Este libro es una amplia reflexión sobre el papel de los bancos centrales, en especial el de Estados Unidos, la Reserva Federal (FED), en el funcionamiento de la economía. El autor, Ben Bernanke, fue presidente de la FED de 2006 a 2014. Estudió en la Universidad de Harvard (se graduó con honores), hizo su doctorado en el MIT (con una tesis sobre la Gran Depresión) y fue profesor de economía en la Universidad de Princeton.
En la obra se transcriben cuatro conferencias que dictó en la Universidad George Washington en 2012. Se incluyen también algunas preguntas formuladas por los asistentes y sus respuestas. El foco de atención del libro es la crisis iniciada en 2008 que ha afectado a muchos países, a mucha gente y que aún no termina.
Bernanke analiza el periodo de la posguerra y el crecimiento estable posterior a esta. La crisis de 2000 (producida por el sobrecalentamiento en las acciones de las empresas puntocom) fue el preámbulo de la burbuja inmobiliaria que generó la crisis actual. También describe cómo actuó la FED en el momento más grave y cómo ayudó a los bancos en problemas. Explica las circunstancias que llevaron a mucha gente a invertir creyendo que su dinero estaba seguro.
Se trata de un libro sin desperdicio. Para los expertos es lectura obligada y para el público general un texto muy recomendable.
Óscar Pandal Graf
He aquí la primera novela de uno de los más rigurosos editores de México (se ha visto involucrado en la factura de unos mil libros). El narrador en primera persona comienza preguntándose: “¿Hay un Dios?”, y manifiesta con pasmosa franqueza: “Hoy me lo pregunté de nuevo y mi respuesta fue: ‘Ojalá no’”. ¿Esbozo de un bildungsroman: relato de formación? Córdoba hace el repaso de un personaje en una suerte de in(re)vocación inquietante. “Desde que recuerdo he sido como un perro que corre tras los autos. Un perro extraño, sin la menor noción de pertenencia, que no se queda en un lugar el tiempo suficiente para marcar su territorio”. Los marrazos al cincel para liberar la azotea son los golpes dados a sí mismo en una cabalgata de gestos que atestigua un cuaderno (diario de campaña): el tiempo narrativo se dilata desde la reminiscencia de Kafka, Jim Morrison, Mary Shelley, Charlton Heston y Charlotte Carter, entre otros. Arthur Rimbaud hace mueca detrás de los disimulos de Gérard de Nerval. Estamos frente a una crónica en la que el vacío es un espacio para la resurrección. Yanina, Martín, Ramón, Grace, Brian… Soledad, eros, amor, amistad… Drogas y evasión: el desarraigo visto desde pulsaciones de extrañeza. Hay en estos pliegos un interpolado mapa de coordenadas nietzscheanas. Entelequia de redundancia quizás, un tanto cándida (“Si yo fuera dios, no habría creado al mundo”): un “Cioran adolescente” que tantea articular el “breviario de su podredumbre”.
Carlos Olivares Baró
Las peroratas interminables, sin sentido y con gran carga de agresividad que día a día presenciamos con relación a temas que van desde la educación, las reformas institucionales, los partidos políticos, las elecciones y la inseguridad hasta la pena de muerte, tienen un contenido profundo de daño moral que nos pasa desapercibido. Comentarios aparentemente incidentales e inocentes dichos en voz alta, con la intención deliberada de que sean escuchados por todos los presentes, bien sea en un banco, un supermercado, una antesala, un cine, la oficina, una reunión de amigos, o en la televisión, los periódicos, las hoy tan en boga “redes sociales”, etcétera, son formas veladas de propaganda que intentan imponer una manera de definir los problemas de México y, de modo autoritario, inducir una percepción “ampliamente compartida” sobre cómo se deben resolver.
En el ensayo La fragilidad del campamento un joven filósofo mexicano, universitario que profesa el amor a la sabiduría propio de su disciplina, expone desde la ética cuál es el papel de la tolerancia para nuestra vida social y abre vías de entendimiento muy refrescantes para las mexicanas y mexicanos comunes que vemos cómo la discordia está a flor de piel en nuestro entorno y solo atinamos a permanecer en silencio.
Como lo expresa el título, el énfasis está en la tolerancia y el autor destaca que hay nociones filosóficas sobre las que construimos nuestras sociedades, como democracia, justicia e igualdad, que deben ser ampliamente difundidas y comprendidas porque desconocerlas hace que “el campamento” en que habitamos sea sumamente frágil. El ensayo busca dar fuerza a los argumentos a favor de la tolerancia, advirtiendo que aun entre los filósofos hay divergencias respecto al sentido del término. Que mientras para algunos es soportar y aceptar piadosamente la desigualdad ajustándola a la propia identidad, para otros, como el autor del ensayo, la tolerancia es necesaria para una sociedad menos injusta y con más libertades.
La obra hace un repaso de la noción de tolerancia en diversos autores y escuelas de filosofía moral y la vincula en sus diversos apartados con el miedo, la discriminación, la tensión entre creencias, la justicia, la democracia, la razón y la ética. También trata sobre la conversación, el valor del silencio y la imparcialidad como generadoras de conductas tolerantes. El interés último es evitar el peligro siempre presente de vivir en la barbarie que es el mundo de los violentos, los insensibles y crueles. Es necesario contener el imperio del daño pero saber que tenemos que aprender a vivir con la barbarie; aceptarlo permite tomar medidas que intenten limitarla al máximo.
¿Cómo reconocer a quienes habitan la barbarie? El autor enumera y caracteriza a cuatro agrupaciones a la luz de su origen en el pensamiento filosófico, pero situándolas en el México de hoy: (1) cínicos son quienes abusan de la confianza y las libertades democráticas: roban, se corrompen, mienten con impudicia, alejan la justicia de nuestro alcance y siembran la desesperanza; (2) desalmados son aquellos que carecen de empatía y no son capaces de sentir dolor ante el dolor de los otros; (3) los ignorantes creen que solo existe lo que conocen: defienden fervientemente su perspectiva del mundo, su forma de vida y sus valores y los imponen con autoritarismo, desvalorizando los de los demás, y (4) los fundamentalistas, dispuestos a matar por su verdad, a erradicar la libertad de expresión y de conciencia; exigen el sometimiento y la transformación de los otros.
El ensayo convoca a construir ciudadanos que defiendan sus intereses particulares pero que también compartan intereses con la colectividad. Se puede trabajar por el bien común sin renunciar al propio. La tolerancia exige argumentar para contrarrestar el daño de los prejuiciosos, violentos, fundamentalistas y cínicos. Respetar las opiniones es contrastarlas y debatirlas. Tolerar sin discutir es vaciar la tolerancia. El llamado que recibimos de Muñoz Oliveira es a usar la indignación ante la barbarie como vehículo de la tolerancia. A ser constructores activos de la concordia en nuestra sociedad y acogernos a la discusión informada, razonable y pacífica, evitando un silencio que sutilmente se transforma en complicidad. De sobra elocuentes son dos citas tomadas del ensayo, la de Aristóteles: “La justica es cosa de actuar; nadie puede ser justo mientras duerme”, y el epígrafe de Judith Shklar con que inicia el libro: “Una nación de cobardes no puede ser justa”.
Rosa María Rubalcava