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Las elecciones en la India
Este País | Julio Faesler Carlisle | 01.07.2014 | 0 Comentarios

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El país asiático ha vuelto a dar una lección de madurez política al procesar sus profundas diferencias internas por la vía democrática. De la habilidad del nuevo Gobierno, que parece poner fin a la larga “dinastía” de los Gandhi, dependerá en parte el que la economía india retome el paso acelerado que la ha distinguido en décadas recientes.

El triunfo de Narendra Modi en las pasadas elecciones de la India —en las que su partido, el Partido Nacional de la India (BJP), infligió una fulminante derrota al partido en el Gobierno— selló un cambio de rumbo para muchas políticas de ese país. El viraje comenzó a sentirse de inmediato, con la designación del equipo de trabajo del nuevo primer ministro, el decimoquinto desde la independencia en 1947. La imponente ceremonia de investidura, con cuatro mil invitados, se realizó el 26 de mayo en Rashtrapati Bhavan, la señorial residencia del presidente Pranab Mukherjee, en Nueva Delhi.

Hay varias razones para creer que si Modi, que fue claramente apoyado por el empresariado, logra moderar las fuerzas más agresivas del fundamentalismo hinduista que es su base ideológica —algunas de cuyas personalidades más destacadas se encontraban en primera fila durante la toma de posesión—, la India recuperará el paso que traía hace pocos años entre los países de avance más acelerado del mundo y, con ello, contribuirá significativamente a la actividad económica mundial dentro de la recomposición geoeconómica y política general.

Al Gobierno del Partido del Congreso, encabezado por Manmohan Singh, le tocó llegar a los comicios lastrado por su pobre desempeño, en buena medida atribuible a la severa recesión registrada en todo el mundo desarrollado y muy especialmente en Europa y Estados Unidos. Culpar exclusivamente a la gestión de Manmohan Singh del pésimo desempeño de la economía del país no dejaba de ser una exageración de la oposición y de los medios.

Los datos macroeconómicos eran, sin embargo, de condena. El crecimiento del PIB, que llegó a 8.5% en 2009, a 10.3% en 2010 y a 6.6% en 2011, cayó a 4.7% en 2012. La inflación creció consistentemente durante el Gobierno del Partido del Congreso, de 4.25% en 2005 a 6.9% en 2014, pasando por casi 11% el año anterior.

Se redujo la producción industrial y hubo graves fallas en infraestructura de energía eléctrica, abastecimiento de agua, caminos rotos y enfermedades en niños que motivaban quejas e inconformidades. La rupia, que en 2005 estaba en cuarenta y cinco por dólar, cayó a sesenta.

El pobre desempeño de la economía se proyecta sobre una población mayoritariamente rural (60%) que cada año manda 13 millones de jóvenes a buscar ocupación, y sobre una clase media de más de 350 millones que no tolera continuar con más aspiraciones desatendidas.

La corrupción pública y privada, por otra parte, se había extendido notoriamente, dando lugar al movimiento anticorrupción de Anna Hazare, quien emprendió una huelga de hambre para luego crear el Partido Aam Aadmi, “el del hombre común”, cuyo líder, Arvind Kejriwal, con cientos de miles de simpatizantes, le arrebató la jefatura de gobierno de Nueva Delhi al Partido del Congreso a fines de 2013. Este hecho marcó el inicio de la gran derrota del Partido del Congreso que habría de venir a nivel nacional.

Los programas de crecimiento y progreso de los gobiernos del Partido del Congreso se habían agotado, anegados por factores negativos internos y extranjeros. Los planes quinquenales de desarrollo diseñados, según dictaba el primer plan de 1950, para “proveer bienestar general, distribuir riqueza y recursos evitando la concentración de estos en detrimento de la comunidad”, ya en su decimosegunda edición, habían perdido inercia. Modi habría de proponer ajustes a ese sistema tan característico del “socialismo indio” nehruviano.

Inmerso el electorado en ineficiencias y corrupciones a toda escala y en manos de las maquinaciones de los políticos, perdida la inspiración en la gran India de prestancia internacional, los lemas y las promesas de un vigoroso retador encontraron amplia resonancia.

