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Las becas flacas
Cultura | Este País | Flavio González Mello | 01.09.2013 | 0 Comentarios

En las últimas semanas se ha desatado un debate respecto a las condiciones del Sistema Nacional de Creadores de Arte (SNCA), a raíz de una serie de cambios en su funcionamiento que las nuevas autoridades del Fonca decidieron implementar en la convocatoria de este año. En realidad, se trata de viejas novedades, pues se recuperan los parámetros que existieron hasta 2010. En ese año, la anterior administración decidió duplicar (de cien a doscientos) los estímulos otorgados anualmente, eliminar el periodo obligatorio de espera para reingresar al Sistema (que era de un año después de cada trienio), y establecer un escalafón basado en la edad, el cual redujo drásticamente los ingresos de los miembros menores de 50 años (de quince salarios mínimos mensuales a solo siete). Con ello se buscaba terminar con los reclamos que, año con año, surgían tras la publicación de los beneficiarios e integrar al SNCA a todos los posibles solicitantes, según un cálculo bastante cuestionable (la experiencia indica que, si doscientos tienen la beca, seguramente otros tantos la pedirán).

En aquel momento prácticamente no hubo protestas, a pesar de que el apoyo, para muchos becarios, se redujo a menos de la mitad. Solo algunas voces aisladas, como las publicadas por la revista Paso de Gato. Ahora, en cambio, el regreso a las reglas anteriores a 2010 es cuestionado por decenas de creadores que le dirigieron una carta al Secretario de Educación Pública, al presidente del Conaculta y a la directora del Fonca.1 Los blancos de su crítica son, fundamentalmente, que la reinstauración del año de espera, al término del trienio, le restará continuidad al trabajo del creador, a diferencia de lo que sucede en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), donde se puede renovar indefinidamente el estímulo siempre y cuando el beneficiario cumpla con los parámetros establecidos; que la reducción del número de becas impedirá la incorporación de las nuevas generaciones al programa, y, por último, que las decisiones se tomaron verticalmente, sin consultar a la comunidad artística. Conviene reflexionar sobre cada uno de estos argumentos, que retratan una manera de concebir las obligaciones del Estado en materia cultural.

La homologación con el SNI, en términos de la continuidad del estímulo y el establecimiento de un escalafón, fue uno de los argumentos con los que la anterior administración intentó justificar sus modificaciones al snca. Sin embargo, la comparación entre ambos programas era —y sigue siendo— insostenible al revisar las reglas de operación de cada uno. El reglamento del sni2 establece la existencia de tres niveles de “Investigador Nacional” (además del “Emérito”, que también existe en el snca): el I, al que se le otorgan seis salarios mínimos mensuales (smm); el II, al que le corresponden ocho smm, y el III, cuyo estímulo consiste en catorce smm. Es decir, un tabulador muy similar (inferior en un smm) al que el SNCA asumió entre 2010 y 2012 pero con una diferencia fundamental: el sni está planteado como un sobresueldo. Según su reglamento, solo pueden ser beneficiarios los investigadores con un contrato vigente de al menos veinte horas en alguna universidad o institución de investigación, de modo que el Estado les proporciona un segundo sueldo, que complementa el de su Facultad o Instituto; complemento que, en muchísimos casos, en realidad es un tercer sueldo, pues los principales centros de investigación del país cuentan con sus propios programas de estímulos al desempeño (como el Pride en la UNAM) que pueden llegar a duplicar el salario de sus investigadores destacados. En pocas palabras, el investigador que forma parte del sni puede llegar a cobrar tres sueldos para desarrollar un mismo proyecto de investigación; mientras que a los miembros del snca, salvo raras excepciones, ninguna otra institución les paga un salario por escribir su novela o pintar sus cuadros. A lo más que los creadores pueden aspirar es a que alguna institución les comisione una obra, o al pago de honorarios por, digamos, dirigir una película; pero no se trata de un salario, por lo que no hay certidumbre en los ingresos ni cuenta con ninguna de las prestaciones de ley que un miembro del SNI tiene en su centro de trabajo (aguinaldo, seguridad social, seguro médico, fondo de vivienda, etcétera).

Desde luego, sería mala idea limitar el snca a quienes tengan una plaza en una universidad (empezando porque, en México, no existen plazas de “creador residente” en la universidades); simplemente hago la comparación para poner en evidencia que la aparente “homologación”, en realidad, no permite al miembro del snca la misma tranquilidad para trabajar que el sni a sus investigadores. Por otra parte, el SNI establece criterios académicos para la ubicación en alguno de los niveles de su escalafón, como el grado universitario y la importancia del trabajo realizado; en el esquema del SNCA vigente hasta hace unas semanas, y que ahora es defendido por los firmantes de la carta, el único parámetro es la edad, lo cual genera una suerte de gerontocracia donde ciertos cumpleaños vienen acompañados por una retabulación, independientemente de la calidad, constancia e impacto del trabajo realizado.

