo en lo que desees. Podrás descender a la forma más baja de existencia como si fueras una bestia o podrás, en cambio, renacer más allá del juicio de tu propia alma, entre los más altos espíritus, aquellos que son divinos”.

Con la muerte de Dios, la ausencia de límites se hizo definitiva. ¿Debemos dejar que los imponga un grupo de fanáticos adoradores de alguna esvástica, hoz, martillo, o cualquier clase de cruz? Desde mi punto de vista, las únicas limitaciones permitidas por una sociedad moderna deben ser las dirigidas a evitar el sufrimiento o el daño a terceros. Si hay sufrimiento, brindar al sujeto ayuda psicológica, si hay daño a terceros, la ley.

El otro día escuché, en un puesto de crepas de la Narvarte, sobre la existencia del hombre-perro. Se trataba de un perro nacido en el cuerpo de un hombre que no sabía cómo decir a sus padres (humanos) que en realidad era un animalito. Así que le pidió a su mejor amigo que lo paseara tomado por una correa y que lo acompañara al momento de la verdad con su familia. No sé si esta historia sea cierta. Para muchos, sería un caso de atención psiquiátrica. Si este hombre-perro fuera mi amigo, le recomendaría consultar a César Millán.

Después de que la chava de las crepas la contó, yo relaté la del hombre que se enamora de su sistema operativo, subrayando la parte en que sus amigos lo aceptan tal cual es y cómo, al conocer a Samanta –el sistema operativo–, a todos les pareció encantadora. Se me olvidó relatar, a los del negocio de crepas, la noticia que el otro día leí en el periódico sobre el hombre sudcoreano enamorado de su almohada. Al final se casó con ella y, lo único que el ministro religioso les pidió, fue que no tuvieran sexo…

No sé si Giovanni Pico de la Mirandolla estaba pensando en esto al redactar su Discurso sobre la dignidad del hombre. Lo que me queda claro es que no podemos instaurar tribunales psiquiátricos para juzgar si la locura está dentro de la Iglesia o fuera de ella, dentro del socialismo o fuera de él, etcétera.

Es entendible que la gente tenga miedo. Lo es porque, hasta ahora, la humanidad se había regulado mediante religiones y creencias mesiánicas que dependían de los iluminados del momento y de que las mujeres estuvieran en su casa al cuidado de los hijos, y de hacer que todos los hombres homosexuales se casaran o se hicieran sacerdotes, o de contar con tribunales que metieran a la cárcel o mandaran a psiquiátricos y a campos de concentración a quienes no eran o, simplemente, no querían ser como el resto.

Fue precisamente por creer en que no existen verdades absolutas que el Disc Jockey me borró de su Facebook. Un día noté que ya no lo veía, comprobé que ya no era mi amigo y le mandé un mensaje preguntándole si me había borrado y por qué. Me respondió, entre otras cosas, que no quería un contacto que posteara, como yo, aún de forma inocente, que el día de Reyes me había auto regalado una PS4. No se podía permitir un contacto que, aún en la forma más naif, promoviera a la religión católica. No era yo por tanto el tipo de contacto que él deseaba tener.

Al leer su respuesta me dieron ganas de preguntarle ¿entonces de salir ni hablamos? Pero no lo hice. Comprendí, por otra parte, que no era su culpa ser tan radical. Es culpa del mundo mutante en que vivimos y de la reacción y la contra reacción de grupos antagónicos que siguen sin comprender que las verdades absolutas no existen. Eso los hace sufrir y hacer sufrir a los demás. Por lo que a mí respecta, creo que me aceptaré como mutante y trataré de enamorarme de mi sistema operativo.

Una respuesta para “La homosexualidad no existe en un mundo mutante
  1. Carlos Hernández dice:

    Me gusto, es la primera vez que entro al sitio así que espero poder leer más dela autor «Antonio Santiago». Y la pregunta es quien es este disc jockey, tendrá una cuenta en soundcloud?

  2. IZELA dice:

    NOS GUSTÓ TU ARTÍCULO HIJO. FELICIDADES

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