En el siglo XX y XXI, los críticos más feroces de la homosexualidad frecuentemente han tratado esta preferencia como una suerte de mal de la era postindustrial; pero quizás estas personas no han visto o no han querido ver más allá de nuestros tiempos, específicamente hacia el Renacimiento y la Revolución Industrial, donde se realizaban diversas prácticas que representaban una visión mucho más amplia de la sexualidad, rompiendo con los roles tradicionales del género. Además del estudio clásico realizado por Michel Foucault en su Historia de la sexualidad, existen trabajos recientes que han ligado a la homosexualidad con la música, la literatura y el teatro.
En The Age of Beloveds: Love and the Beloved in Early-Modern Ottoman and European Culture and Society, Walter G. Andrews y Mehmet Kalpakli hacen un profundo análisis de la sexualidad en el siglo XVI en Europa y al interior del Imperio Otomano. “Lo que llamamos la Edad de los Queridos fue en toda Europa una época de actividad sexual casi frenética, a un grado que dejaría perpleja a casi cualquier persona en la actualidad”, describen los autores. La libertad sexual y las licencias para una amplia gama de actividades sexuales son parte de este frenesí, donde los “queridos” son ubicados como objetos prepubertos del deseo.
En Florencia, describen los autores, la homosexualidad tenía cierto grado de normalidad: “para los jóvenes, los rituales de vinculación masculina incluían tanto relaciones sexuales con otros hombres como la explotación de prostitutas y de otras mujeres como una forma de reafirmar culturalmente una sexualidad normal”. Es decir, en ese contexto, las relaciones homosexuales eran parte de las relaciones sociales masculinas, y era común que los hombres mayores tuvieran el rol activo y los jóvenes el pasivo durante la relación sexual; en un punto de su vida, el más joven se “convertía en hombre” y podría entonces tener a su joven “querido”, adoptando el papel activo en el acto.
Al mismo tiempo, durante el siglo XVI, pero en el corazón del Imperio Otomano, en Estambul, los jóvenes prepubertos eran vistos como un objeto del deseo, tanto en los textos poéticos de la época como en las festividades públicas, por ejemplo, las que celebraban la circuncisión del hijo del Sultán Murat III en 1582, donde múltiples jóvenes desfilaban junto a sus “mentores”. En la poesía, los hombres que “perseguían muchachos” eran asociados con la fuerza y la virilidad, mientras que aquellos que buscaban mujeres eran ligados a la debilidad y a estar más interesados en las disputas intelectuales que en el combate.
Existe también una relación lejana entre esta sexualidad en Florencia y Estambul, y el wakashu dentro de la antigua clase militar japonesa (samurái), como lo ha estudiado Maki Moraniga: el wakashu era el guerrero adolescente, que tenía un mentor o nenja, el modelo de masculinidad; esta relación similar a un matrimonio entre el joven y el veterano continuaba hasta que el wakashu alcanzaba la adultez y se convertía en un hombre. Entonces dejaría de estar disponible para relaciones sexuales con adultos y estaría calificado para tener él mismo una relación con un wakashu. Este rol particular fue traspasado al teatro japonés y era conocido como el wakashu kabuki, que fue prohibido en 1629.
Por otro lado, uno de los personajes más representativos de la sexualidad y el género alternativos en la Europa del siglo XVI, es el castrato, cuyo rol en la construcción de la sexualidad ha sido estudiado por Roger Freitas en su libro Portrait of a Castrato: Politics, Patronage, and Music in the Life of Atto Melani.
El autor primero explica el contexto de la época, y describe a una sociedad en la cual había una perspectiva unisexual: “en vez de explicar el cuerpo femenino y masculino como dos formas distintas de la especie humana, la tradición moderna temprana consideraba que el hombre era una manifestación más perfecta de ese cuerpo único que compartían hombres y mujeres”. En ese contexto, un niño era considerado asexuado, y por lo tanto castrarlo antes de la pubertad implicaba congelarlo en el momento previo a formar ese calor vital que lo habría llevado a la masculinidad total.
Sin embargo, los castrati interpretaban a los personajes principales masculinos en las óperas barrocas, lo cual comenzaba a simbolizar el cambio en la percepción de la sexualidad europea, que ya se comenzaba a vislumbrar como una dualidad dentro de la cual el sexo masculino y el femenino estaba separado por diversos grados dentro de una escala horizontal, a diferencia de la escala vertical anterior, donde el hombre se ubicaba hasta arriba dentro de la perspectiva de “un cuerpo más perfecto”. Los castrati representaban la resolución a esta condición sexual extraña observada en los jóvenes prepubertos, y eran deseados eróticamente tanto por hombres como por mujeres, según descripciones e historias de la época que recoge el autor.
La homosexualidad masculina y femenina ha estado presente en el ser humano en sociedades occidentales y orientales, además de los ejemplos citados, están aquellos como el de los mahu en Hawái, las orquestas femeninas de jazz estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial o las compañías femeninas de teatro japonesas del siglo XX.
Quizás aquellos críticos y censores de la homosexualidad deberían echar un ojo a la historia, leer algunos textos y comenzar a considerar que muchos elementos que creían esenciales en la naturaleza humana son en realidad mucho más frágiles de lo que pensaban. En plena era digital, este paso hacia el siglo XVII puede abrirle las puertas a una tolerancia que aún no se ha expresado en todo el mundo. ~
Me gusta tu artículo, sin embargo hay la homosexualidad es una categoría utilizada desde occidente, si bien hay muchas culturas en donde existían o existen prácticas homoeróticas, hay que pensar desde las propias categorías de la misma cultura, para no trasgiversarlas; inclusive estas prácticas podrían ser realizadas sin tener un matiz propiamente «sexual», tal vez ritual o de otro ámbito.
No sabía que escribieras sobre este tema! Muchos saludos!!!