Hay otras diferencias entre ambos programas que sería interesante tomar en cuenta si lo que realmente se quiere es que el SNCA funcione como el SNI: este último, más antiguo a fin de cuentas, prevé situaciones como el embarazo o la muerte del investigador. Pero la supuesta “homologación” del snca emprendida en 2010 se implementó mermando el ingreso de una buena parte de los beneficiarios: “te doy menos pero por más tiempo”. Me pregunto cómo reaccionarían los investigadores nivel III del SNI si mañana les dijeran que ganarán la mitad de su estímulo debido a que hay que becar a más científicos.

El argumento de que el esquema vigente entre 2010 y 2012 abría más oportunidades a las nuevas generaciones tiene sus asegunes. Por un lado, el Fonca cuenta con un programa de Jóvenes Creadores, que otorga doscientas becas anuales a artistas con mucha, media, poca o nula trayectoria (SIC) que tengan hasta treinta y cinco años (edad más propia de un cachirul que de un joven), cuyo monto mensual es bastante cercano al percibido desde la reforma de 2010 por los miembros del SNCA de entre treinta y cinco y cincuenta años. Por el otro, la exigencia de mantener la continuidad del estímulo, eliminando el periodo de espera para los miembros que ya han cumplido su trienio, parece ir en contra de la exigencia de abrir espacios a los que no han tenido la beca. Bueno o malo, el mecanismo de obligar a los miembros del snca a esperar un año (que se puede convertir en dos, tres o más, si el exbecario no es seleccionado por las siguientes comisiones evaluadoras) genera la posibilidad de relevo, y no solo generacional. A todos nos gusta tener certidumbre respecto a nuestros ingresos, y lo óptimo sería que hubiera continuidad sin reducir los ingresos de los miembros del Sistema, pero tampoco está mal que el artista regrese a la realidad laboral cada tanto.

El reclamo por el hecho de que la comunidad no haya sido consultada, en cambio, me parece sensato, aunque tiene un flanco, el del corporativismo gremial, que habría que evitar. ¿Quiénes son los representantes de la comunidad de escritores? ¿La Sogem? ¿Los Creadores Eméritos del mismo Sistema? ¿Los becarios del Fonca? ¿Los escritores a los que no se les ha otorgado el estímulo? ¿O habría que abrir el debate a la ciudadanía en general? Sería muy peligroso que los creadores asumiéramos los peores vicios del sindicalismo cultural, que una y otra vez cierra teatros, sabotea estrenos y ensayos generales para exigir que a sus afiliados les paguen las mismas horas extras que el año anterior, aun cuando en este no hayan sido necesarias.

Hay que tener cuidado para que no pase lo mismo con, por ejemplo, la renovación indefinida de la beca. ¿Y qué pasa si un creador ha dejado de crear? Lo cual nos conduce a uno de los asuntos que sería importante abordar, ya que se ha abierto el debate: ¿cómo se miden los resultados de un miembro del Sistema Nacional de Creadores? En el SNI, los parámetros son, al menos, un poco más objetivos (número de publicaciones, incidencia de la investigación, formación de académicos) pero esto trae aparejado un problema del que se quejan muchos investigadores: la necesidad de generar más cantidad que calidad en los resultados de las investigaciones. Cualquier intento de normar debería tomar en cuenta las experiencias, malas y buenas, de los miembros del sni en este sentido.

Aunque a los escritores, pintores o músicos nos guste deslindarnos con el argumento de que el arte no es objetivamente evaluable como las disciplinas científicas, habría que preguntarnos si los actuales mecanismos de evaluación son eficaces. Hoy en día se ingresa al snca con un proyecto de trabajo que solo se puede cambiar si la comisión evaluadora lo permite. Esto provoca (sobre todo en disciplinas como el cine y el teatro, que requieren de fuertes inversiones para la realización de las obras, sumas que no dependen del creador) un constante cambio de objetivos, para adecuar el proyecto originalmente aprobado a la realidad de cada año. En las convocatorias del snca no es requisito que la obra creada durante la beca sea producida y difundida; incluso existe una cláusula en que el Fonca se deslinda de dicha responsabilidad. En contraste, el sni pone el acento en la productividad de cada investigador, sin vincularla al palomeo de un proyecto presentado años atrás. Habría que considerar, entonces, la necesidad de una mayor flexibilidad en el proyecto de trabajo presentado, al mismo tiempo que reglas más específicas sobre lo que será evaluado al término de cada año y mecanismos que faciliten la producción y divulgación de las obras. Porque, a fin de cuentas, se supone que el espíritu de las becas, gordas o flacas que sean, es promover la creación de obras artísticas para la sociedad, no ayudar económicamente a un sector de la población (que, por cierto, no es el más vulnerable).  ~

 

1 La carta puede ser consultada en <http://snca2013.weebly.com/index.html>.

2 Quienes estén interesados, pueden consultarlo en la página <http://www.conacyt.gob.mx/SNI/Documents/Reglamento_2013.pdf>.

 

——————————

Dramaturgo, guionista y director de cine y de teatro, FLAVIO GONZÁLEZ MELLO (Ciudad de México, 1967) estudió en el CUEC de la UNAM y en el CCC del CNA. Algunas de sus obras teatrales son 1822, el año que fuimos imperio; Lascuráin o la brevedad del poder y El padre pródigo. En 2001 publicó el libro de cuentos El teatro de Carpa y otros documentos extraviados. En 1996 ganó el Premio Ariel por su película Domingo siete.

 

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