La arquitectura y las artes plásticas siempre se han retroalimentado. Una contundente prueba de ello es la obra de Javier Carral que ilustra este número. Carral se formó como arquitecto en la Escuela Nacional de Arquitectura, que estaba en el mismo edificio que la Academia de San Carlos, donde pudo también convivir y aprender de grandes maestros pintores: Diego Rivera y el Dr. Atl, entre otros.
En este número presentamos una selección de algunas de las técnicas más representativas de su obra actual. En un formato grande, mayor incluso a un metro, trabajadas en acrílico sobre tela, publicamos una serie de imágenes de trazos geométricos que reticulan coloridos lienzos y que nos remiten a los planos arquitectónicos de obras imbricadas, llenas de pasadizos secretos, múltiples niveles y secciones ocultas: lugares mágicos.
En un formato más pequeño —más íntimo y personal—, Carral trabajó con tintas sobre papel. En estas imágenes encontramos la misma división en figuras geométricas, pero esta vez cada una está bellamente decorada con detalles en miniatura que despliegan una feliz combinación de tonos de una misma gama de colores. Estas piezas recuerdan a las fotografías aéreas de Yann Arthus-Bertrand: campos y desiertos en tonalidades ocre; lagos y bosques en azules y verdes. El mundo visto desde arriba.
En la portada aparece una obra peculiar, que se distingue de las dos series anteriores: se trata también de un acrílico sobre tela, pero utilizando plastilita, la cual le confiere a la imagen una textura que la vuelve casi tridimensional. Además, es el cuadro que más se asemeja a una ciudad —en apariencia medieval— habitada por pequeños seres: hombres a caballo que trotan en círculos por una amplia plaza central delante de su rey. Una escena que nos muestra que la arquitectura construye en el espacio y la pintura crea espacios habitables en el lienzo. Los invitamos a ocupar los que ha creado Javier Carral. ~