Gracias a la amable intervención de Vicente Quirarte y al generoso seguimiento de Paloma Guardia Montoya, así como al apoyo de quienes resguardan la obra de Rubén Bonifaz Nuño, publicamos una primera versión de “Albur de amor”, cuyo título original es “No me despido”. Resulta un prodigio atestiguar la minuciosa labor del poeta: los adjetivos, el ritmo, la puntuación misma. Ofrecemos al lector ambas versiones como invitación para adentrarse en su laboratorio de palabras. Apenas una mínima muestra de la enorme valía de uno de nuestros hombres de letras más relevantes.
Rubén Bonifaz Nuño
No me despido (1985)
Aunque bien sé que no me extrañas,
aunque tengo la razón, me acuerdo:
lo nuestro terminó; te ausentas
por todo lo mal que supe amarte.
Ya fui desventurado cuando
estuviste aquí, y en el momento
donde te vas, me desventuro.
La sola ventaja de estar ciego
es no poder mirarte. A ciegas.
Ya morir sin arrepentimiento
es mi esperanza, y te lo digo
porque al fin, ahora, te conozco;
que si he pedido muchas cosas,
pude pagar con sobreprecio
las pocas que me fueron dadas.
Mientras más mal te portas, mucho
más te voy queriendo, y porque espero
menos, me injurio y te acrecientas.
Así tuvo que ser: de tanto
que te procuré, me aborreciste;
tan sólo pesares te he dejado.
Raspaduras de celos, dudas
que no opacaron la certeza
de cuanto en ti me desolaba.
Tú, como si nada, te diviertes;
pero entristécete, fastídiate:
si todos sabrán que estoy quemado,
ninguno sabrá que por tus llamas.
Vete, pero de veras; pierde
el número atroz de este teléfono,
la dirección que no aprendiste,
aquel corazón apajarado.
Igual sigue siendo todo, nadie
hay como tú, por mi fortuna;
pero a nadie como tú he llegado.
En el agua escrito y en el viento
quedó el amor perpetuo. Sombras.
Y me quemo, y de mejor violencia
—ay, mamá— te alumbro al apagarme.
Ya te conozco, ya obligado
soy a quererte y despreciarme.
Pero no, porque me da vergüenza;
pero sí, porque me estoy muriendo
sin voluntad ni penitencia.
Y por todo: porque no quisiste
permanecer, porque me olvidas,
porque me voy al diablo, gracias
te doy. Y por andar de noche. ~
Albur de amor (1987)*
3
Aunque bien sé que no me extrañas,
aunque tengo la razón, me acuerdo:
el cáncer terminó; te ausentas
por todo lo mal que supe amarte.
Ya fui desventurado cuando
estuviste aquí, y en el momento
donde te vas, me desventuro.
La sola ventaja de estar ciego
es acaso no poder mirarte.
Ya morir sin arrepentimiento
es mi esperanza, y te lo digo
porque al fin te conozco;
que si he pedido muchas cosas,
pude pagar con sobreprecio
las pocas que me fueron dadas.
Mientras más mal te portas, mucho
más te voy queriendo, y porque espero
menos, me injurio y te acrecientas.
Así tuvo que ser: de tanto
que te procuré, me aborreciste;
tan sólo pesares te he dejado.
Raspaduras de celos, dudas
que no opacaron la certeza
de cuanto en ti me desolaba.
Tú, como si nada, te diviertes;
pero entristécete:
si todos sabrán que estoy quemado,
ninguno sabrá que por tus llamas.
Vete como de veras; pierde
el número atroz de este teléfono,
la dirección que no aprendiste,
aquel corazón tan despistado.
Igual sigue siendo todo; nadie
hay como tú, por mi fortuna;
pero a nadie como tú he llegado.
En el agua escrito y en el viento
quedó el amor perpetuo. Sombras.
Y me quemo, y de mejor violencia
—ay, mamá— te alumbro al apagarme.
Ya te conozco, ya obligado
soy a bien quererte y despreciarme.
Pero no, porque me da vergüenza;
pero sí, porque me estoy muriendo
sin voluntad ni penitencia.
Y por todo: porque no quisiste
permanecer, porque me olvidas,
porque me voy tristeando, gracias
te doy. Y por andar de noche. ~
* Tomado de Rubén Bonifaz Nuño, Versos (1978-1994), Fondo de Cultura Económica, México, 1996. (Letras Mexicanas), pp. 153-154.
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RUBÉN BONIFAZ NUÑO (Córdoba, Veracruz, 1923 – Ciudad de México, 2013) fue poeta, traductor y académico. Especialista en lengua y cultura clásicas, profesor en la UNAM y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, Bonifaz Nuño es el responsable de la traducción de grandes obras clásicas como la Eneida o Las Metamorfosis de Ovidio. En 1974 fue galardonado con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en Literatura.