La situación se le había salido de las manos al Partido del Congreso pese a la fuerte personalidad de su presidenta Sonia Gandhi, nuera de Indira Gandhi, quien a su vez fue hija de Jawaharlal Nehru. El partido no contó con una figura suficientemente carismática y fuerte para la candidatura, y presentó a Rahul Gandhi, nieto e hijo de primeros ministros. De retraída personalidad, empero, desperdició esas credenciales y nunca se conectó con las multitudes.

Entre tanto, Narendra Modi sumaba méritos, con 12 años en el Gobierno de su natal estado de Guyarat, donde impulsó el desarrollo más allá del ritmo nacional. Algunos analistas cuestionaron sus índices de desarrollo social, entre ellos Amartya Sen. Aquel factor llevó al Partido Bharatiya Janata (BJP, por sus siglas en inglés) a nombrar a Modi su candidato. Pese al turbio antecedente de haber tolerado la masacre de musulmanes en 2002 y su conocida convicción “hindutva” de extremismo hinduista, Modi recibió del sector empresarial un decidido apoyo, así como el de las clases medias, con el que habría de arrasar en las elecciones.

Ya como candidato, Modi prometió impulsar a la India promoviendo industrias e infraestructura para la creación de empleos y abriendo la economía a inversiones extrajeras, tanto chinas como norteamericanas. Modi puso énfasis en la inversión en infraestructura, particularmente en carreteras; proponía como meta construir 25 kilómetros diarios. Ofreció aligerar los requisitos y trámites burocráticos en petróleo y telecomunicaciones aún más que el Gobierno de Manmohan Singh. Modi prometió “globalizar” la agricultura y aumentar sus exportaciones.

Las elecciones se efectuaron en nueve etapas y a lo largo de seis semanas a partir de abril. Con un padrón de 814 millones 500 mil votantes, fueron organizadas por una compacta Comisión Electoral dotada de plena autoridad para velar por la ética de las campañas y castigar a los candidatos que violaran las estrictas reglas de comportamiento. Los votos se registraron en 1.72 millones de máquinas electrónicas de votación (EVM, por sus siglas en inglés), con las que se ahorraron al menos 200 mil árboles que se hubieran consumido en forma de boletas. Hubo 50 delegaciones de observadores de 20 países. México no envió representantes.

El 66.4% del padrón eligió a 543 diputados a la Lok Sabha, la Cámara Baja del Parlamento. Compitieron 8 mil 251 candidatos, incluidas 668 mujeres. Los resultados anunciados el 16 de mayo otorgaron la victoria al BJP, partido que obtuvo 284 curules, aunque sumó con sus aliados 336 de las 543 totales. En una derrota histórica, el Partido del Congreso solo ganó 44 asientos, a diferencia de los más de 100 que tenía en la legislatura saliente.

Informada de los hechos, Sonia Gandhi, jefa del Partido del Congreso, reaccionó diciendo: “El mandato del pueblo nos ha sido contrario, acepto humildemente el veredicto, del que me responsabilizo”.

La batalla había sido extremadamente intensa, llena de acusaciones y descalificaciones entre los candidatos. Las invectivas se intercambiaron en todos los niveles: unos acusaban al Gobierno de haber arrastrado al país a la ruina económica, otros lanzaban ominosas predicciones del baño de sangre que seguirá al triunfo de Modi. Rahul Gandhi, el candidato del Partido del Congreso, dijo, bien entradas las elecciones, que si Narendra Modi ganaba habría una masacre de musulmanes. En las campañas menudearon las violaciones a las reglas, lo que requirió frecuentes intervenciones de la Comisión Electoral.

Modi rompió los buenos modales haciendo campaña en los distritos tradicionalmente leales a los Gandhi. Sonia apenas pudo retener su distrito, Rae Bareli; lo mismo le pasó a su hijo Rahul en el suyo, Amethi. Para que ganaran intervino Priyanka Gandhi, que goza de popularidad. Algunos rumoran que esta, hermana de Rahul, consolidará ahora su personalidad política. Hay quienes opinan, como Amarinder Singh, ministro jefe de Amritsar y aspirante a primer ministro, que Sonia Gandhi debe seguir al frente del partido por un tiempo. De lo que no hay duda es que el Partido del Congreso debe redefinirse, presentar nuevos líderes y reconectarse con la clase media y ante todo con la juventud.

El primer paso de Modi fue la integración de su gabinete, compactándolo y fusionando ministerios. Se advierte que, salvo uno, todos son hindúes y casi no hay elementos de castas inferiores.

