Desafortunadamente, 25% del dióxido de carbono liberado a partir de la quema de combustibles fósiles o de la deforestación y degradación del ecosistema natural, continuará interactuando con la atmósfera por muchos miles de años antes de que se incorpore a los sedimentos del fondo del océano mediante procesos de degradación y erosión (Archer, 2005).
Es obvio que los esfuerzos para abordar el cambio climático deben conducir a la identificación de las fuentes de emisiones de carbono y tomar rápidamente medidas para prevenir o reducir estas emisiones. Necesitamos hacer dos cosas simultáneamente: 1) lograr grandes reducciones en las emisiones causadas por el uso de los combustibles fósiles como fuente principal de energía y 2) proteger el carbono almacenado en los bosques y otros ecosistemas dejándolo intocable. Ambas tareas son importantes pues casi 70% del aumento histórico total en los niveles de gases de invernadero en la atmósfera debidos a la actividad humana es resultado de la quema de combustibles fósiles y cerca de 30% de la deforestación. Actualmente, alrededor de 18% de las emisiones globales anuales provienen de bosques deforestados (IPCC, 2007b).
Convenios globales para una solución integral
Los marcos de los convenios sobre Cambio Climático y Biodiversidad Biológica de la ONU fueron negociados en la Cumbre de la Tierra, en Río de Janeiro, en 1992. El Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (mejor conocido como UNFCC, por sus siglas en inglés) busca limitar las emisiones de dióxido de carbono y de otros gases de invernadero que causan niveles peligrosos de cambio de clima. El Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB) busca detener la pérdida de la biodiversidad mediante la protección de áreas y otros medios. A ambos se les ha encargado desarrollar objetivos para los países pobres. Los mecanismos respectivos para implementar los convenios son el Protocolo de Kyoto y el Programa de Trabajo en Áreas Protegidas.
Dieciséis años después de que estos acuerdos han funcionado como estrategias complementarias para salvaguardar el futuro de la vida en la Tierra, ha sucedido algo extraño: se han ido separando. Los políticos, los expertos en políticas, los técnicos, los financieros, los empresarios, los científicos, las organizaciones no gubernamentales y, en general, el público, consideran que los dos convenios abordan problemas no relacionados entre sí. Pese a que en ambos tratados se reconoce la importancia de los bosques y el proceso del UNFCCya ha aceptado la importancia del carbono almacenado en los bosques naturales, los humedales y los pantanos, hay una resistencia a reconocer la biodiversidad que proporcionan y la necesidad de contabilizar el carbono de todos los ecosistemas. En consecuencia, los programas que están bajo el Protocolo de Kyoto pueden realmente dañar objetivos del CDB, por ejemplo, deforestar bosques naturales para cultivar aceite de palma para biocombustibles. Y no hay ninguna consideración en el Protocolo de Kyoto para proteger las áreas silvestres y las grandes reservas de biomasa de carbono que almacenan.
De la misma manera que el UNFCCy el Protocolo de Kyoto, el CDBcasi no pone atención en ciertos temas. Los gobiernos que han firmado ambos convenios frecuentemente asignan las responsabilidades de ellos a distintos departamentos que no tienen suficientes recursos para los esfuerzos del CDB y los ignoran, en comparación con los programas del cambio climático, mucho mejor apoyados y que se centran en las emisiones de combustibles fósiles. Dado que Estados Unidos ya no es firmante del CDB, muchas de las ONG estadounidenses no tienen conciencia de su existencia o bien ignoran su potencial. Paradójicamente, las mismas ONG cuentan mucho en el hecho de que EU no haya ya ratificado el Protocolo de Kyoto. Incluso en Canadá, que ha suscrito ambos convenios y que es sede del secretariado del CDB, este último tiene un perfil muy bajo. Además, muchos ambientalistas que trabajan sobre cambio climático temen que posibilitar la protección de la naturaleza bajo las normas del Protocolo de Kyoto aminore los esfuerzos de reducir las emisiones de los países ricos que queman combustibles fósiles.
La separación del UNFCC y el CDB es negativa para los objetivos de ambos convenios, pero las actuales estructuras y formas de pensarlos previenen de trabajar juntos. Tanto el cambio climático como la crisis de extinciones han empeorado y los esfuerzos hasta la fecha han fallado en alcanzar incluso los modestos objetivos de aminorar la velocidad del cambio y de la pérdida, dejando que las cosas sigan como están. La ciencia nos ha demostrado que la protección de los ecosistemas naturales ayudará a lograr los objetivos para controlar el cambio climático. Esta separación de los convenios debe terminar.
Protección de la Naturaleza para la Adaptación y Mitigación del Cambio Climático
Hay un acuerdo generalizado de que para afrontar la problemática del cambio climático es necesario abordar juntas la mitigación y la adaptación. En el contexto del cambio climático, mitigación significa los esfuerzos para prevenir o reducir la liberación de dióxido de carbono en la atmósfera, y adaptación quiere decir aceptar que el cambio climático está en camino y que cierto cambio dañino en el clima es inevitable. La adaptación implica que hagamos lo que podamos para ajustarnos a los cambios, además de hacer nuestro mejor esfuerzo para predecir cómo serán las cosas en el futuro y planificar con ello en mente.
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