El fundamentalismo hinduista de Modi, miembro desde su juventud de la estricta agrupación Rastriya Swayamsevak Sangh (RSS), no augura mucho para las comunidades musulmanas o cristianas, aunque los voceros del BJP aseguren lo contrario. India es un mosaico de religiones: los hindúes comprenden 82% de la población; les siguen los musulmanes con casi 14%. Las religiones cristianas representan alrededor de 2%, siendo la principal la católica. Conviven además otros grupos como los sikhs, budistas, jaines y parsis.

La apuesta de Modi tiene que estar en una exitosa promoción económica que aplaque tensiones rurales previsibles. Cuarenta y nueve por ciento de los votos provienen del campo. El sistema de los tradicionales consejos rurales o pancháyats se fortalecerá coordinando las decisiones nacionales de desarrollo a nivel local.

Un elemento que se transparentó fue la participación femenina en la política. Ahora votaron más mujeres que en 2009. En los últimos años, la participación ha subido de 11 a 43%. La presencia de las mujeres en el Parlamento es mayor que antes. Rahul Gandhi ha trabajado mucho en este sentido.

Lo internacional

Modi anunció una política exterior dirigida por criterios económicos, donde la diplomacia debe ser más de tratados comerciales y menos de “estrategias”. Durante su campaña no mostró demasiado interés por cuestiones internacionales, pero tan pronto como asumió el poder supo que una parte importante de sus políticas de desarrollo tiene relación con la forma de inserción de la India en el escenario globalizado de la actualidad.

A su investidura asistieron los presidentes de la región. La presencia del presidente Nawaz Sharif de Paquistán fue particularmente significativa y alentadora. Desde la “Partición” que en 1947 dividió el subcontinente en dos países, el profundo diferendo sobre Cachemira ha sido foco de constantes conflictos para la India. El artículo 370 de la Constitución india establece que Cachemira es parte de la India y todos los intentos de arreglo se han esfumado.

La desconfianza entre estas dos potencias nucleares se ha agudizado con las incursiones terroristas de los grupos Lashkar-e-Toiba y el Jaish-e-Mohammed que, adiestrados y apoyados en Paquistán, atacaron el Parlamento indio en diciembre de 2001. En 2008, esos mismos grupos perpetraron los sangrientos ataques múltiples en Mumbai.

El presidente del BJP declaró después de las elecciones que “India tendrá relaciones externas robustas y que no habrá acuerdos constructivos con Islamabad si Paquistán no atiende las preocupaciones de la India”. Ciertamente las relaciones entre ambos países no serán fáciles y dependerán de que cesen las incursiones de terroristas.

En cuanto a China, la indefinición de antiguas fronteras sigue contaminando las relaciones. No solo está el agravio por la carretera que en 1951 China tendió secretamente atravesando el territorio indio de Aksai Chin, sino la invasión en 1962 de esa misma región, lo que reafirmó la pretensión china sobre esa zona. Apenas en 2006, China reiteró su pretensión de considerar como parte de su territorio a Arunachal Pradesh, uno de los 28 estados de la India.

Es en este contexto que Modi dice, en cuanto a Pekín, que el trato será “firme”, con una agenda que, si bien retiene hondas desavenencias, revela interés por estrechar los lazos económicos, comerciales y técnicos que ya mantienen cientos de empresas chinas. Estas exportan activamente a la India guiadas por una política oficial expansionista y con base en criterios pragmáticos pero sin abandonar sus conocidas posiciones políticas como, por ejemplo, la que toca a Tíbet. En cuanto a los pendientes fronterizos, seguirían atendidos por grupos diplomáticos de trabajo poco ceñidos a calendarios.

Los lazos con Rusia datan de principios de la independencia india. La influencia de la URSS fue perceptible en la inspiración del “socialismo indio” que Nehru instauró. Era claro que dichas relaciones se enmarcaban en el deseo soviético de forjar espacios con países del “tercer mundo” y más concretamente del grupo de los “no alineados”, entre los que India siempre fue factor predominante.

La posición de la URSS favoreció a la India en sus dificultades sobre Cachemira con Paquistán, país al que a su vez apoyaba China. La creación de Bangladesh en 1971, originalmente parte de Paquistán, fue en su momento claramente favorecida por la India.

Los acercamientos de Delhi con los ocho miembros de la Asociación Sudasiática para la Cooperación Regional (SAARC) y la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) están fructificado en acuerdos de cooperación. Ejemplo de lo anterior es el acuerdo de 2010 para crear un área de libre comercio que comprende mil 800 millones de habitantes con un producto nacional bruto (PNB) de 2 mil 800 millones de dólares, cuya meta de intercambios para 2015 es de 100 mil millones de dólares.

La política del primer ministro Modi con Estados Unidos seguirá siendo compleja. El arreglo alcanzado en 2005 sobre cooperación no militar en materia nuclear es el pivote que permitirá un entendimiento recíproco que, al lado de cuestiones de desarrollo e inversiones, hará que la India juegue un papel mayormente conciliador en las tensiones que giran en torno a las naciones de Asia Central, región cada vez más importante por sus estratégicos recursos naturales. Las relaciones de la India con Nepal, Bután, Bangladesh y Sri Lanka, donde el sello cultural hindú y budista está vigente, hacen que India sea una presencia inevitable. Modi tendrá que cultivar cuidadosamente esas relaciones ya que en cada tema, por bilateral que se presente, convergen los intereses geopolíticos chinos, rusos o norteamericanos.

Para nosotros, es de interés el Acuerdo Estratégico que la India firmó en 2003 con Brasil y Sudáfrica, y que se encuentra activo y es objeto de reuniones periódicas. Su objetivo de coordinación se extiende a cuestiones tecnológicas, culturales, comerciales, de educación, medio ambiente, defensa, exploración espacial y reformas a la Carta de las Naciones Unidas.

El intercambio entre Brasil e India en 2012 fue de 10 mil 600 millones de dólares. Cincuenta empresas indias tienen operaciones en Brasil en áreas de petróleo, minería, ingeniería, automotriz, tecnologías de la información y fármacos.

México e India

Para México, el nuevo capítulo de desarrollo nacional que Narendra Modi anuncia es ocasión para estrechar programas de colaboración e intercambio de experiencias en una vasta diversidad de campos de interés común. En 2012, los intercambios con nuestro país fueron de 6 mil 500 millones de dólares y se esperaba que aumentasen a 10 mil en 2013.

En lo económico, la coincidencia de las múltiples reformas estructurales que están en proceso sugiere atractivos horizontes para ampliar los acuerdos políticos, tecnológicos y culturales al lado de la acción empresarial que busca crear sociedades indo-mexicanas en agroindustria, manufacturas y de servicios.

Conclusiones

1.El electorado indio, por encima de cualquier otra consideración, respondió masivamente a las promesas de Narendra Modi, candidato del BJP, de mejores condiciones de vida. El rechazo a la extendida corrupción fue también un decisivo factor en la votación.

2.El partido perdedor aceptó de inmediato su derrota y, sin demoras ni impugnaciones, se ha aplicado a la tarea de reconstruir sus bases.

3.Es general la opinión de que se ha llegado al fin de la “dinastía” Gandhi en la política nacional. Debe tomarse en cuenta que, de ser ello cierto, el Partido del Congreso requiere encontrar una figura capaz de llenar el espacio y asumir tal liderazgo; pudiera ser Priyanka Gandhi, hija de Sonia y nieta de Indira.

4.El resultado de las elecciones y el arrollador triunfo del BJP anuncian un importante viraje en las políticas de desarrollo interno de la India, así como en el enfoque de sus relaciones internacionales.

5.El Gobierno de Modi tendrá el apoyo continuo de la gran diversidad de partidos nacionales, regionales y locales si impulsa y comparte programas de desarrollo social y de infraestructura cuya aplicación respete las modalidades de cada comunidad.

6.La modernización y simplificación de trámites administrativos y la apertura a la inversión extranjera serán bien recibidas en países como México y, en particular, por empresarios que deseen invertir en India para aprovechar las vastas oportunidades tanto en lo agrícola como en lo industrial y tecnológico.

7.De la política exterior que Modi siga en sus tratos con los países inmediatamente vecinos y de la región, dependerá la libertad y credibilidad que requiere para construir sus relaciones con Estados Unidos y el resto del mundo occidental. 

8.La política de desarrollo de la India tiene que equilibrar las agudas exigencias de su todavía inmensa población rural con las demandas de la creciente clase media. Se espera que el rumbo que Modi trace evite las brechas de desigualdad, que es la trampa que acecha a todos los países.

_______

JULIO FAESLER CARLISLE es consultor. Fue embajador de México en la India.

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